Un round tras otro en la pelea televisiva por ungir a nuevos héroes de la cocina

Los contendientes ya están afilando los cuchillos, y los televidentes agendan el miércoles a las 21. Es que arranca la segunda temporada de “Masterchef” en Telefe. En 2014, con una -sencilla pero sabrosa- sopa de maní Elba Rodríguez llegó a la final como Mejor Chef.

Pero este año, la magia de la TV editada no tocó con su varita a “El mejor de la cocina”, un concurso que seguía el mismo objetivo que “Masterchef”: elegir al o a la que cocine mejor, pero con otro formato y en vivo.

El viernes, tras cuatro meses en el aire de El Trece, Julián Weich cerró el ciclo “El mejor...”, por problemas de bajo rating, según él mismo declaró en Radio Del Plata. Había empezado como “Mi mamá cocina mejor que la tuya”, donde parejas compuestas por una madre o un padre junto a su hijo o hija, debían cocinar un plato elegido por ellos mismos en 18 minutos. Era la vuelta de Weich a la tele tras meses de ausencia, con el jurado compuesto por Pietro Sorba, Elisabeth Checa y un invitado que cambiaba en cada emisión.

Arrancó bien, pero en tan sólo cinco días perdió la mitad de su audiencia. Por eso cambió de estructura y pasó a ser “El mejor de la cocina” desde comienzos de marzo. Allí competían dos estudiantes de cocina o cocineros por día, y los viernes se hacía la final por $ 50.000. Además de cocinar, los participantes debían contestar preguntas sobre la historia de la cocina y sobre recetas.

Los porqués de la salida del aire de “El mejor...” empiezan por la saturación de cocinas y cocineros que pululan en la pantalla desde la primera mañana. Otro detalle fue el riesgo y el carácter jugadísimo -lo destacó Zorba- de que por primera vez un canal de aire presentó un show de cocina en tiempo real, y a cargo no necesariamente de profesionales. También por primera vez se les dio lugar a los periodistas y críticos gastronómicos (Checa y Zorba). La innegable capacidad de Weich como conductor televisivo fue puesta a prueba en un formato que tal vez hubiese requerido un conductor más avezado en artes culinarias (varias veces por programa se lo veía tenso ante la lentitud de los cocineros y repetía frases como “yo no entiendo” o “yo no sé”).

Si bien el sufrimiento es esencial en todo reality show gastronómico (el mismo “Masterchef” o “Kitchen Nightmares”) en “El mejor...” ello no se canalizaba o no se resolvía.

A veces daba la impresión de que a los jueces “les quedaban chicos” los cocineros; sin embargo en las devoluciones estaba la enseñanza. Además imperaba la paradójica sensación de que se corría contra el tiempo y de que el programa se hacía largo.

Muchas hornallas se han encendido en la tele desde 1951, cuando doña Petrona C. de Gandulfo salió en cámara, en delantal de cocina, a dar un servicio al ama de casa. Desde entonces las ecónomas dieron paso a los chefs y se sumó el televidente masculino.

Después se impuso la onda gourmet, y del decorado de cocina de la casa se pasó a escenarios lujosos, con viajes a las antípodas y cocinas exóticas. Por último llegaron los reality shows, como Masterchef, que fidelizan legiones y rating a través su carga de suspenso, pero sobre todo con historias y sueños de gente común que adora dar de comer rico.

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