Una noche en la piel de una promotora

Trabajan donde otros se divierten. Están obligadas a comunicarse con la gente y, así como reciben elogios de todos los tenores, también han tenido que aguantarse respuestas antipáticas. Ser la imagen de un boliche es mucho más que apilar folletos en una mesa.

RECORRIDO NOCTURNO. Giuliano Petazzi y María Belén Dib, dos promotores de Recórcholis, explican un juego en un bar de Maipú al 700. RECORRIDO NOCTURNO. Giuliano Petazzi y María Belén Dib, dos promotores de Recórcholis, explican un juego en un bar de Maipú al 700.
Silvina Cena
Por Silvina Cena 26 Octubre 2013

La clave del gesto está en el cuello, primero, y en los ojos, después. La puertas se abren, ellas entran y todos los cuellos giran. A veces el movimiento es brusco, como un latigazo caprichoso, y otras es sutil, apenas un desvío de la mirada, un revoloteo de pupilas que analizan todo y luego vuelven al punto de antes. Y pasan ellas. En medio de ese entrecruzamiento de vistazos, del entreabrirse de labios, de una tensión imposible de evitar. Llevan tacos de vértigo, las piernas desnudas, la breve cintura abrazada por un cinto color piel. Sus sonrisas son la luna de la noche de los bares. El perfume las antecede cuando se acercan a cada mesa. "Hola chicos, los interrumpo un minuto", piden permiso. Y otra vez los ojos se les clavan, espinas que acarician.

¿Cuánto sabemos de las promotoras de boliches? Las vemos llegar de a docenas mientras tomamos algo, aceptamos dóciles su lluvia de folletos, las adulamos, las envidiamos, las comparamos. ¿Cómo asumen ellas ese fugaz protagónico en cada bar? ¿Cómo reaccionan ante los piropos zarpados? ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo? LA GACETA se subió al auto de los promotores de Recórcholis, escuchó sus charlas, inquirió en los sacrificios del trabajo, y caminó tras sus pasos. Una noche bajo la piel de una promotora es mucho más que apilar papeles en una mesa de pub.

Previa de la previa
Son ocho, pero una de ellos no se siente bien y otra va a demorarse porque está participando de un desfile, así que en la mesa se han servido seis platos con pizzas de distintos tipos. El brusco descenso de temperatura -la nota se hizo el jueves a la noche- ha barrido con el habitual bullicio en los restaurantes y este, ubicado sobre la avenida Aconquija, no es la excepción. Los chicos de Recórcholis -cuatro varones, dos mujeres- cenan en una mesa próxima a la barra y son identificables a lo lejos porque ya están uniformados: ellas, de sombrero, mono gris oscuro e idénticas sandalias con plataformas de corcho; ellos con remeras blancas o negras, con la estampa de una corbata en contraste. Es la previa de la previa: el momento anterior al recorrido en el que se presentarán al público y le sugerirán adónde ir a bailar.

"Ya tenemos una rutina armada. Una hora antes, nos juntamos a comer. Las promociones comienzan en este mismo bar y luego, divididos en dos autos, salimos hacia el resto", explica Giuliano Pettazzi, que tiene 22 años y hace siete se desempeña como promotor. En general, todos han elegido el trabajo por razones similares: es fácil, posible de combinar con estudios u otros empleos y, sobre todo, les asegura un dinero con el que a temprana edad cubren sus gastos personales, sin depender de los padres.

Y hay otra causa, no menos poderosa. El ámbito de trabajo es aquel donde otros -y ellos mismos- se divierten y relajan, con lo cual combinan obligaciones con diversión. "Aunque no siempre es tan fácil -reconoce Carolina Velasco Bulacio-. Cuando empezás con esto, te tenés que olvidar de cenas familiares o reuniones y fiestas con amigos. Con el tiempo, igual, te vas acostumbrando". Sofía Würschmidt toma la palabra. "Y pasa otra cosa: por la rutina y la frecuencia del trabajo, nos hacemos amigos entre nosotros. Entonces se termina pareciendo a una salida normal. No tan relajada, por supuesto. Sabemos que somos la imagen del boliche en la calle y, en ese sentido, nos imponemos responsabilidades, como no tomar alcohol durante la cena".

Reacciones diversas
Ya no hay más porciones de pizza en la mesa ni restos de gaseosas en los vasos. Los promotores se preparan para desandar la avenida en dirección al centro, donde se concentra la mayoría de los bares. Entre parada y parada, van surgiendo distintas anécdotas. "A diferencia de otros boliches, nosotros no dejamos folletos en las mesas, sino que proponemos a la gente que compita en juegos que llevamos en iPads, y al ganador le regalamos un free pass al boliche -aclara Miguel Ghazarián-. Eso nos obliga a presentarnos, conversar, explicar de qué se trata el juego. Las reacciones son diversas: en general, se prenden o se niegan respetuosamente. Pero también hay gente que te mira o contesta mal".

Carolina recuerda una vez en que alguien atajó su saludo con un furioso "¡¿no te das cuenta de que estamos hablando?!" y otra oportunidad en que unos chicos se entusiasmaron tanto con el juego virtual, que le volcaron un vaso de cerveza en las piernas y no se percataron. "¡Ni una servilleta me alcanzaron!", sonríe la joven. A veces, las miradas furiosas provienen de la chica que está cenando con su novio y que posiblemente se siente amenazada. Para casos como ese, explica Albano Matteucci, el grupo ha ideado una estrategia perfecta: "nos acercamos a las mesas en dúos mixtos. Si hay mayoría de hombres, habla la mujer; si hay muchas mujeres, habla el varón. Cuando nos tocan parejas, las chicas se dirigen preferentemente a la mujer, para evitar celos o malos entendidos". Todos ríen.

