Pecados capitales
“A confesión de partes, relevo de pruebas”, sostiene un conocido axioma jurídico. Es lo que está ocurriendo en las alcobas del oficialismo. A diez meses de las elecciones provinciales, el peronismo ya empezó a colgar sus bombachas en el ligustro del vecino. “Incorporarnos a otro espacio (al alperovichismo) sería convalidar la falta de diálogo y de consenso, el autoritarismo, los hechos de corrupción y la impunidad. Y nosotros no estamos dispuestos a eso”, disparó hace unos días Germán Alfaro, secretario de Gobierno de la capital y principal operador político del intendente Domingo Amaya.

Alfaro también dijo que la provincia está inundada de planes sociales, que no se han generado inversiones ni empleos genuinos y que Alperovich priorizó el corto plazo, con obras marketineras, y que no hizo nada en materia de infraestructura y electoralistas, porque no se ven y “no pagan políticamente”, y que por eso falta agua y están colapsadas las redes de energía y de cloacas.

Días antes, el propio Amaya también le había dedicado un par de párrafos a José Jorge. Habló de que no se debe seguir avalando el nepotismo de los políticos que llegan al poder y lo primero que hacen es nombrar a la mujer, a los hermanos y a los hijos. Y dijo que en toda la provincia, cuando la recorre, la gente pide trabajo, y que no se puede seguir haciendo sólo cordones cuneta porque hay necesidades más urgentes.

Ni Amaya ni Alfaro vieron todos estos problemas durante una década. Es lo que al menos salieron a responderle, más rápido que ya mismo, algunos de los soldados de Alperovich. “Alfaro se queja de los planes sociales y es el padre del clientelismo político en Tucumán”, le retrucó el concejal alperovichista Ignacio Golobisky. “Le recomiendo que en vez de llevar servicios municipales al interior, cosa que no corresponde, se dedique a buscar soluciones a los problemas de la Capital. Siempre mira para otro lado”, agregó antes de cantar falta envido. También salieron al cruce el legislador Dante Loza, quien trató al amayismo de incoherente porque siempre vota junto al alperovichismo, y el secretario de Gobierno, Marcelo Caponio, que le recordó a Alfaro que “él y su mujer (la legisladora amayista Beatriz Avila) están hace 20 años en distintos niveles de conducción de la provincia” y por lo tanto “ellos son responsables del San Miguel de Tucumán que vivimos”.

En síntesis, desde la Municipalidad le enrostran al gobierno que la provincia es un desastre y desde la provincia les responden que ellos son cómplices. Es por eso que, a confesión de partes, relevo de pruebas.

En el medio de este griterío, Alperovich impuso al ministro de Salud Pablo Yedlin como candidato a intendente de la capital y dejó a varios mascullando bronca, entre ellos a la secretaria general de la Gobernación, Carolina Vargas Aignasse, quien desde hace tiempo venía probándose el trajecito de intendenta. No sólo ella; en Casa de Gobierno dicen que la candidatura de Yedlin tuvo más agachadas que japonés con visitas. Alperovich eligió a Yedlin porque es uno de sus funcionarios más conocidos (a fuerza de estar todos los días en la tele), es el que mejor mide en la clase media desperonizada (dicen que llega a 20 puntos) y es uno de los que tiene la imagen negativa más baja. La única causa que lo salpica es el escándalo Funsal, pero es un hecho desconocido para la mayoría del electorado.

Otras de las especulaciones es que Yedlin es un candidato sacrificable ante una eventual derrota. El ministro necesitaría de todo el peronismo de la capital unido, más un porcentaje importante del voto independiente, para poder pensar en ganarle a José Cano y hoy está lejos de eso. Varios referentes capitalinos están con Amaya, como Alfaro o los concejales Oscar Cano, Eloy del Pino, Christian Rodríguez y José Franco, además de otros funcionarios municipales, y tampoco cuenta con otros peronistas con peso territorial como Gerónimo Vargas Aignasse y Esteban Dumit, que están con Massa. Tampoco se descarta que algunos peronistas desairados por Alperovich decidan no apoyar a Yedlin, sobre todo si en marzo los números confirman que se estrellarán en agosto.

La única chance que tiene Yedlin es que es mucho más conocido que cualquiera de los posibles candidatos a intendente del Acuerdo Cívico y Social, que hasta ahora sigue siendo canodependiente, el verdadero talón de Aquiles de la oposición.

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