Tercerizando la culpa
El discurso "thatchereano" sustentado en valores morales para explicar la facilidad de ocurrencia de un crimen o de la explosión de violencia desnuda un concepto sobre cómo el Gobierno cree que da seguridad a la población. Es la visión polícíaco-ministerial de que todo va muy bien y que los hechos salvajes ocurren por azar o por circunstancias ajenas al programa de seguridad. Como si la violencia derivada de los problemas que tiene la gente que vive en zonas marginales no fuera un asunto de seguridad. Como si la medición de homicidios -una de las que se utiliza para estimar los niveles de (in) seguridad- pudiera separarse en crímenes debidos a la violencia y el alcohol y asesinatos en ocasión de robo. Con este criterio, sólo los segundos denotarían inseguridad. Los otros serían "problemas sociales extremos" de zonas marginales. Esta visión resignada y maniquea indica, por lo menos, que no se entiende que la inseguridad es un asunto social, más que policial, que un comienzo del cambio significaría preocuparse por los ciudadanos olvidados por el Estado, que requieren nuevas estrategias para cambiar el abandono de años: recordemos que la zona donde asesinaron a Mercedes es un conflictivo suburbio donde reina la banda de los Araña, donde se extienden profundas redes políticas de subsidios y donde la Policía es impotente y rechazada: hace pocos meses, en una trifulca por un confuso allanamiento, un vecino resultó asesinado por una bala policial.

La senadora Beatriz Rojkés se disculpó por lo de "familias borrachas". Pero el jefe de Policía y el ministro no pidieron perdón por lo que pasa, porque ellos hacen como que ven una sociedad protegida por cámaras, GPS y policías que vigilan -hipotéticamente- a los criminales. La pregunta que queda es: ¿la senadora asumió la visión policíaco-ministerial (escuchó a quienes no debía), o es que el ministro de Seguridad Ciudadana y el jefe de Policía reflejan en su política una no escrita visión oficial sobre el problema de la inseguridad?

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