Postales del arrollador fenómeno de La Renga

Postales del arrollador fenómeno de La Renga

Fans de todo el país invadieron Tucumán durante el fin de semana. Hubo 15.000 en Central Córdoba, sede del potente show

JUEGO DE TRES. Chizzo, Tete y Tanque, en ordenada fila india. Reyes Magos en dos horas y media de rock. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI JUEGO DE TRES. Chizzo, Tete y Tanque, en ordenada fila india. Reyes Magos en dos horas y media de rock. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI
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Neuquén. Córdoba. Armstrong. Jujuy. El litoral. Cuyo. La lejana Patagonia. El cercano terruño santiagueño. Mil rincones del conurbano bonaerense. La cara de Diego. La cara de Pappo en los trapos repartidos por la geografía de Central Córdoba. Colectivos repartidos por avenida Alem, por la Bolívar. Traffics. Estrellas en miles y miles de remeras, planetas en la escenografía y una luna gigantesca y vigilante en el cielo de barrio Sur. "Pan y vino, pan y vino... El que no grita La Renga para qué carajo vino..." El rock, hermanador fenómeno de masas, eligió Tucumán como Meca de la peregrinación. Y un show de dos horas y media fue el eje de una de las movilizaciones populares más impresionantes de los últimos tiempos. 15.000 devotos y una banda, frente a frente. Acá, en el norte. Un rito de corazones que no sangran; más bien destilan felicidad.

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Hubo doble cacheo camino al portón de entrada. Minucioso. No más malditas bengalas. El de Miguel Ramírez es un nombre y un recuerdo que flota sobre CC. Chizzo le dedicó todos y cada uno de los temas. El de la seguridad es un tema que obsesionó a la organización. "Pero hay mucho de prejuicio en esto -analiza Alejandro Urueña, relajado en el post show-. Hubo miles de pibes y ni un incidente adentro". Es cierto que los antecedentes justificaban el rigor del operativo, la presencia de expertos en el tema (los de Cosquín), los corralitos para emprolijar el ingreso. La realidad disipó los temores. Mucha cerveza, mucha dulzura en la brisa nocturna. Síntomas de la madurez de un público heterogéneo en la estética y el discurso pero variopinto en la procedencia. Acentos porteños, acentos cordobeses, amigos de Bolivia. La ciudad les abrió los brazos, y aunque muchos los miraron de reojo ellos dieron más de una señal de madura civilidad.

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Un botón de muestra: la filial Caballito ofreció la "Semana Santa Renga". Opción 1: $530 viaje ida y vuelta + asado. Opción 2: $650 viaje ida y vuelta + asado + hostels para dos noches. Opción 3: $770 c/asado + hostels + entrada. Vale apuntar que los tickets costaban $120 (con el último CD -"Algún rayo"- incluido).

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La futbolización del rock y la entronización ceremonial del pogo viene dividiendo aguas de quienes se dedican a pensar con seriedad en estos temas, inherentes a la cultura joven argentina de los últimos 20 años. Hay acuerdos y desacuerdos al respecto, posiciones atendibles. Cromagnon -y el bengalazo asesino que mató un fan y dejó en crisis a La Renga- siempre figura en el medio de los debates. Uno de los hits instalados en el pueblo rockero enfatiza aquello de "matar un rati/para vengar a Walter..."Facundo Pereyra, por lejos el periodista especializado con mayor cantidad de shows sobre los hombros en Tucumán y alrededores, frunce el ceño en medio del agite. "A esto de la venganza hay que pararlo", advierte. Walter es Walter Bulacio, emblemática víctima de la ferocidad policial, en su caso Redondos de por medio. La familia de Walter lleva años y años trajinando juzgados y chocando contra una red de impunidad. Ellos, sumidos en un dolor perenne, enseñan el camino. El mismo que siempre transitaron los organismos de derechos humanos en el país: memoria y justicia sí, desquite no. Lecciones para repartir e inculcar.

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No hay mejor homenaje para Keko Ramírez, arriba y abajo del escenario, que un show contundente y energético. El mix de clásicos y temas de "Algún rayo" funciona como catalizador. Tete y Tanque sostienen y Chizzo mete riffs como estiletazos. Dirige el coro en el rol estelar de primera voz y la congregación corea. La Renga -acostumbrada a tocar para mucho más que las 15.000 almas apiñadas en CC- maneja los tiempos y va liberando la adrenalina de la masa como quien abre y cierra un grifo. La interactuación con el público es puramente musical. Apenas un alto para presentar una bandera que denuncia la contaminación de la megaminería a cielo abierto. Apenas el enunciado de los temas. Después, Chizzo se pega al micrófono, Tete bordea las tablas y Tanque sacude con la cámara bien cerquita y amplificando esos brazos que son pistones neumáticos. Cada intervención de Manuel Varela es puro oxígeno sonoro; de a ratos inspirado a laDick Parry, de a ratos arrollador a laSergio Dawi. Y así.

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Desbande, fin de fiesta. Descuelgue de banderas. Muchos descansan en la cancha de básquet. Se despierta el bello durmiente que roncó durante todo el show sobre un pedacito de césped. Muchos buscan los bondis. La platabanda de la Alem es un hormiguero. Hay corridas por la Rondeau. La vida por un almacén, por un barcito.

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Latieron los tambores en los pechos, inundados de poder. Poder. A los poderosos les produce pánico la gente en la calle, manejan ecuaciones en las que no encaja la movilización. Ese poder desbordante y desbordado hizo sinapsis en la noche tucumana. Y no fueron mentes nubladas por la estupidez ni mendicantes de esclavitud.

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