Para los chicos es un resguardo y para los adultos, un escape del estrés y las obligaciones

03 Noviembre 2013
¿Por qué esta necesidad de destinar un lugar en la casa para el juego? "No solo han ido cambiando los juegos, sino el concepto de entretenerse", explica la psicóloga, Carmina Varela. Que en la casa haya un lugar exclusivo para la tele, el DVD, los videojuegos y otros entretenimientos tiene que ver con la manera de organizar y pautar determinados espacios. "El lugar para los chicos antes era la plaza, la vereda, los jardines de la casa. Durante la siesta los chicos nunca se quedaban en casa porque ahí había que hacer silencio", explica Carmina.

La inseguridad ya no permite que los niños disfruten de una vuelta a la manzana en bicicleta. A la plaza solo van si los acompaña un adulto. Muchos niños viven en departamentos con espacios acotados o habitaciones chicas. Los padres prefieren tener un espacio para controlar lo que se ve en la tele o para que ellos disfruten con los amigos sin que eso signifique que la casa va a quedar dada vuelta. Son varios los factores que pueden haber influido en la aparición de estos ambientes. "Hay una necesidad de que los chicos se sientan convocados a jugar dentro de la casa", señala la psicóloga.

En el caso de los adultos, la cosa es distinta. "Puede ser que en ellos se de un intento de incorporar un momento de distracción en la rutina cargada de exigencias y estrés", comenta. Pero también se da, sobre todo en los varones, eso de no renunciar del todo a la infancia y al concepto de "pasarla bien". "Un momento de escape en el que hacen de cuenta que no tienen responsabilidades ni exigencias, ni estrés, ni familia que demanda".

En los varones funciona mejor que en las mujeres el juego porque ellos llevan el gen de la competitividad, la gastada y eso los hace sentirse de la manada.

Las mujeres prefieren juntarse a contarse los problemas, pedir consejos, charlar. Ese es el escape. En general, no conciben el hecho de sentarse a jugar por jugar. Tal vez por la culpa que les generaría abandonar la familia, los hijos y las responsabilidades por una actividad lúdica.

Mientras el juego está controlado no hay mayores complicaciones. "El problema es si se hace rutinario y no hay conciencia de que existe un límite. Cuanto más estresada y complicada esta la vida es más difícil ponerle un freno a este escape". La distracción pasa a convertirse en un conflicto de pareja, donde el reclamo es que la única forma de distracción es eso y nada más.

"Tampoco está bueno que mientras el marido se va con los amigos, la mujer se quede quejándose. Quizás habría que imitarlos más y quejarse menos", recomienda. Esta nueva actividad podría ser el punto de partida para negociar nuevas formas de funcionar. Y que es-to no se convierta en un patrón: el varón hace lo que quiere y la mujer es la bruja amargada. Que ella también plantee la necesidad de un espacio para recrearse, lejos de la casa, el trabajo y las responsabilidades.

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