Aprenden a darle valor agregado al bambú y construyen un colegio para su comunidad

Una institución religiosa centenaria y especialistas de la UNT impulsan un proyecto educativo y de aprovechamiento de los recursos de la zona.

CONFORT. Al colegio María de la Esperanza -todavía en construcción-  asisten 100 chicos, con el apoyo de los Hermanos de la Sagrada Familia.  la gaceta / fotos de osvaldo ripoll CONFORT. Al colegio María de la Esperanza -todavía en construcción- asisten 100 chicos, con el apoyo de los Hermanos de la Sagrada Familia. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
31 Mayo 2014
Los imponentes Nevados del Aconquija acunan a su pie al pueblo de Santa Lucía. Desde lo lejos, y a orillas de la ruta 307, asoma ante el visitante con la inmensa chimenea del ex ingenio local. Es lo que quedó de la fábrica que fue el motor de la economía local y que, en 1969, dejó definitivamente de producir. El impacto socio-económico que acusó la comunidad fue durísimo y hasta ahora le cuesta recuperarse. La desocupación y la pobreza hicieron estragos. En este pueblo con sobrados avatares en su historia, abunda el bambú. Se trata de una gramínea que, a pesar de sus bondades, también se constituyó en un emblema de las carencias. Es que ante la falta de dinero, era el recurso salvador al que apelaban algunos lugareños para construir sus casas y también muebles.

“Donde vayas, vas a encontrar esa caña. Nosotros, en un tiempo, hasta la usábamos para hacer camas al no tener ni en qué dormir” recordó don Ceferino Díaz, vecino del lugar. Ahora el bambú adquiere jerarquía y es revalorizado en el pueblo como un recurso natural renovable, capaz de contribuir al desarrollo económico del lugar.

Las esperanzas se cristalizan a través de un proyecto que llevan adelante, a través de un acuerdo mutuo, la Facultad de Arquitectura de la UNT y la Comunidad de Hermanos de la Sagrada Familia, una institución religiosa con casi 100 años de vida, fundada por el sacerdote Gabriel Taborín.

Sismo-resistente

Ahí, al norte del pueblo, el arquitecto Horacio Saleme, titular de la cátedra de Diseño Estructural de la FAU, dirige la construcción del Colegio Secundario María de la Esperanza (creado en el 2012), utilizando el bambú en gran parte de la estructura edilicia. La obra, que ya tiene unos 3.000 m2 cubiertos, avanza sin tregua y cobija en la actualidad a cerca de 100 estudiantes.

“Nuestra universidad transfiere la tecnología del proyecto bambú, que lo trabajamos desde hace 20 años en nuestras aulas, a la construcción de una escuela. De esta manera se capacita a la gente local en las técnicas de utilización del bambú. Al mismo tiempo se promueve una nueva actividad productiva” explicó.

La UNT, siguiendo los preceptos de su fundador Juan B. Terán, encaró el proyecto bambú en el marco de los planes de promoción comunitaria. “Nos pidieron que busquemos desde nuestra cátedra un recurso que le brinde mayor sismo-resistencia a las viviendas rurales. Y así, cuando fuimos al campo, advertimos que había en abundancia bambú y que se lo utilizaba miserablemente en cercas de potreros y en ranchos”, contó Saleme.

“Esta caña es un material de construcción muy utilizado desde hace mucho tiempo por ser de altísima resistencia desde el punto de vista estructural. Además es rápidamente renovable, sustentable, protege el suelo y se regenera en pocos años. En el mundo hay más de 5.000 industrias derivadas del bambú”, apuntó.

Las organizaciones promotoras de este tipo de caña, aseguran que el incremento de su uso en distintas industrias, contribuirá a la reducción de la tala indiscriminada de árboles que, junto a la contaminación ambiental, aceleran el calentamiento global.

El Colegio

Mónica Córdoba, coordinadora social de la Comunidad de la Sagrada Familia, dijo que la construcción del colegio en Santa Lucía fue resuelta considerando las características sociales de la comunidad. “Una comunidad que, a pesar de las dificultades socio-económicas que viene afrontando, tiene ganas de progresar”, manifestó. “Esta es una tarea social y educativa a través de un proyecto que permite la ejecución de un edificio escolar y a la vez capacita a la gente de aquí en la utilización de un recurso que hay por todos estos lados” apuntó.

Córdoba se mostró contenta con la respuesta que está teniendo la institución en ésta comunidad. “Es bueno ver a los vecinos que se integran al colegio y a la vez aprovechan ahora de una manera más técnica al bambú. He visto que han construido garaje y otros ambientes con técnicas novedosas” apuntó. El Colegio María de la Esperanza es levantado con recursos propios de la Comunidad de la Sagrada Familia que, en Buenos Aires, Tandil y Córdoba, tiene más de 10 instituciones educativas. El de Santa Lucía es el primero en Tucumán.

La piedra basal del establecimiento educativo se la colocó en diciembre del 2012. Ese mismo año comenzó la construcción de la primer ala del edificio en el que, en abril del 2013, se puso en marcha el ciclo lectivo. “Es una obra de bajo impacto ecológico. Si bien por exigencias de las autoridades educativas de la provincia, las paredes son de ladrillos, los techos y galerías se construyen con bambú” observó.

Saleme está entusiasmado con el proyecto que, según insiste, abre un abanico de posibilidades de uso de la caña no solo en construcciones de edificios, sino también de muebles y artesanías.

“En estos 100 años de la UNT estamos cumpliendo con los mandatos de su fundador, los que contemplan la generación de recursos productivos para transferirlos a la comunidad, que es la que aporta para que la universidad funcione” remarcó.

El profesional admitió que la gramínea en los últimos años estuvo condenada al desprecio al simbolizar la pobreza. Por eso, dijo, ahora la tarea es la de transformar esa percepción que tiene la gente local, para imprimirle la del progreso.

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