El fin de la incertidumbre y el inicio de la melancolía

El fin de la incertidumbre y el inicio de la melancolía

¿Qué hay que hacer con la felicidad? ¿Anhelarla, conquistarla, recordarla, envidiarla o regalarla?.

CONFESIÓN. Hay un momento en que ya se sabe que todo acaba, que ya no se dirá ojalá, dice Cruz Ruiz. FOTO DE GORKA LEJARCEGI CONFESIÓN. "Hay un momento en que ya se sabe que todo acaba, que ya no se dirá ojalá", dice Cruz Ruiz. FOTO DE GORKA LEJARCEGI
16 Junio 2013

MEMORIA

OJALÁ OCTUBRE

JUAN CRUZ RUIZ

(Alfaguara - Buenos Aires)

El libro nace de un hijo que, en vida, no supo abrazar a su padre y que intenta, en vano, hacerlo cuando ya ha muerto. Sólo se ha quedado con la mirada última de su progenitor, que ya es irremediablemente la suya. "Vi en ella la desolación, el final de la esperanza, la cancelación definitiva de la felicidad", se confiesa Cruz Ruiz.

Si el final es conocido, ¿qué hay que hacer, entonces, con la felicidad? El autor se pregunta si hay que anhelarla, conquistarla, recordarla, envidiarla o regalarla. "Es como un rumor, se posa o no se posa, la agarras o no la agarras", se responde. Y es cuando conviene explicar el porqué del título de este libro. Según el escritor Truman Capote, el rumor (la felicidad) había sucedido sólo una vez durante el décimo mes del año. "Me gusta tanto que ojalá siempre fuera octubre", suspiró alguna vez. Esta frase sirvió de disparador para que Cruz Ruiz ajustara cuentas con su padre, que solía aferrarse a esa esperanzadora interjección inventada por los árabes (ojalá) como para dejar en claro que siempre había un resquicio para que penetrara la felicidad o, lo que es lo mismo, la vida. El problema es que la voz ojalá también encierra un misterio, un imposible más bien. "Hay un momento en que ya se sabe que todo acaba, que ya no se dirá ojalá, acaba la incertidumbre y empieza la melancolía, su rabia", como dice el autor.

El libro es rotundamente autobiográfico: deja entrever cómo de una familia sobreviviente de la escasez (en todo sentido) del franquismo surge un hijo que llega a ser un prestigioso periodista del diario El País, de Madrid, que ahora reflexiona sobre la pequeña felicidad que le producía a su padre conducir el camión en el que hacía repartos en soberana soledad. Pero es mucho más que eso. Como si se tratara de un Umbral socrático o existencialista, es un monólogo manso sobre la irreversibilidad de la muerte. "Verte como tu padre, como él fue, no es tan sólo una evidencia física, una similitud de rasgos natural, o sobrenatural, una similitud que se va acentuando a medida que pasan los años y uno se parece a lo que fue su primer modelo; es mucho más, como si de pronto su fracaso, o su frustración, o ese último suspiro que viste que iba dando, mientras tú te acercabas tímidamente, a la puerta de hospital en el que agonizaba, fuera en tu espíritu también una herencia, como si tu propia respiración siguiera a aquella". Esto concluye Cruz Ruiz, como sugiriendo que cuando la palabra ojalá ya no puede pronunciarse como optimista esperanza, deviene en sabia melancolía.

© LA GACETA

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Federico Abel

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