
MIMO Y PSICÓLOGO. Alberto Sava impulsó el Frente de Artistas del Borda. foto de alternativateatral

Cuando en noviembre de 1984 junto con un grupo de internos del hospicio dio a luz el Frente de Artistas del Borda, Alberto Sava, mimo y psicólogo social, estaba lleno de esperanzas, pero sabía que la tarea era ardua. “Yo había hecho algunos trabajos como actor en el Hospital Moyano con el psicoanalista José Grandinetti antes de la dictadura, en la década del 70. La misma década que, en Trieste, Italia, había sido testigo de la primera gran experiencia de desmanicomialización (ver “La primera revolución”). Durante el gobierno de Raúl Alfonsín se intentó replicar esta experiencia en tres hospitales, uno de ellos, el Borda, y Grandinetti me dijo: ‘venite al Borda, vos que tenés experiencia en sacar el teatro a la calle. Vamos a sacar los locos a la calle’”, recuerda. Así empezó a construirse el Frente de Artistas del Borda.
Sava estuvo en Tucumán para participar del XII Festival Latinoamericano de Artistas Internados y Externados en Hospitales Psiquiátricos, organizado por la Red Argentina de Arte y Salud Mental, también fundada por él en 1999.
- ¿Por qué hacer hincapié en el arte?
- Apelar al arte en los manicomios no es una novedad, pero siempre se lo usó como “excusa terapéutica”. Lo que intentamos desde 1984 es usarlo como disciplina, como una actividad que cualquier grupo fuera del manicomio podría realizar, como acto creativo. Si se trata de teatro, por ejemplo, armar un buen espectáculo, no una sesión de psicodrama. El arte permite abrir canales de expresión, y ese es un camino hacia la salud. El manicomio violenta todos los derechos humanos; allí el deseo está totalmente anulado, y el arte es “una puerta a la libertad”.
- ¿Y así nació el Frente?
- Y sí… con este convencimiento fui invitando a la gente que veía en el hospital: los que cantaban en los patios, vendían poemas, pintaban en las paredes… y les propuse armar un grupo de artistas, y que el objetivo era que su creación pudiera salir a la calle. Mis colegas y yo estábamos convencidos de que si esa producción circulaba fuera del hospital iba a producir efectos en tres planos. Uno personal, ya que el proceso creador, lo que genera placer, hace bien, especialmente cuando es posible mostrarlo. En segundo lugar, en la medida que esa producción saliera, podría generar un efecto institucional: sería posible hablar de lo que sucede puertas adentro, que generalmente se silencia. El tercero es un efecto social: la comunidad deja de sentir que el hospital es “lo otro, lo ajeno, lo que da miedo”, y empieza a involucrarse. Por otro lado, se intentaba ofrecer una experiencia opuesta a la estructura vertical y totalitaria del hospital, donde los pacientes (“usuarios”, los llama la nueva ley de Salud Mental) no intervienen. Buscábamos una experiencia cuyo proyecto se pudiera construir entre todos.
El primer paso
La primera reunión fue el 15 de noviembre. Eran cerca de 50 personas. Lo primero que propusieron fue la búsqueda de un nombre. De pronto surgió la palabra Frente… “Uno de los internos dijo: vamos a ponernos Frente porque con esto vamos a ir al frente, vamos a enfrentar la realidad para cambiarla, vamos a ser los revolucionarios del Borda”, sigue hurgando en la memoria. Hubo algunas resistencias: “si aparecemos en TV van a creer que somos todos locos”, dijo alguno. “Y el que había propuesto el nombre respondió: ‘precisamente; por eso tenemos que desmitificar la palabra Borda. Con el arte demostraremos que podemos pensar, que podemos ser personas’ –añade- y quedó Frente de Artistas del Borda. Fue como un primer signo, un grito de libertad”.
Cuatro años después el Frente nacía oficialmente, y al cumplir los 10 años ya se había transformado en una ONG.
La ley de Salud Mental
Esta experiencia del Borda fue fundante, en muchos sentidos: 30 años (y unos pocos meses) después de aquel 15 de noviembre, la Red se ha extendido por todo el país con experiencias que buscan lograr la desmanicomialización. A tal punto, que la Ley Nacional de Salud Mental –que Sava califica de “revolucionaria”- no hubiera sido posible sin su acción. “Lo que se hizo desde la Red fue una verdadera militancia, con la ideología totalmente clara -afirma-. El trabajo fue inmenso, e hicimos durante años una intensa tarea de concientización”.
“Somos tozudos”, añade Sava, que cuando se habla de sí es parco, y reconoce que ya es hora de ir dejando la posta. “Creo que el XIII encuentro (que se realizará en Chapadmalal) será posiblemente el último que organice. Hay mucha gente ya formada, que está trabajando muy bien”, agrega. Pero no se queda sin proyecto: el próximo objetivo es latinoamericanizar la movida. Así las cosas, será más difícil que vuelven a silenciar a los “locos”.

“Estaré loca, pero no soy imbécil”
Belén Mercado es actriz y está a cargo del taller de teatro del Hospital del Carmen. Ha dirigido a “las chicas” (como llama al grupo de mujeres con las que trabaja, que llevan más de 20 años recluidas) en una obra de creación colectiva que bautizaron “Julieta y sus hombres”. “Con la obra ellas han podido poner en palabras, y poner el cuerpo, a padecimientos que comparten; casi todas tienen un historial de abuso masculino. Es que, en una institución total, verticalista y autoritaria, donde todo está regulado, el arte construye discurso. Poder decir, pode denunciar, es abrir un pasadizo hacia la libertad y la salud”. La obra fue presentada durante el XII Festival Latinoamericano de Artistas Internados y Externados en Hospitales Psiquiátricos. “Fue un éxito total –cuanta Mercado orgullosa-. La gente estaba chocha. ¡Son unas genias!”. Una de las internas se describe así: “estaré loca, pero no soy imbécil”. Genias, locas… el que esté totalmente cuerdo, que tire la primera piedra.








