Admitiendo la recesión, pero esperando una pronta recuperación

Admitiendo la recesión, pero esperando una pronta recuperación

BUENOS AIRES.- Tras la insistencia de la presidenta Cristina Fernández en advertir que el mundo se nos cae encima y la de sus funcionarios en que lo peor está por venir, el Gobierno parece empezar a admitir que el país cayó en recesión, aunque en el 2013 podría iniciarse un rápido proceso de recuperación gracias a la súpersoja y a Brasil. El aplanamiento de la economía que arrojó junio -según el desacreditado Indec-, significa que el valor de los bienes y servicios producidos fue el mismo que en igual mes de 2011, a pesar de una inflación que para los privados alcanzó los dos dígitos y para el Indec fue de un 10%.

Desde la cúspide del poder existe un reconocimiento de que la Argentina no podrá escapar al descalabro de los países centrales, aunque sobren dudas de si la jefa de Estado tomó nota de cuánto contribuyeron algunas de sus medidas para desalentar aún más la economía local. El cepo cambiario, la emisión monetaria y el discurso antiempresarial que dominó la verba encendida presidencial en las últimas transmisiones por cadena en continuado, le hacen un flaco favor a la generación de confianza en actores económicos. En cualquier fenómeno las responsabilidades son múltiples, y tal vez convendría al Gobierno tomar nota de cuáles son las suyas, subrayando algunas perlas que dejó la visita del premio Nobel de Economía Joseph Stigliz, esta semana.

Respetuoso y encariñado con el modelo kirchnerista, el prestigioso economista eludió abordar ciertos temas espinosos cuando le tocó hablar delante de la jefa de Estado en Casa de Gobierno. Pero sí los trató al día siguiente, cuando alertó sobre la importancia de crear una agencia de estadísticas independiente y sostuvo que la inflación se convierte en un problema si alcanza niveles altos.

Ambos problemas los tiene la Argentina y se fueron profundizando a partir de 2007, cuando asumió Cristina Fernández. A tal punto que Roberto Lavagna, el verdadero mentor intelectual de la recuperación económica de la Argentina tras la crisis del 2001, dijo que en el país se está produciendo un "Rodrigazo en cuotas".

Celestino Rodrigo fue el ministro de Economía de Isabel Perón que el 4 de junio de 1975 lanzó un ajuste salvaje de la economía, que terminó de hundir al país y dejó el campo orégano para la llegada de una dictadura sangrienta. "Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien", había vaticinado Rodrigo -quien venía de ser el número dos de José López Rega en el Ministerio de Bienestar Social- cuando anunció su megaplan. Al asumir, el costo de vida alcanzaba el 80%, pero aún así el desempleo era bajo, del 3%.

El "Rodrigazo" significó devaluar el peso ley llevándolo de 10 a 26 en lo que hacía al dólar comercial; el dólar financiero pasó de 15 a 30 pesos ley, y se creó un nuevo tipo de cambio turístico, en 45 pesos. Es como si hoy, el dólar oficial pasara a costar, en lugar de 4,60, 20,7 pesos. Al mes y medio, Rodrigo volvió a devaluar mientras las reservas caían de U$S 1.400 millones a fines de 1974, a 700 millones en junio del 75, con una deuda externa de U$S 10.000 millones, que luego la dictadura se ocupó de multiplicar. Rodrigo, con aval de José López Rega, también pretendió limitar las paritarias a aumentos de un 40%, cuando los gremios querían el doble. Todo terminó con un paro general de la CGT, Rodrigo renunciando 49 días después de haber asumido y López Rega huyendo del país.

Muy lejos de aquella realidad, las palabras de Lavagna sonaron algo exageradas y hasta parecen ocultar un interés político, pero que el dólar paralelo haya alcanzado una brecha de casi 40% con el oficial, y que ciudadanos y empresas vean trabado el acceso a las divisas, tiene parte de responsabilidad en comparaciones que pueden resultar odiosas a los oídos oficiales. Además, parece un error cada vez más serio haber intervenido el Indec, es decir, romper el termómetro para evitar que se sepa cuál es la temperatura.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios