MIMADO DE MENOTTI. Agüero se perdió el Mundial 78. Le faltó buena conducta. foto del facebook de matias kranevitter
“Fue en la Selección nacional donde cumplí uno de mis mayores sueños. Cuando era un chico, y aunque ya jugaba, escuchaba la radio y me emocionaba con los nombres de Labruna, Pedernera, Loustau y su fútbol maravilloso, Nunca me hubiera imaginado que tiempo después estaría en Wembley, jugando contra Inglaterra en 1951. Jamás lo olvidaré”. El monólogo del taficeño Juan Armando Benavídez es un retazo de la historia más grande del fútbol provincial. “El Patón” Benavídez era un delantero de aquellos, surgido en Atlético y consagrado en San Lorenzo. Apenas un partido disputó con la celeste y blanca pero fue suficiente para que lo exhibiera como una medalla.
La feliz coincidencia de Roberto Pereyra y Matías Kranevitter en la minigira por Estados Unidos nos recuerda que fueron poquísimos los tucumanos convocados a la Selección mayor. Son 21 en alrededor de 100 años de historia. Dos por década, y en algunos casos -como el de Benavídez o el “Pulguita” Rodríguez- para jugar 90 minutos. O menos.
Es que la Selección fue, históricamente, un objeto de deseo lejano para los tucumanos. Hubo generaciones de cracks cuyas hazañas no trascendían las fronteras provinciales. Y cuando se trasplantaban a equipos porteños era para comprobar que sobraban los jugadores en cada puesto y Argentina podía armar dos o tres combinados igualmente competitivos. La federalización, iniciada con los viejos Nacionales pergeñados por Valentín Suárez, empezó a torcer esa realidad, pero saltar de un equipo de provincias a la Selección siguió considerándose una novedad.
El futbolista tucumano más identificado con la Selección es, por lejos, José Rafael Albrecht. Jugó dos Mundiales (Chile 1962 e Inglaterra 66, ambos bajo la conducción del “Toto” Lorenzo) y se perdió un tercero (México 70) porque Argentina resignó la clasificación a manos de Perú. Ese fracaso marcó su despedida del equipo, del que fue titular indiscutido durante la década del 60, con un total de 39 partidos. Excepcional.
Después de enfrentar a los dos, Albrecht sostenía que Alfredo Di Stéfano era mejor que Pelé. Y siempre relataba la expulsión que sufrió en el Mundial 66: “el partido se había hecho muy fuerte y yo le metí con todo a ese alemán con cara de perro... Ah sí, se llamaba Haller. El referí me decía a los gritos ¡out, out, out!, para que me fuera. Claro, no había tarjetas”.
Albrecht se dio el gusto de compartir el plantel argentino con otros dos tucumanos, Ernesto “Buchino” Juárez y David “Mocho” Iñigo. Fue en la Copa América de 1963, disputada en Bolivia y ganada por los locales. No llegaron a coincidir los tres en la cancha, pero es un antecedente valioso para un fútbol provincial al que no le sobran momentos de ese calibre.
Don Antonio Benejam, legendario periodista y jefe de Deportes de LA GACETA, les contaba a los jóvenes que no hubo mejor jugador en la historia de Tucumán que Donato Penella. Tal vez exageraba don Antonio, tal vez no. ¿Cuántos serán los testigos de la magia de Penella que pueden dar fe de ella a 90 años de su convocatoria a la Selección? Ese llamado le llegó junto al arquero Genaro Sica, cuando ambos brillaban en Atlético y se vivían los últimos tiempos del amateurismo. Después, Penella pasó a Boca para hacer lo que sabía: gambetas y goles.
Es llamativo el caso de “Paco” García, padre del club All Boys y uno de los tantos cracks que dio Tucumán. Allá por 1926 se disputó un partido entre los seleccionados de las entidades que regían el fútbol (la Asociación Amateurs Argentina de Football y la Asociación Argentina de Football) y “Paco” integró el segundo de esos equipos. Fue una convocatoria oficial a una Selección mayor y de allí la presencia de García en el listado. Aquellos tucumanos citados para otras categorías, por fuera del paraguas de la celeste y blanca principal, no integran la lista de los 21. Están consignados en las notas complementarias.
El que abrió el juego de los llamados a muchos jugadores del interior fue César Luis Menotti, en los años 70. Así tuvieron sus chances de mostrarse “Kila” Castro, Víctor Hugo Arroyo, “Tani” Lencina y René Alderete. A algunos de esos planteles se los designaba “selección del interior”, pero en los papeles eran convocatorias oficiales a la mayor.
De esa generación formó parte Raúl Francisco Agüero, un crack que tuvo todo para llegar mucho más lejos y se estrelló contra sus propios demonios. “Por no ser profesional me perdí el Mundial del 78”, confesó Agüero.
En cambio, a José Tiburcio Serrizuela lo que le faltaba de técnica lo suplía con el corazón. Nacido en Graneros, llegó a jugar la polémica final del Mundial de Italia 90.
