Atlético y su sueño enterrado

Atlético y su sueño enterrado

El "decano" arrancó arriba pero no pudo evitar la remontada de Huracán, que logró el ascenso.

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Y se fue el ascenso. Y se dirá que Atlético perdió, que Huracán lo demolió en el suplementario porque el “decano” se mancó. El 1-4 final en esta final con aire mendocino clarifica lo bien que trabajó uno y lo mucho que le costó al otro. Fue un calco de los partidos anteriores contra los de Néstor Apuzzo, este Apuzzo sacado de la cantera del club y que bajo su mandato los de Parque de los Patricios volvieron del más allá en la B Nacional, volvieron a Primera y ganaron la Copa Argentina.

La tercera no fue la vencida. Dejando de lado el 2-1 del primer enfrentamiento entre ambos, en los dos que le siguieron Atlético fue quien primero golpeó. Mereciéndolo o no, el “decano” había encontrado la luz y el pasaje a la A. Supo aprovechar una de las pocas acciones en conjunto que construyó con calidad y temple.

Quizás no mereció haberse puesto arriba en el marcador pero el fútbol no paga por empeño, no, paga por contundencia, algo que Huracán no tuvo al principio de esta historia. Si no, la cosa hubiera sido distinta. Las bandas de Atlético flojearon demasiado. No fueron opción. Y buscar siempre el medio para golpear, como que se hizo tedioso y complicado. Gonzalo Martínez había perdonado en un par de ocasiones. Lo mismo Cristian Espinoza.

El 0-0 pintado hasta después del entretiempo era un plus para el “decano”. Era vida, una vida que supo ampliar hasta la inmortalidad después de ese centro de Leandro Díaz, el cabezazo de “Pulguita” para salvar el balón, y la sentencia de Cristian Menéndez debajo del arco. Gol. Golazo, por la concepción de la jugada.

Pero Huracán nunca supo darse por vencido. Entonces, el recuerdo retrocede hasta el último cruce, aquel 2-1 de Huracán que se llevó de Tucumán estando 0-1 desde el vestuario pero que dio vuelta aún cuando parecía que estaba descartado en la pelea por el ascenso.

Acá, en la tierra del buen Vino, pasó lo mismo. La fortuna, esa que le negó con el palo a “Pity” Martínez el 1-0, apareció en todo su esplendor. Ramón Ábila entró con fuerza al área, aguantó parado y buscó la descarga atrás. Llegó Federico Mancinelli, el leñador de la banda diestra que le pegó como Cristiano Ronaldo. Fuerte, al ras. Mancinelli aprovechó el agua en el campo. La pelota fue como si estuviera sobre una tabla de surf. Barrenó piernas hasta encontrarse con Lucas Calviño. Falló Lucas. El empate fue su castigo.

Huracán pudo ganar, pero otra vez el palo se interpuso a la vaselina de Ábila y después perdonó a Eduardo Casáis, que rechazó pésimo y casi convierte en contra, todo en la misma acción. Al alargue.

La extensión del partido fue la perdición de Atlético. Pablo Garnier no pudo cortar un centro ni Nicolás Romat despejarlo. Disparada, la pelota corrió al medio. Calviño le ganó a Ábila pero su infortunio fue otro rebote larguísimo. Con tiempo y panorama, Alejandro Romero Gamarra colocó la pelota donde quería: dentro del arco albiceleste.

Y Atlético se nubló, Díaz vio la roja (infantil acción siendo importante para el grupo) y Ábila, con el equipo jugado, mataba las ganas de empate con una definición lejana y al medio de la zona prometida. Chau partido. Y para colmo, después llegó el penal y una nueva roja, esta vez a Calviño. Agustín Torassa terminó de enterrar el sueño de ascenso de Atlético, justo contra el mismo rival que fechas atrás pudo aniquilar y no lo hizo.

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