01 Abril 2012
Tina tiene pelo negro y mirada inteligente. Se desplaza con seguridad y elegancia por su casa, aunque hay dos sombras en su vida. Una es Paola, esposa de Guillermo. Como suele ocurrir en los matrimonios, Paola aborrece a quienes Guillermo ama. Y Guillermo ama a Tina. Así que Tina sabe que Paola no desperdiciará ocasión de hostigarla. Ambas son hembras y se entienden perfectamente en su desencuentro. Pero en lo dicho no queda aclarado que Tina es la gatita de la casa. Y ahora que está dicho, paso a contar algunos detalles de esos desencuentros.

Cuando Guillermo se encamina al dormitorio de matrimonio, Tina va tras él por la escalera y se instala luego a sus pies en la cama. Allí ronronea mientras su amo la acaricia y le conversa. Suele escucharse, abajo, los ruidos normales en el trajín de la casa. Tina dormita a medias y sus orejas en movimiento indican que sabe lo que está ocurriendo en la planta baja. Ocasionalmente alguno de los nietos de Guillermo y Paola inicia el ascenso por la escalera y Tina no da señales de preocupación, espera que el niño o la muchacha lleguen al dormitorio y participa atenta de la conversación entre nieto y abuelo. Sin embargo, basta que sea Paola quien inicia el ascenso por la escalera para que Tina cambie de actitud y pase al estado de alerta. Se incorpora de la cama y rápidamente se esconde en ella, abajo. Desde allí observará hasta saber si Paola desciende o permanece en el dormitorio. Esta conducta suya tiene origen en que la primera vez que Paola vio a Tina sobre la cama, la castigó con un palo, sin más trámites. Lección aprendida: Tina desea compartir la cama de su dueño, pero sabe que ese territorio está dominado también por la esposa de Guillermo. Claro que las cosas no quedan ahí, Tina sabe de venganzas severas y a la altura de las ofensas recibidas. Diligentemente orinará y defecará sobre las plantas en maceta que Paola cuida en el interior de la casa. No se le ocurre a Tina ir a defecar u orinar en las plantas exteriores, de menor interés para su dueña. No, claro, Tina sabe sobre los niveles de importancia de las cosas de la casa: así como su oído distingue tan cuidadosamente el inicio de las pisadas en la escalera como provenientes de Paola o de los niños, así también percibe qué planta en maceta atrae más o importa menos a su propietaria. Y elige hacer venganza ahí donde duela más, claramente. Algunas de esas plantas, víctimas de la guerra de hembras, murieron.

Una segunda preocupación de Tina son los dos perros de la casa. El Lobo, anciano, cansado y soñoliento siempre, no le crea demasiadas inquietudes cuando ella sale al jardín para cumplir su necesidad de acción (cazar gorriones, jugar, por ejemplo); pero Damián, el perro joven, la persigue malamente cuando advierte a Tina en su territorio. Tina debe trepar sobre un mueble inútil acumulado en el patio y desde arriba escuchar los ladridos rituales y molestos de Damián, quien a la larga se aburre y abandona la espera. Tina, entonces, regresa al interior de la casa y posterga sus rutinas de expansión que su cuerpo le demanda. Y, claro está, a medir las acciones de su enemiga interna, Paola. Cuando ésta sale de casa, Tina asume la jefatura del domicilio y se dedica a corretear jugando con carreteles, ovillos de lana y otros útiles de la dueña de casa dedicados a la costura. Se trata de daños menores que bastan para calmar su necesidad de juego y de venganza.

Total que la vida familiar transcurre con las preocupaciones de cada quien y los días traen novedades y se llevan lo que ya fue. Y entre las novedades, que Tina supo advertir tempranamente, apareció la acción de Guillermo orientada a construir su propio dormitorio en la planta baja de la casa. Tina olía prolijamente cada viga de madera, chapa de zinc, azulejo, ladrillo o arena traída para esa construcción. Orinó y defecó en el arenal como anticipando su señorío sobre el nuevo dominio que construía su dueño.

Los días pasaron. La construcción de la habitación de Guillermo progresó rápidamente, se levantaron paredes, se techó, se colocó un amplio ventanal y una puerta de acceso. Más tarde el piso y las luces eléctricas. Finalmente quedó lista para poner allí una cama individual. En ese momento Tina se instaló en la puerta de la habitación flamante y hasta desafió desde ahí a Lobo y Damián cuando se acercaron a mirar el nuevo nido de Guillermo. Sin una sombra de duda en su alma, Tina entendió que este nuevo lugar la favorecía. Que debía defenderlo como suyo y de su dueño.

Y pronto llegó la hora de la verdad. El primer día que Guillermo se quedó a dormir allí, Tina lo acompañó y se tendió sobre la cama. Recibió la conversación y sus caricias con aprobación y ronroneos satisfechos. Y sencillamente se durmió. Poco después Paola ingresó a la habitación, vio a Tina recostada, ésta levantó la cabeza como si mirara llover. Pero Paola tenía en sus manos una percha de madera y se acercó amenazadora a exigirle que se fuera. Tina, consciente del apoyo de su dueño en el nuevo territorio, dio un suspiro, se estiró mientras abría sus dedos delanteros en señal de sosiego y simplemente reclinó la cabeza sobre la colcha de la cama y siguió durmiendo.

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