Algunos, como el enorme Alberto Cuello (“El señor del área”, le decían), Juan Marvezzi y Fernando Gianserra están muy atrás en el recuerdo. A otros, como Mario Bruno Lucca, se los encuentra más cerca. El presente es todo de Pereyra, de Kranevitter y de cada uno de los chicos que se ilusionan frente al televisor cuando juega la celeste y blanca. Esos que, como “El Patón” Benavídez, se permiten un sueño de Selección bien tucumano.
Los datos consignados en futboltucumano.blogspot.com.ar sirvieron de respaldo para esta nota.
La feliz coincidencia de Roberto Pereyra y Matías Kranevitter en la minigira por Estados Unidos nos recuerda que fueron poquísimos los tucumanos convocados a la Selección mayor. Son 21 en alrededor de 100 años de historia. Dos por década, y en algunos casos -como el de Benavídez o el “Pulguita” Rodríguez- para jugar 90 minutos. O menos.
Es que la Selección fue, históricamente, un objeto de deseo lejano para los tucumanos. Hubo generaciones de cracks cuyas hazañas no trascendían las fronteras provinciales. Y cuando se trasplantaban a equipos porteños era para comprobar que sobraban los jugadores en cada puesto y Argentina podía armar dos o tres combinados igualmente competitivos. La federalización, iniciada con los viejos Nacionales pergeñados por Valentín Suárez, empezó a torcer esa realidad, pero saltar de un equipo de provincias a la Selección siguió considerándose una novedad.
El futbolista tucumano más identificado con la Selección es, por lejos, José Rafael Albrecht. Jugó dos Mundiales (Chile 1962 e Inglaterra 66, ambos bajo la conducción del “Toto” Lorenzo) y se perdió un tercero (México 70) porque Argentina resignó la clasificación a manos de Perú. Ese fracaso marcó su despedida del equipo, del que fue titular indiscutido durante la década del 60, con un total de 39 partidos. Excepcional.
Después de enfrentar a los dos, Albrecht sostenía que Alfredo Di Stéfano era mejor que Pelé. Y siempre relataba la expulsión que sufrió en el Mundial 66: “el partido se había hecho muy fuerte y yo le metí con todo a ese alemán con cara de perro... Ah sí, se llamaba Haller. El referí me decía a los gritos ¡out, out, out!, para que me fuera. Claro, no había tarjetas”.
Albrecht se dio el gusto de compartir el plantel argentino con otros dos tucumanos, Ernesto “Buchino” Juárez y David “Mocho” Iñigo. Fue en la Copa América de 1963, disputada en Bolivia y ganada por los locales. No llegaron a coincidir los tres en la cancha, pero es un antecedente valioso para un fútbol provincial al que no le sobran momentos de ese calibre.
Don Antonio Benejam, legendario periodista y jefe de Deportes de LA GACETA, les contaba a los jóvenes que no hubo mejor jugador en la historia de Tucumán que Donato Penella. Tal vez exageraba don Antonio, tal vez no. ¿Cuántos serán los testigos de la magia de Penella que pueden dar fe de ella a 90 años de su convocatoria a la Selección? Ese llamado le llegó junto al arquero Genaro Sica, cuando ambos brillaban en Atlético y se vivían los últimos tiempos del amateurismo. Después, Penella pasó a Boca para hacer lo que sabía: gambetas y goles.
Es llamativo el caso de “Paco” García, padre del club All Boys y uno de los tantos cracks que dio Tucumán. Allá por 1926 se disputó un partido entre los seleccionados de las entidades que regían el fútbol (la Asociación Amateurs Argentina de Football y la Asociación Argentina de Football) y “Paco” integró el segundo de esos equipos. Fue una convocatoria oficial a una Selección mayor y de allí la presencia de García en el listado. Aquellos tucumanos citados para otras categorías, por fuera del paraguas de la celeste y blanca principal, no integran la lista de los 21. Están consignados en las notas complementarias.
El que abrió el juego de los llamados a muchos jugadores del interior fue César Luis Menotti, en los años 70. Así tuvieron sus chances de mostrarse “Kila” Castro, Víctor Hugo Arroyo, “Tani” Lencina y René Alderete. A algunos de esos planteles se los designaba “selección del interior”, pero en los papeles eran convocatorias oficiales a la mayor.
De esa generación formó parte Raúl Francisco Agüero, un crack que tuvo todo para llegar mucho más lejos y se estrelló contra sus propios demonios. “Por no ser profesional me perdí el Mundial del 78”, confesó Agüero.
En cambio, a José Tiburcio Serrizuela lo que le faltaba de técnica lo suplía con el corazón. Nacido en Graneros, llegó a jugar la polémica final del Mundial de Italia 90.
Algunos, como el enorme Alberto Cuello (“El señor del área”, le decían), Juan Marvezzi y Fernando Gianserra están muy atrás en el recuerdo. A otros, como Mario Bruno Lucca, se los encuentra más cerca. El presente es todo de Pereyra, de Kranevitter y de cada uno de los chicos que se ilusionan frente al televisor cuando juega la celeste y blanca. Esos que, como “El Patón” Benavídez, se permiten un sueño de Selección bien tucumano.
Los datos consignados en futboltucumano.blogspot.com.ar sirvieron de respaldo para esta nota.
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