No tengás miedo al conflicto y enfrentalo: eso te permitirá crecer

Cuántas veces nos quedamos callados para que otra persona (hijos, padres, parejas, jefes, amigos) no se enojen con nosotros. Queremos evitar un conflicto, pero lo único que hacemos es alimentarlo con el silencio. ¿Qué recomiendan los que saben?

SIN MIEDO. Para enfrentar los conflictos hay que animarse a decir que no en determinadas situaciones. ELLAHOY.ES SIN MIEDO. Para enfrentar los conflictos hay que animarse a decir que no en determinadas situaciones. ELLAHOY.ES
08 Julio 2013

Estás haciendo la cola para cumplir un trámite y, de pronto, alguien se cuela y es atendido antes que vos. O tenés un jefe que tiene el hábito de pedirte que hagás algo cuando apenas faltan 10 minutos para tu horario de salida. O ya no ves tus programas preferidos en la tele porque tus hijos "tomaron" el control (remoto). Y vos te callás. No decís nada. No querés andar a los gritos con nadie ni que tu jefe se enoje y te perjudique ni que tus hijos hagan berrinches. Esa conducta es lo que se conoce como "miedo al conflicto".

Los especialistas dicen que tratar de vivir siempre en paz no es saludable. Que la vida está llena de conflictos cotidianos y lo que hay que hacer es enfrentarlos y buscar el modo de resolverlos.

La coach ontológico Natalia Sleiman destaca que el conflicto "es una excelente posibilidad para salir del área de confort que nos mantiene en el sufrimiento". Agrega que el conflicto aparece "cuando tenemos una imagen de cómo deben ser las cosas y lo que sucede es diferente de ese 'deber ser'".

Conductas usuales

También te puede haber pasado -o te está pasando- que mentís para que los otros (padres, parejas, hijos, amigos, jefes) no se enojen con vos si, por ejemplo, llegaste tarde. O siempre estás dispuesto/a a hacer lo que los otros quieren para no discutir. O te vas y te encerrás en tu habitación. "Son conductas usuales en quienes buscan evitar los conflictos", afirma la psicoterapeuta Margaret Paul, de Los Ángeles, Estados Unidos, coautora del libro "Cura tu soledad".

Por lo general, a la base de esas conductas operan ciertas creencias como: "se enojará conmigo", "me dejará", "no me hablará más", "me harán daño", "siempre tengo la culpa", "no puedo ganarle", "voy a terminar quedándome solo/a".

Sleiman, en tanto, agrega que cuando aparecen frases como esas, es un indicador de que en nuestras relaciones hay espacios de sufrimiento. "Evitamos tocar ciertos temas, y eso produce distancia, a veces es por poco tiempo, otras veces dura años. Divorcios, rupturas que parecen sorpresivas, en realidad, fueron gestándose y dando síntomas que no escuchamos", explica.

La amenaza

"Una de las emociones más comunes es el miedo: miedo a que se enoje, a que se vaya, a perder el afecto, a perder el trabajo. El miedo, en realidad, nos protege. Tiene una función: nos aleja del peligro, nos avisa '¡amenaza, amenaza!', y nos pasa que ante esa advertencia nos vemos sin recursos. Como toda emoción, surge de una interpretación. La persona interpreta que eso que puede suceder implica un riesgo para ella. Pero muchas veces no distinguimos bien, y consideramos amenaza algo que no lo es", se explaya Sleiman.

Agrega que lo primero que hay que hacer es observar qué se interpreta por amenaza. Es decir, a qué se le tiene miedo. Y en segundo lugar, qué recursos considero que me faltan. Entonces es cuando, tal vez, se puedan usar las propias capacidades para aprender cosas nuevas o pedir ayuda.

Es decir, reaccionar de un modo distinto y no dar cualquiera de las tres respuestas básicas que genera el miedo: huida, ataque o parálisis. Y ahí se da la oportunidad de crecer saliendo de la zona de confort.

"En mi experiencia personal observando mis miedos pude descubrir información valiosa para mí. Entonces lo vi como una posibilidad y decidí ir donde me llevaba ese miedo, aprender y crear relaciones diferentes desde la confianza y la sinceridad", puntualiza Sleiman.

Tomar conciencia

La coach destaca la posibilidad de hacernos conscientes de lo que nos pasa a fin de tomar las mejores decisiones.

Define conciencia como la capacidad de ver y distinguir la mayor cantidad posible de realidades. Para ello, es necesario aceptar que cada ser humano es particular, y aprender a legitimar el pensar y el sentir propios y del otro.

Pone como ejemplo: quiero salir con mis amigos y necesito decírselo a mi novio. Generalmente decido no decírselo, por miedo a que se enoje. Él se entera por terceros que estuve con mis amigos. Y luego, lo más probable, es que se produzcan una discusión y un distanciamiento.

"Con mi conciencia ampliada, me doy cuenta de que prefiero huir, de que lo que percibo como amenaza es su posible enojo, de que esa posibilidad es mi interpretación, y me pregunto: ¿Qué puedo hacer para generar confianza? Entonces lo consulto a él y le digo: ¿Qué puede suceder si salgo? ¿Qué te preocupa? Ahí se abre un espacio donde se puede tomar una decisión acerca de qué relación quiero tener con esa persona", dice la coach.

"Si busco una relación basada en la confianza y en la sinceridad o una relación miedo-obediencia. Entonces decido qué hacer, y asumo la responsabilidad de esa decisión. Para eso se necesitan dos cosas: confiar en sí mismo y asumir la responsabilidad de los actos", finaliza Sleiman.

"Me callo porque temo perder el afecto de los otros" 

P.F. sufre en carne propia el miedo al conflicto. "No recuerdo ahora un ejemplo específico, pero me pasa en todos lados, en mi trabajo, en mi casa, con mis amigos, en todas partes. Me enojo con alguien porque algo que hizo me molestó, pero no se lo digo. En ese momento me siento impotente, y después me deprimo", relata este electricista de 38 años, casado y con un hijo.

"Y me callo por muchas razones. Tengo temor de perder el afecto de la otra persona. Y me veo como apretando un resorte, poniendo todas las fuerzas en eso, hasta que finalmente pierdo la fuerza y el resorte salta. Y entonces exploto y el conflicto que se genera es mucho peor todavía", sigue describiendo.

Eso de apretar el resorte -explica- es como querer mantener la paz o la armonía a la fuerza. "Pero es una paz errada; no es realmente paz porque hay mucha tensión que se va acumulando", sostiene P.F.

"Por ahora me doy cuenta de que me pasa esto de querer evitar los conflictos, pero todavía no consigo modificar esa conducta. Solamente la observo. Eso me ha permitido que algunas veces pudiera sentir que estaba a punto de explotar, y entonces expresé que tenía algo que decir, y que tenía miedo de decirlo porque pensaba que si lo hacía, todo (la relación afectiva) se iba a arruinar. Y en esas ocasiones comprobé que la situación se resolvió mejor de lo que pensaba, que encontré comprensión en la otra persona y que pude darme cuenta de que cuando algo me molesta tiene que ver más conmigo que con lo que los otros hacen", reflexiona.

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