Randa: la artesanía que pudo ser preservada

El Cercado se abrió y superó los límites de Monteros. Porque aquel juego tan íntimo entre las manos, la aguja y el hilo, al que un grupo reducido de mujeres de ese pueblo le dedicaban no más de un par de horas, se transformó en parte del patrimonio tucumano que se debía rescatar. La randa no podía desaparecer.

Así como este tejido artesanal se arma con hebras, donde no hay un único hilo sino una construcción de diferentes fragmentos, se entrelazaron instituciones (IDEP, Centro Cultural Virla y Edunt), diseñadores, randeras, historiadores y un sinfín de colaboradores para que se concretara el libro "Randa. Tradición y diseño. Tucumanos en diálogo", que fue presentado en sociedad el miércoles pasado. "Luego de una experiencia valiosa tratando de preservar la identidad histórica y el patrimonio que brinda el sulky, nos encontramos con la situación de las randeras tucumanas de El Cercado. Luego de censarlas, nos dimos con que la randa estaba en peligro de extinción", comenta Dirk Trotteyn, gerente del Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán (IDEP). El funcionario contó que en ese momento se registraron en Monteros unas 29 randeras que tenían un promedio de edad alto y su dedicación a esta artesanía era baja (tejían 1 a 4 horas diarias).

La randa se trata de un tejido similar al encaje, que se elabora con hilo de algodón, agujas de coser y un bastidor. "El peligro de perder ese patrimonio era evidente", resalta Trotteyn. Entonces, aprovecharon la articulación que ya tenían con el Virla, cruzaron información y comenzaron a brindarles capacitaciones a las artesanas, como la que se hizo con diseñadores de indumentaria, accesorios y luminaria (participaron Florencia Vivas, Gonzalo Villamax y Jéssica Morillo, entre otros). En ese cruce las randeras tuvieron la oportunidad de conocer otras opciones de productos, otros materiales, otras texturas. Y los diseñadores pudieron conocer la randa. Revalorizar y resignificarla fueron dos de los tantos objetivos cumplidos, asegura Silvina Fénik, directora del Virla. Así fue que en ese trayecto "el oro de Monteros", como se lo llama a este tejido, se presentó en toda la provincia, en Buenos Aires y hasta en Roma. Este inicio, al igual que su origen y su técnica (explicada en varios "paso a paso") se plasmó en el libro, que se encuentra en venta en Tienda Virla (25 de Mayo 265), y también en un documental. Es decir, la historia, sus secretos y el agregado de valor han quedado plasmados para las futuras generaciones.

Protagonistas
"No quiero que lo que hago se pierda cuando me muera", resalta Margarita Ariza, una de las randeras que aparece en el libro. La mujer de 61 años, fuera de su participación en la publicación, se ocupó de que alguien heredara su labor. Como lo hizo su madre, le transmitió su conocimiento a su nieta y a su nuera, que hoy está en Berazategui (Buenos Aires) dictando un curso sobre este tejido monterizo. Lo mismo le sucedió a Claudia Aybar (ver foto de arriba), de 43 años, que su pequeña hija de 9 años hoy es su mejor heredera: recibió hasta un premio por su capacidad para tejer la randa. "Fuimos a Cosquín y a la Feria de Puro Diseño este año, gracias al IDEP. Recibimos capacitación: ahora sabemos que no sólo podemos hacer tapetes, sino también vestidos o lámparas. Estamos creciendo gracias al apoyo que recibimos. Antes estábamos olvidadas", reflexiona Claudia.

Aplicada
La dupla entre el diseñador Gonzalo Villamax y la randera Claudia Aybar creó un vestido de un solo hombro, con randas superpuestas en la espalda y en el pecho.

Luces y enseña patria
Lámpara de randa de cable tensada, creada por la randera Margarita Ariza y la diseñadora Florencia Vivas (foto izquierda). Arriba: escarapelas de randa.