Carlos Rubén Villagarcía: "Jugar en River era un privilegio"

El ex delantero recibió una carta informándole que él, como otros ídolos, tiene a su disposición una platea vitalicia en el Monumental de Núñez.

TRES POSTALES. Villagarcía en un alto de la charla con LG Deportiva. A la izquierda, en medio de los festejos por haber conseguido el título del torneo Evita Internacional, torneo que le sirvió para llegar a River. A la derecha, aparece en la tapa de una de las revista más importantes de Chile, donde jugó varias temporadas.   TRES POSTALES. Villagarcía en un alto de la charla con LG Deportiva. A la izquierda, en medio de los festejos por haber conseguido el título del torneo Evita Internacional, torneo que le sirvió para llegar a River. A la derecha, aparece en la tapa de una de las revista más importantes de Chile, donde jugó varias temporadas.
Gustavo Rodríguez
Por Gustavo Rodríguez 07 Abril 2014

Carlos Rubén Villagarcía está cerca de cumplir 75 años. Camina despacio, pero con pasos firmes. Con esa misma seguridad, desnuda todos los recuerdos de sus tiempos de futbolista. “En esa época jugar en River era un privilegio”, asegura mientras observa la foto en la que aparece con monstruos “millonarios” como Eliseo Prado, Ermindo Onega, Ángel Labruna y Roberto Zárate.

El caso de este tucumano es extraño. Llega a las inferiores de Atlético de la mano de Marcelo Wenceslao Urueña, tío materno que, paradójicamente, juega algunos encuentros luciendo la camiseta de Boca en 1949. Él también es un adelantado de la época, ya que en los 50, antes de debutar en Primera de los “decanos”, llega a un club grande, como lo era el “millonario”.

El apellido Villagarcía se hace conocido al ser una de las figuras de ese equipo juvenil de Atlético que logró el Torneo Evita Internacional en 1954. “De esos tiempos tengo dos recuerdos. Goleábamos en la final a un equipo chileno. En el entretiempo, un emisario del presidente Juan Domingo Perón, que estaba en la cancha de Racing, nos dijo que frenáramos un poco porque arruinaríamos un convenio que estaban por firmar ambos países. Así lo hicimos, y después el General nos recibió en la Quinta de Olivos y nos felicitó”, cuenta emocionado al recordar la hazaña de la que también participaron Hugo Ginel y Roberto Ponce, entre otros hombres que luego hicieron historia en el fútbol tucumano.

Poco tiempo después recibe el ofrecimiento para jugar en River. “No podía creer lo que me estaba pasando y que viajaría a Buenos Aires en tren, ya que ellos me dieron los pasajes”, destaca exaltado. Y sin dudarlo, explica el porqué de su emoción: “En esa época viajar en tren era para las personas que tenían muchísimo dinero o que se acababan de ganar la lotería y lo conseguí a los 16 años”.

A LG Deportiva poco le cuenta de ese mágico viaje, pero sí recuerda con lujo de detalles descubrir el mundo River. “Vivía en la pensión del estadio junto a otros muchachos, como un tal Enrique Sívori -se ríe-, Garabano, que también era tucumano, y otros. ¿Extrañar? Nunca, porque jugábamos siempre”, explica.

Villagarcía informa que en 1956 estampa su firma con el “millonario”. Forma parte de los planteles de Cuarta y Reserva hasta que en 1958 tiene la chance de jugar en Primera contra Huracán y anota el tanto del empate 1 a 1. Dante Panzeri, uno de los grandes del periodismo nacional, lo presenta con una nota en “El Gráfico” que lleva el título: “Un García en villafútbol + un negro movedizo”. “En River jugué hasta 1964. Desgraciadamente estuve en los tiempos de la sequía de títulos, pero ahí me formé y viví cosas muy importantes. Una vez me toca entrar de titular en un duelo contra Estudiantes. Era un partido importante porque los dirigentes comenzaron a cuestionar a Labruna por su edad, ya que tenía 40 años. ¿Cómo terminó? Ganamos 5 a 0, hice uno y Angelito, tres. Así despejó todas las dudas”, relata sonriendo.

La vida de este ex delantero está marcada por los viajes que realizó en su carrera. Además del Tucumán-Buenos Aires, no se olvida el Buenos Aires-Santiago de Chile, pero en su memoria brilla la gira que realiza por Europa en 1961. Cuenta con orgullo que juegan cinco partidos y que sólo pierden uno, contra Sevilla (1-2). El equipo, pese que no pegaba una en el torneo doméstico, pasea su talento por Portugal, venciendo a Benfica 2-1, por España (derrota a Real Madrid 3-2), por Italia (le gana a Nápoli 2-1 y a Juventus 5-2 y empata con Inter 0-0). “Lo más importante de ese viaje fue haberme encontrado con Sívori, que jugaba en Juventus. Nos abrazamos, charlamos y él me regaló su camiseta. Todavía la tengo, está bien cuidadita, esperando ir a una subasta”, bromea.

