José Díaz nunca dice "yo" al primer llamado

No es fácil cargar en el documento el nombre más común entre los tucumanos. Cada José tiene que acostumbrarse a las confusiones y sorpresas ingratas, a ser paciente, precavido y a demostrar más de una vez quién es. En esta producción, 10 de ellos nos cuentan las complicaciones y los beneficios de contar con una denominación común y corriente.

MI NOMBRE ES TU NOMBRE. El oficial, el empleado de comercio y el comisario (de izquierda a derecha) están acostumbrados a las confusiones. LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO MI NOMBRE ES TU NOMBRE. El oficial, el empleado de comercio y el comisario (de izquierda a derecha) están acostumbrados a las confusiones. LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO
Lucía Lozano
Por Lucía Lozano 14 Octubre 2012
Es casi mediodía. En un local comercial del centro tucumano se escucha este diálogo:

Vendedor: por favor, ¿me dice su nombre para la factura?

Cliente: José Díaz.

Vendedor: me está cargando, me llamo igual que usted.

Cliente: bienvenido al club.

Vendedor: ¿qué club?

Cliente: el incontable club de los José Díaz.

A veces se sorprenden. Casi nunca. Saben que tienen un nombre común. Repetido. Para nada original. Y que no es fácil sobrevivir con él. Nada fácil. Porque un José Díaz piensa dos veces antes de decir "soy yo" cuando lo llaman. Porque un José Díaz más de una vez tiene que estar probando que es él y no uno de los 700 y tantos hombres que se llaman de la misma forma en la provincia.

Pensaban, como muchos de nosotros, que encontrar un "Juan Pérez" en la guía telefónica era lo más complicado. Pero no. En este listado que involucra a la mayoría de las familias tucumanas, los Díaz llevan las de ganar: son 2.966. En el segundo puesto están los González, con 2.850 líneas de teléfono. Le siguen los Rodríguez, los López, los Fernández, los García, los Sánchez y los Pérez. El conteo también nos muestra que en nuestra provincia hay más Paz que Guerra y son más los Vaca que los Toro.

Para tener datos más certeros está el padrón electoral. Allí, Díaz aparece como el apellido más popular: lo llevan en la provincia 21.891 personas. Los González son 18.817 según este listado que registra a todos los tucumanos mayores de 18 años. El padrón reveló el nombre más repetido: José Díaz. Con ese mismo apellido, las Marías son amplia mayoría. Pero casi todas ellas tienen un segundo nombre con el que se identifican para no tener los problemas que sí tienen los Joseses.

Las coincidencias que les aparecen en el camino son constantes, cuenta la decena de José Díaz entrevistados para esta nota. Se ríen. Se miran entre ellos. ¿En serio somos tantos?, preguntan. Como si fuera poco, muchos de ellos también comparten el apodo: "Pepe".

Para estos "hijos de Diego" (el apellido es patronímico, es decir, deriva de un nombre) que se identifican como José, siempre hay que estar preparados para las casualidades ingratas. Aunque después las recuerdan con humor. Es comprensible. No debe ser fácil enterarse de que otro que se llama como uno tiene antecedentes financieros plagados de deudas. Es lo que le ocurrió a José Díaz, de 59 años, quien trabajaba en un banco cuando le sucedió esto. "Me costó aclarar que no era yo", recuerda. "También me hubiese gustado estar en la piel de un homónimo que tenía varias propiedades y fincas", cuenta este nacido en Salta y tucumano por adopción. Admite que algunas cosas de su vida serían distintas si su padre hubiese respetado el deseo de su mamá, que había pedido llamarlo Aníbal Gerardo. Pero su progenitor perdió el papelito con el nombre y le puso José. "Cosas de la vida; no estoy disconforme", admite.

Cada José Díaz está acostumbrado a los baldazos de agua fría. Cuesta imaginarlo, pero sucede: uno recibe una llamada en la cual le anuncian que ha ganado un viaje a Brasil y a segundos de haber empezado a festejar, llaman de nuevo y le dicen: "perdón, no es usted, era otro José R. Díaz". "Me quería morir", explica José Ricardo Díaz, empleado municipal de 45 años. Esa "R" era de Ramón.

Para evitar nuevas confusiones, decidió con su primogénito cortar la tradición de siete generaciones de José. Le puso Martín. Y doble apellido: Díaz Toledo. Y se acabó, dijo, aliviado después de encontrar que si pone en Google su denominación aparecen 47,1 millones de respuestas.

Lo mismo hizo José Luis Díaz (36), empleado de comercio que siempre encuentra clientes con su mismo nombre. A su hijo le puso Bruno, a secas. Una vez, cuando fue a retirar la tarjeta de débito del Banco tuvo que demostrar quién era, porque otras tres personas que se llamaban igual tenían el mismo objetivo en la entidad crediticia. "Ni hablar de cuando te buscan amigos en Facebook. Te dicen: 'loco, no te encuentro, hay un montón con tu nombre'", comenta. José Alejandro Díaz supo a los 18 años, al entrar en la Escuela de Policía, lo que significaba la comunidad de los Díaz. Entre los alumnos habían cuatro con el mismo nombre y apellido. Ni hablar de cuando comenzó a trabajar en la Fuerza: sus homónimos están por todos lados vestidos de azul. Su padre es uno de ellos: el comisario Juan Alberto Díaz (47), jefe del Grupo Cero. Él también aprendió desde muy joven que siempre, al presentarse, alguien diría que conoce a otra persona que se llama igual. "A menudo me buscan, me cuentan un montón de cosas y yo les digo: 'me parece que está hablando con la persona equivocada'", detalla.

También al jefe de la Unidad Regional Este, comisario José Díaz, le pasa lo mismo. "Recuerdo cuando trabajaba en la Brigada de Investigaciones; subía y bajaba miles de veces la escalera al vicio porque buscaban al oficial Díaz y éramos dos", rememora.

Un José Díaz nunca reniega de ser quien es. Lleva su nombre con orgullo, dice el comisionado rural de Colalao del Valle. "Aquí hay muchos que nos llamamos igual, pero a mí no me importa. Mis padres me dieron una identidad, que si bien puede ser común, me gusta", resalta.

Y una cosa que no le puede faltar a un José Díaz es la paciencia para aclarar quién es. Son tantos, que hasta entrevistarlos se convierte en una odisea. Mientras intentaba descifrar la maraña de datos que se cruzan y se repiten con el mismo nombre, uno de ellos me llamó: "hola Lucía, te habla José Díaz", me dice. En ese instante, solo ruego recordar la voz para no quedar mal. Y es imposible no preguntarle: ¿cuál de todos, dame una pista? Me aclara que es el empleado municipal. Me pide que no me haga problemas. Y detalla: "peor es cuando te llegan cuentas ajenas, solicitudes de Facebook preguntando "¿sos el José Díaz de…?". A eso se le suman los enredos en los exámenes en la Facultad, en los estudios médicos, en las solicitudes para un crédito... Situaciones que seguramente terminarían irritando a una persona común y corriente. Pero no a una que lleva un nombre común y corriente.

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