Zamba Quipildor, al pie del Cristo Bendicente

Zamba Quipildor, al pie del Cristo Bendicente

“El día que deje de cantar la Misa Criolla será porque me están velando”, sostuvo el cantante, al que no le pesan 40 años de interpretarla

SENTIMIENTO. El salteño Zamba Quipildor se emociona al cantar la Misa Criolla, del maestro Ariel Ramírez, desde hace más de cuatro décadas. telam (archivo) SENTIMIENTO. El salteño Zamba Quipildor se emociona al cantar la Misa Criolla, del maestro Ariel Ramírez, desde hace más de cuatro décadas. telam (archivo)
20 Abril 2014

Eran los tiempos en que Zamba Quipildor aún no era Zamba, sino Gregorio Nasianseno, segundo nombre que ha revelado en pocas entrevistas y que declara como herencia de un abuelo.

Diría después que aprendió a cantar antes que a hablar, pero la realidad de su familia en aquella Salta de hace casi 70 años lo obligaba a esforzar más su cuerpo que su garganta. Primero de once hermanos, el pequeño Gregorio supo enseguida de sacrificios cuando, todavía con cinco años, empezó a ayudar a su padre en las labores de las plantaciones de tabaco. Afortunadamente, las urgencias económicas no le impidieron descubrir sus aptitudes naturales para el canto, y Quipildor no dejó nunca de asistir a su familia, pero tampoco abandonó sus ilusiones artísticas.

¿Qué iba a imaginarse aquel niño que algún día sería ovacionado en una sala de Nueva York? ¿Qué podía prever, cuando aún era lavacopas o chofer de ómnibus, que su voz dominaría un teatro ruso? ¿Quién iba a decir que aquel, que también fue carnicero, haría sollozar de la emoción al público del Teatro Colón? La Misa Criolla le trazó el itinerario por el mundo y por la fama, al punto de que el cantor reconoce que casi toda su producción independiente ha quedado velada por el peso de aquella obra editada en más de 40 países.

Será también la creación emblemática de Ariel Ramírez la que lo traerá hoy a los pies del Cristo Bendicente, en el cerro San Javier, a las 16. “Me alegra mucho que en Tucumán me tengan en cuenta para las Pascuas. Este año se están cumpliendo los 50 años de la Misa Criolla y sería lindo hacer un homenaje con muchísima gente al maestro Ramírez, porque él nos hizo conocer en todo el mundo. Las melodías y los paisajes de distintas regiones del país están en esta composición”, observa Quipildor, en diálogo con LA GACETA.

- Lleva 40 años cantando la Misa Criolla, ¿cómo hace para renovar la emoción?

- Las emociones surgen arriba del escenario. Lo que dice la obra es parte de la Biblia, pero más allá de eso uno ve un mundo distinto, un mundo con muchos problemas, y pensar en ellos me lleva a crear un clima y una emoción particulares. Lo bueno de esta obra es que convoca a distintas clases sociales, políticas y religiosas. Yo soy católico, apostólico y romano, e interpretar esto me emociona permanentemente; a veces derramo lágrimas mientras la estoy cantando, y lo mismo sucede con quienes van a escucharme. Al final, algunos se arriman y me dicen “vuelvo feliz a mi casa porque usted entregó un mensaje para todos”. Ese mensaje está en tres letras: paz. Eso es lo que se busca en esta obra, porque a partir de la paz surge la solidaridad y el mirarnos a los ojos.

- ¿Siente que su obra personal quedó velada bajo la imponencia de la Misa Criolla?

- Exactamente, así fue. Y seguirá siendo así, a menos que deje de cantarla. No estoy arrepentido, para nada, he grabado mis discos y lo sigo haciendo, y el día que deje de cantar la Misa Criolla seguramente será porque me estarán velando. Cuando la gente me ve caminando por la calle, dice “este señor lo conozco”, y luego “ah, es el de la Misa Criolla”. No se acuerdan de mi apellido, la gente me incorporó de esa manera. No estoy arrepentido de nada; al contrario, me fortalece más, y me dan ganas de seguir cantándola. La gente es responsable del éxito de los artistas, pero también es necesario que la televisión aporte algo. Hay muchos artistas muy buenos que se dejan de lado, no tienen el lugar que les corresponde.

- Tal vez el único momento en que la TV atiende al folclore sea durante Cosquín.

- Pasa que hay muchos intereses. Siempre he hecho una crítica constructiva al Cosquín y los resultados están a la vista. El festival es muy grande y bonito, pero ha venido en decadencia, sin desmerecer a los chicos que van. Los artistas de renombre se anuncian para las 2 de la madrugada, pero están cantando a las 6. Y escuché que Los Tekis y Jorge Rojas dijeron que no volverían a participar, porque realmente es una falta de respeto a ellos y al público. Tendrán que rever muchas cosas para que vuelva a ser el Cosquín de los años en que los grandes artistas iban en el mejor horario. La gente ya ni mira la TV, porque saben que el músico que quieren escuchar actuará de madrugada.



- De todos los escenarios en los que interpretó la Misa Criolla, ¿cuál fue el más especial?

- Jerusalén fue el lugar donde se me llenaron los ojos de lágrimas y de emoción mientras cantaba. Fuimos allí entre 1983 y 2011, todos los años, y cada vez fue tan emocionante como la primera. También la he cantado mucho en España, en todas las catedrales, basílicas y teatros, porque la obra se presta para cantar en esos sitios, no es para festivales.

- ¿Cómo es cantarla para gente que habla otro idioma, que ni siquiera puede imaginar nuestras costumbres?

- En los conciertos se entrega un programa traducido, es decir que el público está sabiendo quiénes son Ariel Ramírez, Zamba Quipildor, (el percusionista) Domingo Cura… Saben todo y les encanta. Yo no me acuerdo de un teatro que no haya estado repleto, y eso me llena de alegría. Los coros son siempre del país donde se realiza el concierto, pero cantan la obra en español: la aprenden por fonética y eso tiene un gran valor. Cierta vez me presenté en el Royal Festival Hall, en Londres, no con la Misa Criolla sino como Zamba Quipildor y su grupo. Estaba ensayando, vino el director del coro local y, por intermedio de una intérprete, me dijo “nosotros queremos participar del recital”. Le contesté: “maestro, usted puede participar cuando quiera”. ¿Sabe qué hizo la agrupación? Se imaginaron un cerro y el viento que sopla en los valles. Entonces hacían a cuatro voces el sonido del viento. ¿Cómo no conmoverse con semejante cosa? Esas emociones se van a terminar únicamente el día que me vaya de este mundo.

- ¿Está trabajando en un próximo disco?

- Sí. El año pasado no saqué CD porque suele suceder que, antes de anunciarse, ya está truchado. Pero eso pasa porque la situación económica no permite a la gente comprar el original, así que no vamos a culparla. Estoy preparando “Provincias argentinas”, un disco doble con dos temas clásicos de cada provincia, con coros. Va a salir algo muy bello.

- ¿Y cuáles son las canciones representativas de Tucumán?

- Y siempre que estoy por ahí me piden la “Luna tucumana”, así que una será esa. Tengo que buscar otra, la que canta la gente. Porque el CD será para escuchar en las casas, al mediodía o a la noche, comiendo un asadito. Es un trabajo bastante bravo, estamos trabajando con total seriedad para que sea un disco que quede para siempre.

ACTÚA HOY
• A las 16, en el Cristo Bendicente del cerro San Javier, con el coro de la parroquia Nuestra Señora de la Caridad.

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