El último viaje

La charla de Villagarcía entra en una meseta de melancolía. Este soltero cuenta que está enamorado de tres clubes. Atlético, por donde se hace conocer; River, donde se forma como profesional, y Palestina, el equipo de Chile donde tiene la chance de mostrar su potencial.

“Con River fuimos a jugar un torneo internacional a ese país, donde le ganamos nada menos que al Santos de Pelé. Me vieron y al poco tiempo me contrataron”, explica. Sin dudarlo, se muda a Santiago junto a su madre. Jura que allí pudo disfrutar los mejores años de su carrera. “En ese club me dejaron mostrarme. A mí me pegó fuerte lo que me dijeron al firmar el contrato. Ellos querían que los extranjeros nos esforcemos más para que sus compatriotas nos tomaran como ejemplo. Y eso hice. Jugué desde 1964 a 1971 y marqué 67 goles. El primero fue el más importante o el que más recuerdo”, dispara. ¿Qué tuvo de especial?, se le consulta. “Me regalaron un reloj por ser el primero de ese torneo. Mire, todavía lo llevo puesto y funciona, aunque le tengo que dar bastante cuerda”, responde.

El delantero decide retirarse del fútbol con apenas 31 años. “Me cansé de los entrenamientos, de las lesiones. En Chile me trataron muy bien e inclusive con Palestina tuve el honor de jugar el primer partido en el estadio Azteca que estaba listo para el Mundial de 1970. Pero bueno, decidí pegar la vuelta a Tucumán. Con el tiempo me di cuenta de que no me había equivocado. Di ese paso, el mismo que, por ejemplo deberían haber hecho (Juan Román) Riquelme y (Juan Sebastián) Verón”, analiza.

Villagarcía, como muchos colegas de su época, decide seguir vinculado al fútbol, primero como entrenador, después como cazatalentos, formador de futuros DT -es uno de los fundadores de la Asociación Tucumana de Técnicos- y, por último como escritor, ya que publica el libro “Perfeccionamiento para entrenadores en el fútbol”. “En realidad, lo único que hice fue volcar todo lo que aprendí a la par de grandes jugadores, entrenadores como Renato Cesarini, “Pipo” Rossi, el mismo Labruna y dirigentes maravillosos como (Antonio) Liberti, que hicieron grande al club”, comenta emocionado.

A casi 50 años después de haberse puesto por última vez la camiseta de su amado River, el ex delantero recibe una sorpresa en su casa. El “millo”, le envía una carta informándole que él, como otros ídolos, tiene a su disposición una platea vitalicia en el Monumental de Núñez. “Un día decidir viajar. Tenía miedo al descubrir tantos controles con muchos policías y sólo tenía la credencial. De a poco fui pasando todo eso y me senté en mi platea a disputar el partido. Bueno, en realidad, a lamentarme cuán bajo llegó el nivel de los jugadores que, evidentemente, quieren muy poco al club”, concluye.

Un técnico orgulloso
“Para mí es un orgullo decir que como técnico nunca me corrieron de los clubes en los que trabajé cuando me dediqué a esa profesión”, explica Carlos Villagarcía, el ex jugador de River que volcó todos los conocimientos que cosechó durante años en su función como DT.

Central Norte fue uno de los primeros clubes que le abrió las puertas para que entrenara los planteles superiores. “Era un grupo maravilloso. (Gabriel) Puentedura, (Juan José) Meza y Juan Francisco “Kila” Castro, fueron algunos de los muchachos con los que conseguimos cosas importantes”, señala en la charla con LG Deportiva.

Por supuesto que Villagarcía tuvo un paso por Atlético, uno de los clubes de sus amores. Primero se encargó de las divisiones inferiores de los “decanos” y después tuvo varios interinatos en el plantel de la máxima categoría, algunos de ellos en los viejos torneos nacionales.

“Considero que uno de mis mayores logros en el club que tanto quiero fue haberles dado la oportunidad a dos grandes jugadores, Raúl Aredez y Antonio Apud, que fueron los últimos grandes craks del fútbol tucumano que también triunfaron en Primera y en otros países. Fueron dos productos de las inferiores que permitieron ingresos importantes a las arcas del club por sus ventas”, explica emocionado.

Como entrenador también tuvo un paso por los clubes del este como La Florida y Ateneo Parroquial Alderetes. “En este último club fue impresionante cómo se trabajaba. Había directivos que estaban a nuestro lado como (Edmundo) Robles Ávalos y (Alberto) Lebbos, después. Fue una grata experiencia porque posibilitamos un crecimiento importante de la entidad”, asegura.

Villagarcía, pese a sus casi 75 años, sigue activo. “Soy integrante de la iglesia de los Testigos de Jehová y trabajo mucho con ellos. Predicamos y entregamos revistas a todos aquellos que quieran. Ellos son mi familia y siempre están cuando uno los necesita. Estamos consiguiendo cosas importantes y, sin presionar a nadie, esperamos sumar más gente ”, dice.

¿Y el fútbol? “Algo tengo. Hace 30 años que dirijo al equipo de Médicos C que participa en el torneo de los profesionales. Lo mejor es el tercer tiempo”, bromea antes de despedirse y retirarse con su paso cansino.

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