La respuesta sexual humana

Por Inés Páez de la Torre - iptorre@lagaceta.com.ar

29 Julio 2012
Existe una gran variedad de comportamientos sexuales. Más de una vez nos ha llamado la atención alguna práctica que en otra cultura es común. Con frecuencia nos impresionamos al escuchar sobre costumbres que hace algunas décadas nadie cuestionaba. Y hasta cuando dos amigos -que comparten misma época y lugar- hablan de su vida sexual, se llegan a sorprender de lo distintos que son.

Pero, a pesar de todas estas diferencias, la forma en que el organismo humano responde a la excitación sexual es en esencia idéntica. Ocurre que los órganos que intervienen son los mismos y su actuación es similar.

Los pioneros en investigar estas reacciones fueron los norteamericanos William Masters y Virginia Johnson -ginecólogo y psicóloga, marido y mujer- quienes en 1966 filmaron y observaron más de diez mil actos sexuales, a fin de describir los cambios físicos que se producían. De allí surgió su paradigmática "Respuesta sexual humana", obra fundamental en la historia de la sexología como ciencia. Hasta entonces este tipo de estudios sólo se realizaba en relación a los animales y nadie se atrevía demasiado a hacerlo con personas. Es que aún en el mundo científico, pesaban fuertes prejuicios y represiones sexuales.

Masters y Johnson describieron cuatro fases de esta respuesta: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Más tarde Helen Kaplan agregaría como punto de arranque, la fase del deseo. A lo largo de este proceso, el organismo responde con una serie de cambios fisiológicos (vasocongestión, aumento de la tensión muscular, incremento de la frecuencia respiratoria y cardíaca, etc.) que van in crescendo, y alcanzan su punto máximo al llegar al orgasmo. A partir de allí, de manera involuntaria y refleja, el organismo vuelve progresivamente a su estado habitual.

La aparición de cada una de estas etapas -empezando por el deseo- habilita, en condiciones adecuadas, que se produzca la siguiente. Y las dificultades en una fase, impiden que este proceso siga avanzando hasta resolverse. En este sentido, por ejemplo, la ausencia de deseo es un impedimento para que una persona se excite. De la misma manera que una disfunción eréctil será un obstáculo para alcanzar el orgasmo.

El múltiplo de uno
Las mujeres pueden experimentar orgasmos múltiples -si son estimuladas adecuadamente y si tienen interés sexual- siempre que su excitación no descienda por debajo de la alcanzada en la fase de meseta (momento en que la excitación se mantiene constante y en un nivel alto). Pero, si bien se trata de una posibilidad que puede ser explorada por cualquier mujer, es importante desmantelar los mitos al respecto: muchas mujeres no han experimentado nunca orgasmos múltiples, y eso no las hace incompletas, menos sexuales, ni más reprimidas.

Los hombres en cambio, luego de la resolución, entran en lo que se llama "período refractario", estado por el cual son fisiológicamente incapaces de tener otro orgasmo o eyacular nuevamente. Este período dura entre minutos y horas, y generalmente tiende a alargarse conforme avanza la edad. Se manifiesta a veces con un deseo de estar en reposo y descansar. Este hecho suele traer conflictos en las parejas, ya que las mujeres se sienten abandonadas cuando, en lugar de recibir caricias o palabras cariñosas, su compañero se da media vuelta y se duerme.

Por último, la respuesta sexual humana fue descripta ante todo en relación a los cambios fisiológicos que se producen en cada una de sus fases. Pero "hacer el amor" es también "ser el amor": muchísimo más que tensión muscular, respiración acelerada, taquicardia, contracciones del útero, transpiración. Se trata de un acto sumamente complejo, donde intervienen todas las dimensiones humanas. Al desdibujar los límites individuales, se constituye como una de las formas más íntimas de encuentro entre dos personas. De superación de esa dualidad primigenia que supo expresar magníficamente el poeta: "con el número dos nace la pena".

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