Ganancias se devoró el medio aguinaldo

Ganancias se devoró el medio aguinaldo

Gran parte de los aportantes de la cuarta categoría se encontraron con una poda de hasta un 40% del Sueldo Anual Complementario del primer semestre por efecto de la falta de actualización del mínimo no imponible y de las escalas. Las paritarias terminaron de confirmar el escenario de una mayor carga tributaria por igual trabajo.

El aguinaldo dejó de ser aquella tabla de salvación de los asalariados. En el mejor de los casos, la oportunidad para atesorar algunos pesos o poder salir de vacaciones. Desde que el Gobierno rubricó que el salario es renta, los empleados de la cuarta categoría del impuesto a las Ganancias padecen una elevada presión tributaria que no sólo golpea el bolsillo, sino también la autoestima de aquel que sale todos los días a la oficina, a la fábrica, al aula o al hospital a ganarse, con sacrificio, un ingreso.

El Gobierno nacional, hasta ahora, ha desechado cualquier posibilidad de retocar el impuesto que le ha reportado $ 125.658 millones durante el primer semestre. En otras palabras, por cada $ 100 que recaudó la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), $ 23 pusieron las personas físicas y jurídicas por Ganancias. Tiene un fin estrictamente recaudatorio en momentos en que el Poder Ejecutivo nacional necesita financiar un creciente gasto público.

“El aguinaldo es plus siempre muy esperado por los argentinos, la mayoría lo utiliza para saldar deudas y otros menos para ahorrar”, señala Pablo Molouny, gerente general de Trabajando.com Argentina. El portal especializado en cuestiones laborales efectuó un sondeo en el que constató que el 43% de los asalariados destinaron el medio aguinaldo al pago de deudas. Otro 32% contestó que ese dinero extra le permitiría generar cierto ahorro, mientras que un 14% consideró que lo gastaría en viajes. Finalmente, el 7% de los trabajadores sondeados respondió que usaría el aguinaldo para comprar ropa, mientras que el 4% restante lo destinaría a artículos o refacciones para el hogar.

Pero la realidad ha llevado a gran parte de los asalariados a prescindir de aquellos viejos lujos que se daban en otros tiempos, cuando la incidencia del impuesto no era tan gravitante. “Duele observar que el aguinaldo en la Argentina se tornó en algo virtual, porque es devorado por el impuesto a las Ganancias”, dice a LA GACETA el tributarista José María Peña. Según el ex jefe de los “sabuesos” de la DGI, hay demasiada parsimonia o anomia por falta de movimiento del Poder Ejecutivo y/o Legislativo con proyectos que tiendan a actualizar los mínimos no imponibles y las escalas del impuesto. “Ganancias se ha convertido en un impuesto al trabajo y no puede ser que se malgaste el dinero que se recauda en cuestiones que, en definitiva, no llegan al bolsillo del trabajador que aporta”, sostiene el experto.

Peña insiste en que no se puede mantener un gravamen sobre el esfuerzo que realiza un trabajador para llevar a su hogar los ingresos necesarios para sobrevivir. “Estaría justificado si se aplica a aquellos que pueden llegar a ganar unos $ 100.000. Pero sin actualización de las escalas, estamos en presencia de un impuesto al esfuerzo personal de todos los días”, plantea. El especialista sostiene que, dadas las circunstancias, puede decirse que la mitad del aguinaldo que percibió un trabajador se lo comió la inflación y la otra mitad Ganancias. “Dicen que los impuestos vuelven en bienes y servicios, pero al trabajador no le viene nada: los servicios están más caros y los bienes resultan elevados con una inflación anual calculada en el 40%”, considera.

La base de cálculo

Esta interpretación está en línea con lo que señaló, días pasados, el vicepresidente del Mercado Central de Buenos Aires, Alberto Samid. “La gente ya no es que no llega a fin de mes; no llega al 15 ahora”, admitió en diálogo con radio América. Y añadió: “¿qué es la inflación? Usted, este mes, para alimentar a su familia necesita $ 4.000. El mes que viene, esa misma mercadería sale $ 4.500. Los $ 500 (de diferencia) es la inflación”.

Con esas expectativas inflacionarias y con las deducciones de Ganancias congeladas, hubo un incremento en la base de cálculo del impuesto a las Ganancias que, en tiempos de aguinaldo es creciente. “Todo esto lleva a que un empleado se ubique en una categoría más alta que la habitual y, por ende, pague más Ganancias al fisco”, señala a nuestro diario el tributarista Federico Moreno, del Estudio Moreno y Asociados.

De acuerdo con este criterio, si el trabajador ha experimentado un aumento del orden de los $ 1.000, seguramente pasará automáticamente de categoría. “Por esa razón, hay muchos trabajadores que prefieren no hacer horas extra porque los adicionales le significan un salto en la escala, al igual que cuando se suma el aguinaldo a la base de cálculo”, plantea.

Moreno también pone el acento en la situación de injusticia que puso entre los empleados alcanzados por Ganancias el decreto presidencial 1.242, de agosto del año pasado, que estableció una deducción especial para la cuarta categoría del impuesto. Según esa norma, ningún asalariado que cobre hasta $ 15.000 deberá pagar Ganancias. Esa disposición no implicó una suba del mínimo.

“Los aumentos logrados por los gremios en las últimas negociaciones paritarias han desnudado aquella situación de injusticia”, acota. Y explica: “si una persona ganaba $ 16.000, no entraba en el beneficio de exención, y hoy puede llegar a cobrar $ 20.000, es posible que le serruchen hasta una tercera parte del sueldo por culpa de aquel decreto. Así las cosas, se puede dar el caso que se equipare con las remuneraciones de aquellos que no estén alcanzados por Ganancias o, en el mejor de los casos, ganen un poquito más”.

Según los cálculos de los especialistas consultados por LA GACETA, en la última liquidación salarial, el fisco pudo haberse quedado con hasta un 40% del medio aguinaldo. Más complicada es la situación de aquellos que ganan desde $ 25.001. En este caso, la retención pudo haber llegado al 69%.

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