El riesgo es que se caiga en conductas irresponsables

El riesgo es que se caiga en conductas irresponsables

Por Hugo Ferullo, doctor en economía, UNT.

11 Marzo 2012
En las tres décadas que precedieron a la última gran crisis del sistema financiero internacional, la corriente más ortodoxa del pensamiento económico intentó imponer la idea de dotar a los Bancos Centrales con un sólo y único objetivo: bregar por la preservación del valor de la moneda (lo que equivale a tener como única meta el control de la inflación). Siguiendo este consejo, muchos Bancos Centrales abandonaron la búsqueda de otros dos grandes objetivos admitidos: bregar por el crecimiento económico necesario para el pleno empleo de los recursos productivos y asegurar la estabilidad financiera (no sólo de precios) del país.

En realidad, el debate acerca de si el mero control de la inflación resultaba suficiente en las economías modernas nunca se acalló del todo; de hecho, los Estados Unidos nunca abandonaron la misión de bregar por el pleno empleo, como lo señala expresamente la carta orgánica de su Reserva Federal. En cuanto al cuidado por la estabilidad financiera de la economía, puede decirse que es tan viejo como la historia misma de la institución bancaria en el mundo moderno, propensa desde siempre a, por ejemplo, sufrir "corridas" que se producen momentos de mucha incertidumbre por parte de los depositantes. Estas corridas tienen que ver, básicamente, con el hecho de que los bancos prestan buena parte de los ahorros que reciben y, como pretenden naturalmente ganar dinero con su servicio de intermediación financiera, los préstamos se realizan, en promedio, a un plazo mayor que el de los depósitos; de esta manera, si todos los depositantes quieren retirar juntos su plata, el banco sencillamente no la tiene disponible. Olvidarse de una cosa tan elemental como esta fue lo que desencadenó entre nosotros el tristemente célebre "corralito", en momentos en que nuestro Banco Central no podía cumplir la función estabilizadora de prestamista de última instancia. A partir de la gran crisis desatada en el mundo financiero a fines de 2007, la función de los Bancos Centrales figura en el centro de la discusión económica de todo el mundo llamado desarrollado. El Banco Central Europeo, por ejemplo, está siendo dura y justamente criticado, por ejemplo, por su postura reacia a asumir otro rol que el de evitar la inflación, mientras que la Reserva Federal aparece como una institución bastante más abierta a las otras funciones (entre otras cosas, esto permite explicar por qué Estados Unidos está saliendo de la crisis de manera más rápida que Europa).

En el caso de nuestro país, hemos pasado en tiempos recientes por dos episodios traumáticos: de tener un Banco Central que financiaba con emisión monetaria hasta cerca de la mitad del gasto público (lo que desembocó en la hiperinflación de 1989), a tener otro que, reforma de carta orgánica mediante, se concentró de manera obsesiva en el control único de la inflación (lo que explica, en parte, la crisis más profunda de la historia económica argentina ocurrida a finales de 2001). Después de todo esto, no resulta difícil aconsejar hoy la búsqueda de un "justo medio": necesitamos un Banco Central que se ocupe de las tres funciones que se discuten hoy en el mundo (no sólo de la inflación), lo que no significa avalar ninguna conducta financieramente irresponsable que avive los fantasmas de la hiperinflación; después de todo, Estados Unidos triplicó su cantidad de dinero durante esta crisis, sin que esto provoque suba alguna en su nivel de precios.

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