
CON SU MEJOR AMIGA. Miguelito posa en su casa con una de las cuatro guitarras que posee actualmente. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI

Cuando Miguelito Ruiz pasea por las cuerdas de la memoria, sus ojos se vuelven rojo melancolía. Y entonces aparece Haydée con la escoba en el viejo patio platense, el Polaco en las cantinas porteñas, Piazzolla en Punta Mogotes, el amor que lo anudó a Tucumán, las guitarras, Cuqui... De alguna manera u otra, todos ellos se subirán mañana al escenario con él.
Miguel está inquieto. Se sienta casi en el borde del sillón y, mientras habla, mira alternativamente al cronista y al celular que lo graba. Las palabras se apresuran y los recuerdos también. Es lógico: a los 73 años recibirá un mimo enorme. La Universidad Nacional de Tucumán lo homenajeará con el espectáculo "Las cuerdas de la vida", del que no sólo participará él, sino también invitados especiales.
Carrera enorme
Para aquellos que no lo conocen, Miguelito es una institución de las seis cuerdas. Nació en La Plata y llegó a Tucumán cuando tenía apenas 20 años y una carrera enorme: ya había tocado con artistas del tamaño de Goyeneche, Edmundo Rivero, Hugo del Carril... Acá se enamoró de Emma y se quedó. Nació Cuqui, su única hija, y con sus guitarras protagonizó una parte importante de la historia de la música popular en la provincia.
- ¿Se acuerda de su primera guitarra?
- Me la regaló mi papá para Reyes. Yo tenía unos seis años y era de juguete. Pero con ella saqué el tango "Loca". Después me compraron una guitarra mejor. Soy autodidacta; toco de oído.
- ¿Qué es lo que más lo emociona de toda su trayectoria?
- En primer lugar, agradezco este arte que me dio Dios. Pero lo más emocionante fue mi hermana. Me acuerdo de que mientras yo tocaba la guitarra de chico, ella barría el patio y me pasaba temas, tangos de aquella época. Ese recuerdo resume todo lo que hice después. Haydée falleció el 13 de abril. Prácticamente me crió. Soy el menor de nueve hermanos y mi mamá murió cuando yo tenía ocho meses. Ese afecto de madre-hermana fue muy importante para mí. La tengo presente en todos mis recitales y en todas las cosas bonitas que me pasan.
- Usted se relacionó con grandes de la música. ¿Cómo recuerda, por ejemplo, a Piazzolla?
- El tenía un boliche que se llamaba Vat 69, como el whisky. Después de tocar, se sentaba en las mesas y le preguntaba al público por qué lo había ido a ver. En ráfagas cortitas te explicaba a qué apuntaba con su música y de ahí uno salía piazzollero. No era un tipo accesible. Era muy difícil entrarle si no se lo hacía con algo que él realmente apreciara. Nunca toqué con él, pero nos hicimos amigos. Tuve la oportunidad de pasar una temporada con él y fuimos a la playa, en Punta Mogotes. Era un tipo normal, amable con la gente.
- ¿Y Goyeneche?- El Polaco era todo bohemia; la persona más buena que te puedas imaginar. Lo acompañé mucho en Buenos Aires, tocábamos en las cantinas.

- Uno más: ¿Del Carril?
- Aparte de la pinta que tenía, Hugo era el tipo más humilde que existía. Era peronista hasta los huesos. Tengo una anécdota muy linda con él. El aplauso más grande que escuché en mi vida se lo dieron a él en las Termas de Río Hondo. Salió al escenario y unas 5.000 personas lo aplaudieron de pie durante por lo menos 10 minutos. Y todavía no había empezado a cantar.
- ¿Cómo ve a la música popular hoy?
- Hay una movida muy buena. Cuando integré Guitarras del Mundo con Juan Falú y Lucho Hoyos escuché a chicos del conservatorio que son muy buenos. En Buenos Aires, Emilio Balcarce formó un semillero de bandoneonistas jóvenes que es increíble.
TOCA MAÑANA
• A las 21 en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265). La entrada es libre y gratuita.








