“CABEZA DE MUJER”. Un dibujo de 1950 que revela la maestría de Medardo Pantoja. LA GACETA / ARCHIVO
Durante todo julio y la primera semana de agosto último, el Centro Cultural Rougés ofreció una muestra de pinturas y dibujos del jujeño Medardo Pantoja (1906-1976), uno de los eminentes plásticos argentinos del siglo que pasó. Pantoja tuvo vinculación con Tucumán, cuando se desempeñó como profesor de dibujo y pintura en el Instituto Superior de Artes de la UNT.
La muestra de referencia, en una vitrina, exhibía algunos originales de cartas que conservan los familiares de Pantoja, firmadas por artistas amigos. Desde Tucumán, el 2 de marzo de 1948, le escribía Lino Spilimbergo. Llamándolo “querido amigo”, le informaba que “he aceptado organizar y dirigir el Instituto de Pintura dependiente de la Universidad de Tucumán. Hay que hacer todo aquí. Tengo amplia libertad. He pensado en usted para ocupar a mi lado en el taller un puesto de $700. Piénselo. Contésteme a Buenos Aires porque el jueves parto”.
Una de Timoteo Navarro, fechada “Junio 23 noche”, decía: “Le escribo desde un café central de Tucumán, donde escuchamos zambas, chacareras y gatos, y claro está, recordamos, junto con el gran maestro Spili (es decir Spilimbergo) su promesa de conseguirme la caja que es lo único que falta a nuestro conjunto”…
Otra, de Pompeyo Audivert (Tucumán, 9 de agosto de 1953) le decía que en su viaje a Buenos Aires comprobó que “los abstractos están de moda: cuando en el viejo mundo empezó la decadencia, aquí se los descubre; paciencia”. Narraba que estuvo con Spilimbergo, quien trabajaba fuerte “en una serie de murales que van a hacer época”. Era el preferido en las ventas, y “se lo merece como gran artista y gran amigo. Además, es toda una lección de hombría”.
La muestra de referencia, en una vitrina, exhibía algunos originales de cartas que conservan los familiares de Pantoja, firmadas por artistas amigos. Desde Tucumán, el 2 de marzo de 1948, le escribía Lino Spilimbergo. Llamándolo “querido amigo”, le informaba que “he aceptado organizar y dirigir el Instituto de Pintura dependiente de la Universidad de Tucumán. Hay que hacer todo aquí. Tengo amplia libertad. He pensado en usted para ocupar a mi lado en el taller un puesto de $700. Piénselo. Contésteme a Buenos Aires porque el jueves parto”.
Una de Timoteo Navarro, fechada “Junio 23 noche”, decía: “Le escribo desde un café central de Tucumán, donde escuchamos zambas, chacareras y gatos, y claro está, recordamos, junto con el gran maestro Spili (es decir Spilimbergo) su promesa de conseguirme la caja que es lo único que falta a nuestro conjunto”…
Otra, de Pompeyo Audivert (Tucumán, 9 de agosto de 1953) le decía que en su viaje a Buenos Aires comprobó que “los abstractos están de moda: cuando en el viejo mundo empezó la decadencia, aquí se los descubre; paciencia”. Narraba que estuvo con Spilimbergo, quien trabajaba fuerte “en una serie de murales que van a hacer época”. Era el preferido en las ventas, y “se lo merece como gran artista y gran amigo. Además, es toda una lección de hombría”.
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