De espaldas sólo parecía un adolescente común y corriente, que vestía de negro, con un jean y una gorra roja. Pero ese sombrero no tenía nada de ordinario. Sobre la coronilla tenía adosados unos parlantes, redondos y sobresalientes. Entonces, ese extraño personaje que caminaba por la calle Córdoba transmitía canciones a todo volumen; era una radio andante, que repartía risas y caras de asombro de aquellos que se encontraban de frente con semejante espectáculo. Si lo veías desde lejos, aún podías escuchar la radio.
En cambio, ya es habitual ver a la chica de barrio Sur que prefiere peinarse con ramas verdes, y acomodar las hojas cual tocado en esa cabellera batida y opaca. A veces le gusta hablar a los gritos, es que quizás nadie le presta atención; pero cuando canta sí que se hace escuchar. También, en este mundo de cemento y bocinazos, podés cruzarte con el que camina rápido por los costados de la Mate de Luna, y que cuando está enojado escupe al paso; o con el hombre que camina encorvado por la San Martín, moviendo sus brazos cual batidora; o con la mujer mayor que reta a alguien o a la nada en las galerías céntricas, y que se da vuelta mientras camina para reprender nuevamente.
¿Será que todos tenemos algo de locos? ¿O que cada vez hay más locos sueltos en la calle? Florencia, una amiga psicóloga, contesta que es probable; que la nueva ley de Salud Mental podría ser una de las justificaciones. Es que la norma permite que los pacientes continúen su tratamiento psiquiátrico en forma ambulatoria, en casas de convivencia o en hospitales de día. “¿Por qué no pueden estar con nosotros?”, se pregunta y nos pregunta. Y agrega que si se lo hubiera encontrado al “chico parlante” seguro habría aplaudido. Es que dio un show en plena calle. Se merecía la ovación.
En cambio, ya es habitual ver a la chica de barrio Sur que prefiere peinarse con ramas verdes, y acomodar las hojas cual tocado en esa cabellera batida y opaca. A veces le gusta hablar a los gritos, es que quizás nadie le presta atención; pero cuando canta sí que se hace escuchar. También, en este mundo de cemento y bocinazos, podés cruzarte con el que camina rápido por los costados de la Mate de Luna, y que cuando está enojado escupe al paso; o con el hombre que camina encorvado por la San Martín, moviendo sus brazos cual batidora; o con la mujer mayor que reta a alguien o a la nada en las galerías céntricas, y que se da vuelta mientras camina para reprender nuevamente.
¿Será que todos tenemos algo de locos? ¿O que cada vez hay más locos sueltos en la calle? Florencia, una amiga psicóloga, contesta que es probable; que la nueva ley de Salud Mental podría ser una de las justificaciones. Es que la norma permite que los pacientes continúen su tratamiento psiquiátrico en forma ambulatoria, en casas de convivencia o en hospitales de día. “¿Por qué no pueden estar con nosotros?”, se pregunta y nos pregunta. Y agrega que si se lo hubiera encontrado al “chico parlante” seguro habría aplaudido. Es que dio un show en plena calle. Se merecía la ovación.
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