Historias de no bajar los brazos

Historias de no bajar los brazos

08 Agosto 2015
Patricia Sánchez sabe que tiene “dos ángeles en el cielo”. Pero sentirse protegida por ellos no disminuye su dolor: tiene 30 años y dos veces sufrió la dura experiencia de que sus embarazos se detuvieran a los seis meses de gestación. “Cuando perdí a Nachito, le echaron la culpa a mi presión arterial alta, pero nada más pasó. Hoy siento que si los médicos me hubieran dado más bola, quizás mi Emilia estaría conmigo”, y al dolor se suman enojo y frustración. Ahora que sabe que sufre trombofilia, la pelea desde otro lugar. “Yo les digo a las que pasaron por esto, que no bajen los brazos. No acepten respuestas como ‘es la naturaleza, o es mala suerte’. Muévanse, averigüen, presionen a los médicos”, es su consigna.

Es lo que hizo Valeria Salim (ver nota central): cuando se detuvo su embarazo de 16 semanas -la quinta pérdida-, decidió salir a investigar por su cuenta. “Nadie me habló de trombofilia, pero no me quedé allí: busqué. Indagué. Me pagué los análisis (todos los necesarios, carísimos). Y llegue a mi diagnóstico: “mutación del promotor del pai 4g/4g homocigota”. Es un tipo de trombofilia hereditaria...

La historia de Analía Danielsen es desgarradora; mientras la cuenta, se le quiebra la voz. Sin embargo, junto con sus palabras se escuchan los gorjeos de Sol. Cuenta que no le costó embarazarse, pero que en la octava semana empezó con pérdidas a causa de un hematoma en la placenta. Debió hacer reposo, pero así y todo en la 34 hubo que hacer cesárea de urgencia. “Era octubre del 2013. Tomás nació con 2,400 kg, pero falleció cinco días después”, recuerda con dolor. Por suerte en este caso buscaron con rapidez las causas: en abril de 2014 le diagnosticaron síndrome antifosfolipídico (una de las trombofilias adquiridas). Y desde febrero de este año Sol le ilumina la cara... y la vida.

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