La nueva novela de Pérez-Reverte

Un hombre, una mujer, tango, amor y nostalgia.

17 Febrero 2013
En el centro de la novela, una historia de amor, la de Max Costa con Mecha Inzunza, una mujer joven cuya mirada contiene el destello de la belleza y de la inteligencia, una mujer hermosa que  baila muy bien el tango y que además es la esposa de Armando De Troeye, un compositor musical de la talla de Ravel. Max Costa fue chofer de un millonario, antiguo legionario en Marruecos, experto ladrón de guante blanco, bailarín de salón, seductor constante y silencioso tahúr. Se conocen rumbo a Buenos Aires a bordo del Cap Polonio, un trasatlántico con lujosos salones de baile, arañas resplandecientes y acogedores camarotes. En ese viaje comienza un amor que durará cuatro décadas, en un recorrido por el tiempo de ambos personajes, a través de la Guerra Civil Española y la Guerra Fría. 
En el centro de la novela, además, la atmósfera que ha generado en el mundo entero el tango, esa forma musical que usa el idioma de los reos pero cuya aura es siempre sinónimo de elegancia, decoro, astucia y seducción. 
En los flancos de la novela, intrincadas historias accesorias, tramas de espionaje, negociados con funcionarios de regímenes totalitarios como los de Mussolini o Franco, torneos de ajedrez, y otras  historias laterales que llenan el libro del mejor modo: no siendo simple relleno, sino interesantes relatos que convergen en los personajes centrales: Max Costa y Mecha Inzunza. 

Ritmo constante
Es un libro muy logrado, escrito por un generador de best-sellers de calidad, como buena parte de la crítica española lo llama, pues Pérez-Reverte es también autor de la saga Las aventuras del capitán Alatriste y El asedio, éxitos comerciales no depreciados por académicos. El tango de la guardia vieja reafirma ese ejercicio de erudición aplicada característico del autor. 
Los ambientes descritos han sido escrupulosamente estudiados, desde los discos de Rita Pavone que suenan en ocasiones, hasta los encendedores Dupont o algún sobre de cocaína que tiembla, vacío, en una mesa de cabaret. Todo detalle está cuidadosamente colocado en su preciso lugar. Aunque quizá esto último no sea exactamente una virtud del libro, ya que esa especie de puntillismo deja entrever, como por una rendija, algo de la arquitectura del relato, lo cual tiende a aniquilar la magia. De todos modos, el libro vibra a ritmo constante a lo largo de toda esta historia de tango, con muchos de los componentes de que el tango está hecho: una mujer, un hombre, la música, el ajedrez, la evocación, la nostálgica madurez y el amor. © LA GACETA

César Di Primo

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