El "Día D", un giro en la Segunda Guerra Mundial y el umbral de la Guerra Fría

Por Marcela Jorrat, magister, profesora Adjunta, Historia Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, UNT.

ACTUACIÓN. La playa de Viervielle-sur-Mer, o playa Omaha, fue escenario de una reconstrucción histórica del desembarco que cambió el curso de la Segunda Guerra. REUTERS ACTUACIÓN. La playa de Viervielle-sur-Mer, o "playa Omaha", fue escenario de una reconstrucción histórica del desembarco que cambió el curso de la Segunda Guerra. REUTERS
06 Junio 2014

El siglo XX estuvo signado por transformaciones y aceleraciones de la historia que imprimieron un sello particular a sus décadas. Siglo de amplias y profundas mutaciones, en la política, en la sociedad, en la cultura, en la técnica, en las mentalidades, pero paradójicamente, siglo en el cual el reconocimiento de los derechos humanos y los genocidios parecieron marcar un derrotero pendular a la racionalidad. Es precisamente en esa “edad de los extremos” según la definición de Eric Hobsbawm, en la que ubicamos a un fenómeno tan traumático e inédito como fue la II Guerra Mundial, conflicto que implicó sin dudas un giro violento, una inflexión profunda en la historia. La destrucción en grados superlativos, la ciencia y la tecnología al servicio de la muerte y el exterminio planificado de pueblos enteros, han constituido su impronta y triste legado al mundo contemporáneo. Por lo tanto, el significado y las proyecciones de la Segunda Guerra Mundial no se agotaron en una ruptura provisoria de un proceso político, socioeconómico y humano, por el contrario, la guerra hizo emerger los más graves y profundos cuestionamientos que pueden formularse los hombres y las sociedades, que a partir de entonces, supieron que - en palabras de Zygmunt Bauman- era “posible imaginarse lo inimaginable”. 


A partir de la invasión a Polonia en 1939, la Alemania de Hitler avanzó rápidamente sobre Europa occidental. En junio de 1940 las tropas alemanas atravesaban, ante las lágrimas de los franceses, el Arco del Triunfo. Un largo camino de dolor y sufrimiento comenzaba allí para una Francia que ingresó a la conflagración mundial sumida en la crisis política y carente de una visión en conjunto, de una estrategia global diplomática y militar que fuera acorde al nuevo carácter de la guerra, según había insistido desesperadamente De Gaulle. Indudablemente para Francia “el 40” es una fecha colmada de simbolismo que trasciende el plano militar pues representa la “crisis de la conciencia nacional”.

Hacia 1944 la Gran Alianza entre Inglaterra, Estados Unidos y la URSS constituía un medio de cooperación para derrotar al Eje, como así también un instrumento mediante el cual buscaban tener mayor influencia en el mundo de posguerra. La necesidad de crear un segundo frente en el continente, a fin de aliviar a los rusos en el este, adquirió una significación política y militar fundamental para el futuro. Tuvo sus antecedentes en el norte de África a fines de 1942, dando lugar a las acciones en Sicilia e Italia del sur. Pero donde adquiere una dimensión clave para la guerra, es el 6 de junio de 1944 cuando los aliados desembarcaron en Normandía bajo el mando del general Eisenhower. Una combinación sin precedentes de fuerzas, inglesas, canadienses y norteamericanas, de tierra, de mar y de aire respaldadas por importantes abastecimientos y reservas de hombres localizadas en Inglaterra, obligó a los alemanes a retroceder y permitió liberar París en agosto de ese año.

Del llamado “Día D” podemos inferir algunas consecuencias. En primer lugar, la presión de ambos frentes, oriental y occidental, fue decisiva en la derrota alemana. Por otra parte, el proceso de liberación implicó un profundo quebrantamiento material, humano y moral, ocasionado por la guerra en sí y por los métodos empleados en el transcurso de la misma. No en vano la Segunda Guerra ha sido definida como guerra total. Finalmente, el significado político de este segundo frente y de lo sucedido en Normandía, era tan relevante como su significado militar, pues ponía en claro que los anglo-norteamericanos participarían junto con los soviéticos en la rendición y ocupación de Alemania y sus satélites. De este modo, el final de la Segunda Guerra en 1945 no inauguraba una etapa de paz sino que, por el contrario, era el umbral de un nuevo período de tensiones y conflictos: la Guerra Fría.

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