
GRAN CONCURRENCIA. Por la tarde, momentos antes de la inauguración, el numeroso público espera que se abran las puertas de las nuevas instalaciones del reconocido e histórico comercio tucumano, en la esquina de Las Heras (hoy San Martín) y Muñecas. LA GACETA / ARCHIVO

CARLOS R. PAZ
ARCHIVO LA GACETA
Las casas de comercio, en general, tienen una vida que depende de variables económicas y de decisiones de sus propietarios, que a veces no condicen con el afecto que el público les demuestra a lo largo del tiempo. Pero en el caso de Tucumán, eso no fue del todo cierto.
Don Juan Voss fue un exitoso empresario que fundó la tienda -que llevó como nombre de fantasía su apellido- en 1896. Durante muchos años funcionó en el local de calle 25 de Mayo 148. Como el negocio marchaba viento en popa, comenzó a ilusionarse con tener un edificio propio, y le apuntó a la ochava sudeste de la esquina de Las Heras (hoy San Martín) y Muñecas.
El sueño pudo transformarse en realidad a mediados de la década de 1920, cuando don Voss comenzó a levantar un enorme local. Las dimensiones eran más que importantes: 28 metros sobre Las Heras y 56 metros sobre Muñecas. Según el cronista de LA GACETA, la construcción impactaba porque -sumando ambos frentes-, se erigieron 25 vidrieras; todas enmarcadas en brillantes molduras de bronce. Y la fachada lucía todavía más elegante por sus toldos, que evocaba el aspecto de las grandes tiendas de París o de Buenos Aires.
Hermosa inauguración
El moderno local abrió sus puertas el jueves 4 de septiembre de 1924 a todo bombo y platillo; tanto que la tapa de nuestro diario de ese día, estaba ocupada en su totalidad con la publicidad de la apertura de Casa Voss, que no hacía otra cosa que agradecer a la clientela de siempre e invitaba a participar de la inauguración, a las 17 horas.
Adelantaba también que durante la primera semana habría obsequios para sus favorecedores, y otros detalles que se publicarían en LA GACETA del día siguiente. Efectivamente, la portada del viernes 5 fue otra vez ocupada totalmente con las ofertas de calzado, blanco, lencería, vestimenta para hombres, mujeres y niños, con atrayentes ilustraciones hechas en dibujos de lápiz.
Y en una página interior, detallaba los regalos: con una compra de 10 pesos el cliente se llevaba una “Baby de la suerte” o un original alfilero; si la compra era de 20 pesos, “La favorita del faraón” o “La estrella de Stamboul”, unos preciosos violeteros de biscuit de unos 16 centímetros; y si era de 30 pesos, una “Dama patricia” o una “Dama antigua”, finas bomboneras de biscuit de 17 centímetros. (Los biscuit son objetos de porcelana o de loza de tono blanco mate, en los cuales aparece la pasta sin esmalte ni pintura). Y los caballeros que compraran por 30 pesos o más, un reloj para bolsillo, de metal niquelado y desarmable.
La crónica de la apertura del local ocupó casi dos páginas, con varias imágenes que mostraban la gran cantidad de personas que se aglutinaron para el acontecimiento; que alcanzó tal magnitud que esa tarde fue imposible iniciar las ventas (se postergaron para el día siguiente).
En lo alto del salón había un palco, desde donde tocaba una orquesta, y el público miraba, asombrado, las estanterías repletas de todo cuanto pudiera necesitar una persona, o una familia, para vestirse con la elegancia de aquellos tiempos. En horas de la tarde, Casa Voss ofreció, en los cines de la ciudad, una sesión de cine gratis para los niños de las escuelas estatales.
Al fin, todo pasa
Hay que destacar que todos los días, en horas determinadas, el artístico palco era ocupado por alguna orquesta que continuó ofreciendo audiciones musicales -con escogidas partituras-, que ponían una nota de color y de poesía dentro del ambiente de exhibición y de compras. Sin lugar a dudas, todo un detalle de amabilidad y de buen gusto.
Durante casi dos décadas, la oferta de la empresa fue irresistible para el gusto tucumano. Pero, a pesar del cariño y la preferencia que el público le brindó, el negocio cerró sus puertas a mediados de la década de 1940, por aquellas cosas que nunca sabremos.
En 1948 el predio fue adquirido por la tienda “Ciudad de Chicago”, que también se transformaría en un nuevo ícono del comercio local. Pero, esa es otra historia.








