Todavía no lo sabíamos, pero cuando fuimos a ver "El satánico Dr. No" estábamos asistiendo al principio de una historia que, 50 años después, está lejos de cerrarse. Por primera vez vimos desde la platea imágenes, sonidos, parlamentos y efectos especiales que con el paso de los años (y de los posteriores títulos de la saga) se irían convirtiendo en clásicos. El bombín arrojado al perchero, el comentario irónico y mordaz, el irresistible atractivo sobre el sexo opuesto y, sobre todo, el humor sutil aun en los momentos de mayor peligro, llegaron para transformarse en una indeleble marca de fábrica.
Sean Connery fue el primero que se puso en la piel del agente; fue tal la identificación con el personaje que el propio actor decidió años después abandonar la saga para no quedar encasillado y, gracias a su innegable talento, demostró que no sólo podía interpretar a 007. Pero dejó su marca en la serie, al punto que todos sus sucesores debieron pasar la exigente prueba de "hacer olvidar" al Bond original.