La Renga y su ceremonia
EN ACCION. La Renga dejó a todos satisfechos con su recital. LA GACETA / ANTONIO FERRONI EN ACCION. La Renga dejó a todos satisfechos con su recital. LA GACETA / ANTONIO FERRONI
08 Abril 2012
El objetivo se cumplió. Más de 15.000 personas encontraron consuelo para su locura con La Renga. Fue un remanso de serenidad al que, paradójicamente, se llega con la sobreexitación de los sentidos y el cuerpo. Es lo que pasó el sábado cuando subió al escenario y casi dos horas y media toco su celebración después de una previa prolongada en tierras tucumanas.

Las huestes de La Renga coparon la ciudad para cumplir con un ritual sagrado, con una ceremonia que pone a andar por las rutas a una multitud que mantiene intactos sus códigos y costumbres. Desangelados -diría el Indio Solari- que agitan sus trapos, corean sus canciones y esperan que la banda empiece a tocar para seguir cantando y haciendo flamear sus banderas.

La espera en Tucumán, tuvo el guiño cómplice del fin de semana largo y unos buenos días de sol y noches con luna. El viernes temprano empezaron a verse remeras negras con estampados que dan cuenta de algún ritual anterior, en otro rincón del país, en el que muchas de estas caras se reencontraron sin conocerse.

Coparon el parque 9 de Julio, el Avellaneda, las calles del centro. Algunos privilegiados tuvieron su momento de gloria cuando el viernes "Chizzo" Nápoli, "Tete", "Tanque" Iglesias y Manuel Varela se asomaron a la vereda del hotel, y compartieron fotos, autógrafos y algún trago. Luego la banda se fue a cenar al club Central Córdoba, donde un pantagruélico asado los esperaba. Parecido transcurrió el sábado, entre paseos y más canciones empujadas con cerveza. Hasta las 22.30, puntual.

La excusa del encuentro fue la presentación de "Algún rayo", el nuevo disco, que tendría que haberse concretado en junio del año pasado. No pudo ser por la muerte de Miguel Ramírez, "Keko", durante un recital en La Plata, cuando le pegó una bengala. A él estuvo dedicado el show con el que, finalmente, terminó la gira que surcó el país a puro rock and roll.

Al ritual, para decir la verdad, sólo le faltó eso que le hizo tanto mal. Lo que se disfrutó tanto tiempo de manera inconsciente. No hubo bengalas, cohetes ni nada parecido. A nadie se le ocurrió.

Además le sobró un cantito. El que pide venganza por Walter Bulacio. La historia, las Madres y las Abuelas, vienen enseñando que sólo la justicia cura ciertas heridas; que puede ser lenta y esquiva, pero llega. Walter (asesinado en una comisaría en un recital de Los Redondos en 1991) todavía la espera, y no es matando un rati que llegará. Algo ha cambiado.

"Canivalismo galáctico" marcó el inicio del armonioso desenfreno en el que nadie pudo quedarse quieto o al margen de pogos y rondas. Las pantallas ubicadas junto a la escenografía interplanetaria disparaban imágenes del show, tratadas en vivo con efectos especiales.

Con los temas de "Algún rayo" como eje, el recital en el que esas viejas canciones de La renga se renuevan en las gargantas de los mismos de siempre que buscan en unos tipos parecidos a ellos, pero que están sobre el escenario, el consuelo para su locura. Serenos volvieron a los colectivos de larga distancia, los autos o el ómnibus para llegar a casa. Tambaleando de felicidad, con los ojos rojos de emoción, se fueron. LA GACETA ©

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