La fórmula del dúo mixto también les ha servido como antídoto para otra situación muy común cuando de promotoras se trata: los piropos zarpados. "Es muy difícil que los hombres sean groseros si te ven acompañadas de un varón -indica Velasco Bulacio-. Aunque sí hay prejuicios respecto de nuestro trabajo. No es nuestro caso, pero es muy común escuchar que se las defina como gatos o promotrolas. Tal vez tenga que ver con el uniforme que cada grupo usa. El nuestro privilegia la comodidad; hay ciertos detalles, como escotes muy profundos o polleras muy cortas, que no aceptaríamos en nuestras vestimentas".

Recorridas las últimas mesas, el grupo se despide y vuelve a sus autos, esta vez con sus casas como destino final. Al día siguiente, a la misma hora, volverán a encender los interruptores de la noche y a acaparar todas las miradas.

La noche, sus proyectos y piropos del tipo  "por vos mato una ballena a ojotazos"

Georgina Barrionuevo, Mónica Daniotti, Analía Ruíz Cianci y Daniela Orce dan su testimonio sobre la noche tucumana.

- ¿Surgen situaciones de levante o celos durante el recorrido?

Georgina: "Una vez me dijeron: 'yo por vos mato una ballena a ojotazos'. Me pareció tierno y gracioso, así que empecé a reírme".

Analía: "Como trabajo para el boliche Santa Diabla, me preguntan si soy santa o diabla".

Daniela: "Estoy en pareja con un promotor que, además, es stripper, y lo siguen muchas chicas. Pero no tengo problema, porque nos tenemos confianza. Es más, me gusta que lo miren. Además lo conocí cuando ya hacía promociones".

Mónica: "Lo peor es cuando los hombres creen que tienen derecho a pedirte el teléfono. Parece que piensan que sos fácil porque trabajás de noche".

- ¿Por qué eligieron este trabajo?

Analía: "Empecé porque me lo pidió un amigo, dueño de un boliche. Antes no me convencía mucho la idea, por la exposición que implica".

Georgina: "Trabajé en Óxido, Cloud, Gitana y varios más. Comencé en las vacaciones, porque quería juntar plata y me habían recomendado, porque soy alta. Me gusta también que demande pocas horas".

Daniela: "Comencé en Lola, tenía 20 años. Lo hice para bancarme los estudios y entonces trabajaba durante el día o la tarde. Mientras tanto, me recibí de Martillera Pública y de profesora de Educación Física".

- ¿Cuál es tu límite a la hora de vestirte para el trabajo?

Mónica: "Mis uniformes siempre fueron sueltos. No me pondría una calza o una remera escotada. Me parecen de mal gusto. Siempre pregunto cuál va a ser el uniforme, porque no me gustaría sentirme incómoda".

Daniela: "Por lo general, nos dan a elegir y hacemos comentarios al respecto. Soy una persona de mostrar o insinuar. Pero me frena un poco el hecho de que soy grande y madre de dos hijos. A las chicas de 'Gitana' siempre nos catalogaron como las más pulposas".

Georgina: "Generalmente contratan a una modista para que haga uniformes para todas o nos llevan a comprarlos y ahí llegamos a un acuerdo. También me pasó que rechacé una promoción porque no me gustaba el uniforme".

Analía: "Las cosas extremadamente ajustadas o demasiado provocativas son mi límite. Pasa que no sólo vendés la imagen del boliche, sino que también tenés que cuidar la tuya propia".

- ¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de las promociones?

Mónica: "Me gusta porque es divertido. Es un ámbito en el que todos van a pasarla bien. Lo feo es que a veces estoy cansada o tengo que estudiar, pero igual debo ir".

Daniela: "Soy divertida y me encanta la noche, compartir con mis amigos y sumar otros. Lo feo es el ambiente que a veces genera competencias. O cuando se te acercan hombres grandes y te dicen cosas como: 'mamita, ¿cuánto cobras?'".

Georgina: "Lo que más me gusta son las promociones en las que tenés que disfrazarte. También que cobrás bien y son pocas horas. Lo que menos me gusta es que algunos piensan que, por trabajar de eso, sos 'accesible'".

- ¿Quiénes miran más?

Analía: "La mujer mira más la ropa y cómo estás peinada. Si hay una pareja, me dirijo a ella, para no tener problemas".

Georgina: "Los hombres son más mirones y algunas chicas se enojan porque a veces los novios se cuelgan mirándote".

Daniela: "Las que más te miran son las mujeres. Son más criticonas. A veces dicen 'mirala a esa' y están atentas a los detalles para encontrarte algo malo. Los varones te miran con otros ojos".

- ¿Pasan por todas las mesas o saltean alguna? ¿de que depende?

Analía: "Invitamos a todas las mesas, excepto donde hay chiquitos o gente muy grande".

Georgina: "Entre nosotras nos dividimos la tarea. Unas agarran las mesas de la derecha y otras las de la izquierda, por ejemplo. Tenés que pasar por todas porque si en una no dejás el flyer y justo allí está sentado un conocido del dueño, quedás mal. Hay promotoras que sonríen y dicen 'buenas noches', 'permiso' o 'cómo están'. Hay otras que sólo te tiran el folleto; eso me parece de mala educación".

- ¿Se puede vivir de las promociones?

Daniela: "Tanto como vivir, no. Alguien de 20 años que vive en la casa de sus padres y estos todavía la bancan, sí. Podés comprar ropa, salir, pero vivir sólo de esto es imposible. Yo tengo un trabajo estable y por las noches hago promociones".

Mónica: "Hay muchas chicas que viven de esto; yo no. Ellas están en varias agencias y hacen promociones de día y de noche. A mí no me dan los tiempos porque estudio Veterinaria".

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