La agenda de 2013 se cerró con materias pendientes

29 Diciembre 2013

Eduardo Robinson - Economista

Llegó fin de año. El momento adecuado para trazar el balance y avizorar el futuro, por lo que la pregunta es ¿qué pasó en la economía durante 2013 y qué puede esperarse para 2014?

Durante 2013, la macroeconomía argentina aguzó los desequilibrios que viene incubando desde inicios de 2008. ¿Cuáles son?:

Pérdida de los superávit gemelos: se fueron erosionado tanto el superávit fiscal como el de la cuenta corriente. En efecto, por el lado fiscal, el Resultado Financiero, que entre 2003 y 2008 fue en promedio positivo en 1,5% del PBI, desde 2009 hasta 2012 fue de -1,3% y este año finalizará con un déficit equivalente a 4% del PBI. El agravante es que el financiamiento del déficit fiscal se realiza mediante creciente emisión monetaria, ya que la presión fiscal es elevada y Argentina aún está fuera de los mercados de crédito internacionales, con un riesgo país encima de los 800 puntos básicos. El financiamiento vía emisión de moneda, induce crecientes presiones inflacionarias. Esa fuente de financiamiento es costosa.

Por el lado externo, la Cuenta Corriente, que mostró saldos positivos desde 2002 hasta 2010, a partir de 2011 registra saldos negativos. El deterioro se verifica, pese a las crecientes medidas restrictivas para la importación de bienes y para el acceso a moneda extranjera.

Inflación: este es un problema serio y que tiende a agravarse. Pese a ser sistemáticamente negado por el gobierno, se establecieron medidas para reducir el incremento generalizado del nivel de precios y mitigar sus efectos nocivos. Para ello se recurrió a acuerdos de precios, ineficaces e ineficientes para combatir la inflación. De hecho a partir del primer día hábil de 2014, regirá una nueva versión de este mecanismo que no ha dado ningún resultado positivo. El persistente deterioro del poder adquisitivo del salario propicia un clima de puja distributiva, creciente pobreza, resta horizonte de planificación y deteriora la competitividad de la economía.

Insuficiente infraestructura: pese a las reiterados estudios que advirtieron sobre evidente escasez energética, de electricidad, gas, petróleo y combustibles, el gobierno, se limitó, en el mejor de los casos, a subestimar el problema que hoy es más difícil de solucionar en el corto plazo. Ya no se trata de cifras, supuestos o debates, sino que la misma realidad es la que se encarga de mostrarlo. La demanda de electricidad supera a la oferta. La brecha se cubre con cada vez mayores importaciones, pero también hay problemas en la red de distribución eléctrica, lo que por más que se importe, no se pueda distribuir de manera eficaz. No puede aducirse que este desequilibrio se debe a la expansión de la economía; es una situación largamente advertida. El problema de fondo responde a una mala política de incentivos. Se sobrecalentó el consumo, y en paralelo, se congelaron las tarifas. Resultado: explosión de la demanda y contracción de la oferta, mediante, desinversiones y dificultades operativas crecientes de las empresas generadoras y distribuidoras de electricidad.

Escasez de divisas: la significativa fuga de capitales registrada en el segundo semestre de 2011 impulsó al gobierno a implementar un régimen de control de cambios, alias, cepo cambiario. El relativo atraso en la cotización de dólar, sumado a la erosión de la credibilidad en la política económica y al hecho de poner frenos al acceso de moneda extranjera, exacerbó la demanda de divisas. Además, el Tesoro Nacional utiliza las reservas del BCRA para el pago de deuda en dólares. Tales factores hicieron que durante 2013 se registre una caída de reservas del orden de U$S 13.000 millones. Cifra que cobra relevancia si se considera que las reservas alcanzaron un máximo de U$S 52.000 millones, tres años atrás.

Más cepo

Durante este año, el gobierno, con el fin de superar la asfixia de divisas, implementó varios mecanismos. Aguzó el cepo, estos es, subió en dos oportunidades el recargo a los gastos que se realizan en el extranjero con tarjetas de crédito y débito. En marzo al 20% y a comienzos de diciembre al 35%. Implementó el blanqueo de capitales mediante la emisión de instrumentos como el Cedin y el Baade. La idea era seducir a los capitales dolarizados que salieron informalmente y, que a través del blanqueo se tornaran formales. Pero lo medida no tuvo buenos resultados. Esto es, mejorar la oferta de divisas y reducir las presiones en el mercado cambiario, oficial y paralelo. En las últimas semanas del año, y tras los cambios en el gabinete, se avanzó con el acuerdo con YPF, con pagos al Ciadi, esbozos de arreglo con el Club de Paris, ingreso de divisas de Chevron, oferta de una letra a cerealeras a cambio de que ingresen divisas, y liquidación de posiciones en dólares para hacerse de pesos, lo que trajo algo de alivio a las golpeadas reservas. Pero, al no avanzarse en otros aspectos, que apuntalen la credibilidad, parece ser una situación poco duradera.

Insuficiencia de inversión productiva: el actual esquema económico impulsó el consumo, pero descuidó la inversión. La consecuencia, es que no se amplió la capacidad productiva de la economía, sobre todo en sectores estratégicos, cuyas inversiones requieren de un considerable horizonte de planeamiento, seguridad jurídica, como es el sector energético. Así, la inversión que entre 2003 a 2012, es en promedio del 20% del PBI, es un nivel insuficiente para aspirar a tasas de crecimiento por encima del 5%. De hecho, a esto se debe la insuficiencia de abastecimiento energético. Esto alienta el proceso inflacionario debido a una fuerte expansión de la demanda agregada en relación a la oferta agregada.

Creciente pérdida de competitividad: tras la fuerte devaluación del peso en 2002 y a la mejora de los precios internacionales, la economía recuperó competitividad. Pero, se trata de una espuria, sustentada en la devaluación de la moneda que redujo los costos en dólares. Aquella devaluación disfraza a la economía de competitiva, pero no se avanza en mejorar el sistema tributario; siguen altas las retenciones a las exportaciones agrícolas, continúa el impuesto a los débitos y créditos bancarios y, en general, la creciente presión fiscal. A esto se agrega el deterioro en la calidad educativa, la falta de adecuada infraestructura, las trabas a las importaciones, la falta de una mayor inserción del país en los flujos de comercio internacional, el encarecimiento relativo de la tecnología y la estabilidad macroeconómica, entre otros factores.

Creciente tensión social: la acumulación de los problemas que arrastra la macroeconomía contribuye a crear un clima de tensión social. Las personas observan que el salario alcanza menos mes a mes, que crecen los problemas en los suministros de servicios básicos, electricidad, agua, seguridad pública, y que no hay un reconocimiento de tales problemas y menos que se tomen medidas consistentes para solucionarlos.

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