Un maestro que enseña a hacer música con viento entre cuatro paredes

Un maestro que enseña a hacer música con viento entre cuatro paredes

Víctor Juárez es reconocido como intérprete y como maestro del menos conocido de los instrumentos populares, el bandoneón

Un maestro que enseña a hacer música con viento entre cuatro paredes
De chico, cuando decía que estudiaba bandoneón lo miraban raro; parecía cosa de viejos.

“Quisiéramos ser un pálido reflejo de Dino Saluzzi, para mí, el mejor bandoneonista argentino”, declara Víctor Juárez (44 años). Cerca del Día de la Música el entrevistado es uno de los que la eligió como camino, como ejecutante y como maestro. A los 15 entró en la Escuela de Música de Salta para aprender a tocar el bandoneón, y fue alumno de Celso Saluzzi (hermano de Dino). Vino a Tucumán a estudiar Derecho, y es abogado, pero lo ganó la música. LA GACETA interrumpió una clase junto a tres de sus alumnos.

“En Tucumán no se produjo una renovación generacional, cosa extraña siendo el polo cultural del NOA -señala-. Hay instrumentistas muy destacados, pero no en bandoneón”.

En 2007 Juárez entró en el Instituto de Música de la UNT y se enamoró de la enseñanza. ”Cuando empecé con los talleres tenía solo dos alumnos. El año pasado empezaron a llegar más. De golpe gente joven empezó a interesarse. Vienen tanto del lado del folclore como por el tango, y los más motivados son los milongueros”, cuenta.

- El bandoneón es emblemático del tango...

- En las orquestas típicas es indispensable; los demás instrumentos son muy conocidos. Otra caractística es que el músico es o uruguayo o argentino, porque el Río de la Plata ha dado grandes instrumentistas.

- ¿Qué repertorio estudian?

- Según la iniciativa de los alumnos; es amplio. Hay quienes vienen por el repertorio ciudadano y otros por el folclore del NOA y del NEA, son las dos grandes vertientes. Yo me formé más en el tango, pero estamos tan lejos de Buenos Aires que aquí el folclore es preponderante. En Amaicha hay un Festival del Bandoneón, y también en Alpachiri. Hay un reservorio de intérpretes.

- ¿Y en música académica?

- El hecho de que el bandoneón esté encasillado en la música popular no le quita posibilidades polifónicas. Se puede hacer también música clásica: hay un alumno que estudia un minué de Bach en unas transcripciones de Alejandro Barletta; otro aprendió el Ave María, o un vals vienés. Y en el ambiente jazzero nacional y mundial el bandoneón goza de un elevado concepto.

- ¿Quién interpreta mejor Piazzolla?

- Daniel Binelli es probablemente el mejor intérprete de Piazzolla; hasta fue elegido por él para hacer el sexteto para dos bandoneones, uno de sus últimos proyectos que quedó trunco.

- ¿Qué hace falta para aprender a tocar? ¿Hay que leer música?

- Es importante conseguir el instrumento. Se hacen en Alemania, son caros y escasos. Se consiguen de luthiers o de particulares. Los que tenemos aquí son de alrededor del 30, comprados a los dueños. No hace falta saber música porque es un taller, pero si tienen conocimientos serán muy bien aprovechados. También quienes tienen experiencia en acordeón a piano.

- ¿Para tocar hay que “partir” el cerebro en dos o en cuatro?

- Alguna vez, en un taller de tango, una profesora dijo: ‘pasa que los bandoneonistas tienen el cerebro retorcido’. El bandoneón presenta dificultades en la botonera, en aparente desorden. Otros instrumentos tienen una lógica que se repite: a la par de un Do hay un Re, y del otro lado hay un Si, en cambio en el bandoneón eso no pasa. Sumamos a esto que los botones tienen una nota cuando abre el fuelle y otra cuando se cierra, entonces hay que ser muy preciso en cada movimiento. Hay que memorizar el teclado. Es la gran diferencia con el acordeón a piano.

- ¿Qué te deja la enseñanza?

- No pensaba dedicarme a enseñar. Desde que empecé a dar talleres trabajar con alumnos me abre la mente porque traen inquietudes nuevas. Buscamos la partitura y estudiamos. Los alumnos vienen a aprender y el profesor termina aprendiendo con ellos.

El mayor de la clase, Roberto Kairuz (63), confiesa: “me abstrae; escucho tocar al profesor y vivo pensando en que voy a poder tocar como él” . Arranca con “La cumparsita” como si arrastrara cada acorde desde el fondo del alma. Tímidamente sus compañeros lo acompañan. A la orquesta de bandoneones se suma el profesor. Aporta técnica, sonido y disfrute. Sueña con que un día, alguien que escuche a sus músicos reconozca: “es alumno de Juárez”.

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