"La aceptación generalizada está planteada en la frase 'roba pero hace'"

12 Agosto 2012
"No reconocer la corrupción sería tonto por parte del Gobierno. Por mucho que cueste y duela, la corrupción sobrevive, inclusive, en los gobiernos más tradicionales y democráticos del mundo. No deja de parecerme importante que el gobernador admita que hay corrupción. Porque no se puede pensar que todo el gobierno está complotado para delinquir. De la misma manera, tampoco el Gobierno puede esgrimir que toda la oposición está complotada para demonizarlo. La denuncia es parte del juego político-institucional. Algunas denuncias carecen de fundamento. Y otras están debidamente fundadas". Las reflexiones son del sociólogo Héctor Caldelari, con quien LA GACETA dialoga acerca de las declaraciones del gobernador, José Alperovich, acerca de que "todos somos buenos, pero si nos controlan somos mejores". Y, sobre todo, de los alcances e implicancias de esa manifestación. - ¿Se puede eliminar la corrupción?- No sé si la corrupción es completamente eliminable, pero sí es reductible. Digo esto pensando en lo que dicen los clásicos de la sociología. Durkhein, por ejemplo, sostiene que la sociedad necesita cierto nivel de delito, porque eso le permite mantener viva la conciencia de sus normas y mantener la solidaridad de los miembros de la sociedad. La corrupción estatal es un delito particular. Daña un cuerpo social, provoca una herida moral y también puede causar daños materiales. Pero también implica al que paga la coima: ese también es cómplice de la corrupción. Pero solemos olvidarnos de él. Frente a esa cuestión, nos encontramos con países que están tomando medidas para revertir esa cuestión, y que persiguen tanto al que cobró la coima como al que la pagó. Pero no menos cierto es que hay naciones donde se admite que la coima es indispensable para hacer negocios.

- Justamente, un discurso de la realpolitik para justificar la corrupción, que se filtra cada vez con más insistencia en algunas películas de Hollywood, pretende una diferenciación. Algo así como que lo malo es la corrupción descontrolada. El planteo es que, si a cambio de un soborno igual al 10% de la inversión, se consigue reducir a la mitad el plazo de los trámites para una obra, hay que pagarlo porque entonces todos se benefician...

- La corrupción es una cuestión asumida no sólo en las altas esferas del poder. Su aceptación generalizada está planteada en esa famosa frase "roba pero hace". Tengo la impresión de que eso de "robar pero hacer" se ha convertido en una diferencia sumamente importante para los tucumanos. Porque no se repite la fórmula de manera hueca: hace referencia a que antes también había robo, pero no había obras.

- Ahí parece existir un correlato con el bolsón, cuyo empleo crónico en las elecciones ha hecho que, en algunos casos, ya no sea tomado como una coima a cambio del voto, sino que pareciera estar internalizado como un derecho adquirido. Como parte del ritual electoral. Para ir a votar, un bolsón y el traslado ida y vuelta...

- Es cierto. Para mí sí existe ese correlato. Y se vincula con cierta discusión que me han referido, que tiene que ver con algo así como la corrupción que no perjudica a nadie. Claro que no es así, pero insisto en se trata de un planteo que he oído ya un par de veces. La tesis es la siguiente: cuando se llega a ocupar determinados niveles de poder, se pueden conseguir prebendas sin que ello implique traicionar al votante. El ejemplo abstracto que ponen: se puede maniobrar para que se beneficie a una entidad crediticia con un contrato y, a cambio, recibir una tasa diferencial para préstamos. O para beneficiar a una empresa constructora que, a cambio, construirá una vivienda a un precio menor que el que cobra a un cliente común...

- Da la impresión que la corrupción en el Estado hace que el perjudicado se torne difuso. Y eso licúa las culpas. O sea, una estafa privada despoja a una persona con nombre y apellido. Pero a la corrupción en el Estado la pagan millones de contribuyentes.

- Hay mucho de eso. Los que justifican la corrupción, o cuanto menos tratan de buscar argumentos atenuantes, distinguen diversas clases de actos. El ejemplo: vender medicamentos falsos es criminal y merece toda clase de condenas, justamente porque se sabe el perjuicio terrible que ocasionará y quiénes serán los perjudicados. Pero si se inclina la balanza en favor de un laboratorio para que sea proveedor del Estado, el perjuicio y el perjudicado se tornan difusos.

- Ahora bien, nada de esto exime de culpa y cargo al que incurre en actos de corrupción...

- Por supuesto que no lo exime. Lo analicemos desde otro ángulo: desde el absurdo. Si resulta que la idea de que no hay daño todo lo convalida, caeríamos en el absurdo de tener que proponer la despenalización del tráfico de bebés. Porque habría que concluir que: a) el padre que no quiere al niño recibe plata; b) el padre que sí quiere un hijo recibe al chico; c) que el chico va a parar a un hogar donde vivirá mejor y será amado. Para no incurrir en estas barbaridades hay que tener en claro que el análisis económico-utilitarista no puede serlo todo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios