Mariano Mores: adiós con demoras y emociones

LEYENDA VIVA. Mores agradece la ovación de sus amigos de siempre. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO LEYENDA VIVA. Mores agradece la ovación de sus "amigos de siempre". LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
Claudia Nicolini
Por Claudia Nicolini 18 Diciembre 2011
La cosa no empezó bien. Poco después de las 21, cuando se suponía que la música debía estar sonando, las puertas de Floresta seguían cerradas y la gente protestaba. Era, en su mayoría, de esa edad en la que se aprendía a bailar sin necesidad de tomar clases; al menos un par de sillas de ruedas, varios bastones. Pero también había caras jovencitas ansiosas por ver al maestro.

No había empezado bien, y para colmo, la lluvia, que había caído de a ratos durante la tarde, reapareció. Sonaron palmas, se reiteraron las protestas. Más o menos a las 21.45 se abrieron las rejas y las sillas lentamente fueron ocupándose (llegó a completarse poco más de la mitad de los asientos). De pronto, en lugar de la orquesta, apareció una escalera. Se adujeron problemas técnicos (LA GACETA averiguó que se había roto un proyector). El público batió palmas unas cuantas veces más, fastidiado, pero paciente.

El show

Por fin, con casi dos horas de demora y conducido al piano por "el heredero del clan Mores", su nieto Gabriel, el sexteto del gran Mariano Mores se instaló en el escenario. Ado Falasca estuvo a cargo de los teclados, Jorge Mario, de la batería; Juan Scaffino, del violín, y Eduardo Lettera, del contrabajo. Como invitado especial, Walter Ríos hizo "llorar" magistralmente el bandoneón. Todo arrancó con un video que presentó al maestro y por medio del cual este comenzó su diálogo con el público. Mientras tanto, la orquesta tocaba al mando de Gabriel; el Buenos Aires Tango Ballet dibujaba firuletes, y los cantantes, su hija Silvia, su sobrino Ariel y Daniel Cortés (que lo acompaña desde hace años), pusieron letra a la música. El público respondió, pero reclamó a don Mariano.

La explosión

Poco antes de la medianoche, Gabriel se acercó a las bambalinas y, mientras estallaba la ovación, acompañó a su abuelo, quien lenta y trabajosamente caminó hacia el piano. Sus casi 94 años pesaban... hasta que se sentó. Y entonces todo cambió. Agradeció con una gran sonrisa a los espectadores (sus "amigos de siempre") con palabras y con ese gesto tan suyo de meter la mano en el frac y darse pequeños golpes sobre el corazón. Luego comenzó a devorar con los dedos el teclado del piano mientras Gardel, desde la pantalla, cantaba Volver. Después... de todo. Extensa recorrida por el tesoro musical de don Mariano y por tesoros "prestados": Cafetín de Buenos Aires, Quejas de bandoneón, Cuartito azul, La Cumparsita, La Tablada, La calesita, Taquito Militar, Tanguera, Garufa... Y Uno, parte del show en la que abuelo y nieto homenajean a "Nito" (padre de Gabriel, fallecido en 1984) y cantan, gracias a un nuevo video, "con él". (Se entiende, entonces, la gravedad del "problema técnico" que había demorado el inicio).

Para el cierre, músicos, cantantes y bailarines interpretaron Adiós, pampa mía que terminó con aires de malambo... y otra gran ovación, claro.

A la salida, la cara iluminada por la sonrisa de tres de sus fans que rondaban los 60 lo decía todo. "Valió la pena la espera. Es un maestro, un maestro...", decía una de ellas mientras se alejaban, del brazo y despacito.

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