Fieles aliadas, aún en tiempos de banda ancha palomas en tucumán

Los colombófilos siguen criando palomas mensajeras por deporte.

APASIONADO. José Espasa admite que ama demasiado a sus palomas. LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO APASIONADO. José Espasa admite que ama demasiado a sus palomas. LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO
22 Septiembre 2012
Pasan horas mirando el cielo. Esperando que ellas regresen a su hogar después de haber sido soltadas a miles de kilómetros. La pasión que sienten por las palomas se les nota en el brillo de sus ojos. José Alberto Espasa y Fernando Bulacio forman parte de un grupo de 40 colombófilos que hay en Tucumán. Tienen palomares en sus casas y se dedican a criar estas aves. Lo hacen sólo por deporte. Porque en tiempos de internet las palomas mensajeras han perdido casi totalmente su función para la comunicación.

Desde la Asociación Colombófila Tucumana ven con preocupación cómo aumenta la cantidad de palomas en el centro de la ciudad. "Debería haber un control porque uno cree que estas aves son inofensivas y no es así; representan un peligro porque son un foco infeccioso", señalan Espasa y Bulacio. Ellos, en sus palomares, tienen mucho cuidado con la higiene del lugar y periódicamente medican a sus "mascotas" para prevenir enfermedades. "Hay que buscar alternativas para enfrentar la plaga; todavía no se hizo nada", explica Bulacio.

En la actualidad hay unas 4.000 palomas mensajeras en Tucumán. Las aves se usan para correr carreras (se hacen unas 22 al año). Para realizar la competencia, cada paloma es debidamente identificada con un anillo en su pata. Así viajan en un camión hasta un punto determinado, como por ejemplo Rosario. Allí, se las suelta y las aves emprenden el regreso a casa. Los dueños las esperan y, apenas llegan, les extraen el anillo y lo colocan en un reloj especial que registra hora, minuto y segundo del retorno. Se calcula que viajan a un promedio de 75 km/h, aunque algunas aves han alcanzado los 120 km/h.

"Sólo las palomas mensajeras tienen poder de orientación; siempre regresan a su lugar de origen", resalta Espasa, para diferenciar a sus pichones de los que están en las plazas de la ciudad.

El hombre comenzó con su afición hace muchos años. En esas épocas, según rememora, las palomas eran usadas para traer a la ciudad rápidamente el resultado de las elecciones desde lugares muy alejados. "Ahora, con los avances tecnológicos, dejaron de cumplir esa función. Los mensajes van mucho más rápido por mail, qué le vamos a hacer", lamenta Espasa, y también cree que por ese motivo cada vez habrá menos interesados en la actividad.

Mientras habla, sus palomas se mueven todas de un lado a otro. Peor se ponen cuando les disparan con la cámara de fotos. Es como si no estuvieran acostumbradas a las visitas. José abre el palomar para tranquilizarlas, saca una de las aves y la libera. A los pocos minutos, otra paloma apodada "buchón", comienza a llamarla. Y entonces la paloma regresa a "casa".

Espasa recuerda el rol importante que cumplieron las palomas en la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas fue condecorada con una medalla por volar cientos de kilómetros para informar sobre el lugar en donde había aterrizado de emergencia un bombardero en 1943. Hoy, aunque parezca extraño, hay ejércitos que las entrenan por las dudas sean necesarias en caso de guerra. En Cuba aún se las utiliza en las elecciones. Sirven porque, claro, son inmunes a las interferencias en los sistemas de telecomunicación.

"Las palomas se guían las ondas magnéticas de la tierra, aunque todavía ni los que se dedican al estudio de las aves saben exactamente cómo hacen para volver a su lugar de origen", explica Bulacio. Y agrega que lo más emocionante es verlas volver al hogar, a veces heridas por halcones o por las inclemencias del tiempo.

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