Karl Popper

Karl Popper

El 17 de septiembre pasado se cumplieron 20 años de la muerte del filósofo austríaco que ejerció una influencia notable en el campo de la epistemología y en el de la filosofía política. Criticó con sólidos argumentos al marxismo y a la televisión

07 Diciembre 2014
Autor de una vasta obra intelectual, la vida de Karl Popper (1902-1994) estuvo marcada por preocupaciones éticas que intentó proyectar en sus ideas y propuestas sociales. Impulsado por ellas, en el marco del colapso del imperio austrohúngaro, la desintegración espiritual que ello trajo aparejado y las terribles secuelas de la Gran Guerra, se acercó al Partido Comunista de Austria a los 17 años. Como cuenta en su autobiografía, Popper quedó impresionado por la propaganda pacifista de los comunistas y ciertas actitudes del gobierno soviético. A pesar de que tenía un amigo en Rusia que le explicaba el fanatismo y la capacidad de mentir de los bolcheviques, siguió adelante confiado en lo que le decían los comunistas de su país, quienes le habían dado la bienvenida, le encargaron tareas y hasta le permitieron participar en algunas reuniones, a pesar de su juventud. De todos modos, desde el principio sintió inquietud porque en el Partido se promovía una especie de instinto criminal contra los “enemigos de clase”; además no le respondían claramente sobre la violencia y la mentira. Los jefes decían hoy blanco y mañana negro cuando recibían un telegrama de Moscú. Popper notaba que su integridad moral se sacrificaba cada vez más en aras del triunfo de la revolución. Hasta que a los pocos meses ocurrió un hecho crucial que cambiaría su vida: se desencadenó un tiroteo durante una manifestación de jóvenes socialistas, que instigados por los comunistas trataban de ayudar a escapar a algunos comunistas que habían sido arrestados en la sede central de la policía de Viena. Varios jóvenes obreros socialistas y comunistas murieron. Popper estaba horrorizado por la brutalidad de la policía, pero también con él mismo, porque sentía que compartía parte de la responsabilidad por la tragedia al adherir a una teoría que exige que la lucha de clases sea intensificada con vistas a acelerar la llegada del socialismo, sin importar las consecuencias y especialmente las víctimas humanas.

Cuestionamientos
Este episodio lo percató del carácter dogmático del credo marxista y de su increíble arrogancia intelectual. Popper cuenta que esto lo llevó a ser un falibilista: lo llevó a sospechar de las afirmaciones grandilocuentes o pseudocientíficas; por ejemplo la predicción del marxismo acerca del curso necesario de la historia, ese profetismo englobado en el historicismo o filosofía oracular que pretende redimir secularmente a la humanidad. A partir de allí la condición que exigiría a cualquier teoría que pretendiese ser científica sería la modestia intelectual, modestia que en la línea de Sócrates reconociera la magnitud de nuestra ignorancia. Esto no significaba que considerase ideal el estado de incertidumbre o duda permanente y la prueba está en que sostuvo sus ideas básicas con mucha convicción durante toda su vida. En ese mismo año, 1919, Popper conoció a Albert Einstein y le asombró la actitud crítica de éste, una actitud totalmente opuesta a la de Marx (también a la de Freud y Adler) y sus seguidores. Einstein subrayaba que si no resistía ciertas pruebas, su teoría se haría insostenible. En lugar de buscar permanentemente la confirmación, Einstein no tenía miedo de contrastar audazmente sus teorías con la realidad. Popper sintió cómo le había faltado precisamente esa actitud crítica para con el marxismo y sus dirigentes; en realidad había actuado irracionalmente y por eso había caído en esa trampa moral pseudocientífica. A partir de allí se convirtió en un luchador contra la veneración de los gobernantes y subrayó la responsabilidad moral de los intelectuales, ya que entendía que muchos problemas humanos están causados por cadenas de gente que confía en personas irresponsables.

En esas experiencias se halla en gran medida la raíz profunda de su racionalismo crítico, la teoría a través de la cual definió su filosofía, que mas allá de sus desviaciones racionalistas se basa, como por otra parte él lo expresó más de una vez, en una actitud de fe en la razón, la tolerancia y el respeto, opuestos a la arrogancia y la violencia irracional. Esa actitud la resumió en un verso: quizás yo esté equivocado y tú en lo cierto, quizás con un esfuerzo a la verdad nos acerquemos. Toda su obra intelectual, entonces, en las que destacan libros como La sociedad abierta y sus enemigos, La miseria del historicismo, Conjeturas y refutaciones, El mito del marco común, entre otros, se entienden más claramente a la luz de esta clave y las experiencias concretas que sufrió.

En los últimos años de su vida, Popper se preocupó especialmente por el problema de la violencia extendida a todas las capas de la sociedad. Constató que la televisión y los medios de comunicación en general ocupaban un puesto primordial en cuanto a su generalización.

Crítica a la TV
En un reportaje que le hizo el diario italiano L´unitá, publicado en 1994, decía: “la televisión tiene un enorme poder sobre la mente humana, un poder que no existió nunca antes. Si no restringimos su influencia, seguirá alejándonos de la civilización, haciendo que los maestros queden sin poder para hacer nada al respecto. Y al final del túnel no habrá nada más que violencia. Comencé a hacer sonar esta alarma hace cuatro o cinco años, pero no ha tenido ningún efecto. Sé que nadie quiere detener este terrible poder”.

Impresionado por el alcance y la influencia que habían alcanzado los medios de comunicación de masas y su deriva hacia lo peor mezclando sensacionalismo, grosería, banalización de todos los problemas, degradación del lenguaje y crueldad, advirtió sobre la consecuencias nefastas para la convivencia social.

Propuso entonces -como ocurre en otras profesiones- que los productores televisivos deberían contar con una patente, una cédula o una especie de licencia, que podría ser quitada por vida si violasen determinadas normas, otorgada no por una nueva estructura estatal, sino por una institución integrada por los participantes de la actividad y los representantes de los principios morales y culturales de la sociedad. Tal era el grado de degradación que percibía en los medios, que no dudó en considerarlos enemigos de la civilización.

A 20 años de su fallecimiento quisiéramos resaltar algunos puntos de su legado intelectual: 1) el rescate del realismo en su teoría del conocimiento, 2) el conocimiento científico como una empresa dirigida a buscar la verdad, 3) la revalorización de la ética y el contexto institucional en la vida política con miras a controlar y encauzar al poder y 4) el fomento de la actitud de respeto, modestia y razonabilidad en los asuntos humanos, puntos todos que permitirían entablar un diálogo fructífero con la filosofía realista de raíz cristiana.

© LA GACETA
Horacio M. Sánchez de Loria Parodi -  Autor de El presidente Mitre y el orden jurídico e Indalecio Gómez y su época, otros libros.

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