Dice la Real Academia Española que los antónimos son palabras que expresan ideas opuestas. Cuando éramos niños, y no se soñaba con las pantallas inteligentes, se jugaba a encontrar rápido el antónimo. El jueves pasado llegó a Tucson el periodista y político colombiano Jorge Melguizo quien, sin quererlo, recreó aquel juego con las palabras. Este experto en Desarrollo Social y en Educación Ciudadana se preguntó a sí mismo: "¿cuál es el antónimo de inseguridad? La obviedad suele ganarle la carrera a la creatividad y la respuesta inmediata fue: "la seguridad". "No. Lo opuesto a inseguridad es convivencia", responde; y empieza a hablar de la recuperación de la ciudad de Medellín.
No muchas horas antes de esta conversación los tucumanos fueron espectadores de violentos episodios, donde la muerte de un joven de 19 años quedó envuelta en desencuentros, incomprensiones, acusaciones, movilizaciones, preocupaciones, silencios, gritos. El asesinato de Iván -ocurrido hace 10 días cuando pretendían robarle una mochila con la complicidad de un taxista y de ex convictos- abrió otra vez el debate sobre el manejo de la política de seguridad. Dejó en claro -otra vez- que más autos, más camionetas, más helicópteros, más cámaras, más policías no alcanzan. El ministro del área, Mario López Herrera se entusiasma con su equipamiento; mira la paja en el ojo ajeno y ni le molesta la viga en el propio. Por eso -aunque varios días después del episodio que conmocionó la provincia- dio la cara y puso el dedo en la llaga de la Justicia, a la que responsabilizó porque los presos tienen puerta vaivén en la cárcel.
Sin entrar a analizar si tiene razón o no, su reacción no sirvió; sólo fue un bumerán porque apenas 14 horas después, el presidente de la Corte, Antonio Estofán, salió al cruce utilizando cierta ironía para responderle. Estofán le recordó que el ministro era abogado, y que no podía desconocer la aplicación de las leyes. El mandoble fue más incómodo porque también produjo la reacción del gobernador. José Alperovich, en público, se limitó a decir que él, de la Justicia, no habla. Lo cual es cierto, porque el que llama, pide y ordena suele ser su ministro de Gobierno, Edmundo Jiménez. De todos modos, Alperovich, en privado, le descerrajó una invectiva que no olvidará el responsable de la seguridad ciudadana.
Lo que quedó clarísimo es que en el juego de los antónimos la inseguridad es sinónimo de desencuentro en el Gobierno tucumano. No hay soluciones a la vista. De la desgracia sólo hubo comunión entre los dolientes parientes -y algunos pícaros opositores- que armaron una emotiva movilización. Pero duró poco. Perspicaz, el Gobierno ofreció todo tipo de atención y prometió investigar a fondo; pero, a cambio, pidió desmovilizar para evitar problemas.
El antónimo de la idea de Jorge Melguizo fue, justamente, lo que pasó en Tucson. Ni el pseudo jefe de gabinete, que reúne a todos los secretarios el lunes, organizó un encuentro para analizar qué hacer -de una vez por todas- con la inseguridad. Es que pareciera que el problema es sólo de López Herrera, y no de todos. Así como no hubo acciones especiales por parte del titular del flamante Ministerio de Coordinación, Jorge Gassenbauer, tampoco surgió desde la oposición la oferta de un plan, de un proyecto, de un análisis especial, de un documento para aportar. La imaginación, que vence al tiempo, no lo iluminó tampoco al gobernador para organizar una salida conjunta, para convocar a esa oposición a que deje de criticar y, en forma conjunta, saquen una solución para la inseguridad y para la inserción de la droga. En los problemas no aparece la reclamada convivencia, por el contrario, los opositores parecen disfrutar, aunque está claro que el Gobierno jamás compartiría un éxito con ella. Así estamos. "No importa el problema /no importa la solución/ me quedo con lo poco que queda / entero en el corazón. / Me gustan los problemas, / no existe otra explicación; / esta sí es una dulce condena!, les sugirió hace mucho tiempo Andrés Calamaro desde Los Rodríguez.
Su trampa
La inseguridad no puede ser problema sólo de un ministro. Los concejales y el intendente de capital ni siquiera se dieron por aludidos. Y pensar que uno de los participantes del asesinato de Iván estaba al volante de un taxi apodado Sutrappa. El sistema que inventó la gestión alperovichista necesita una revisión, pero los ediles todavía andan preocupados en arreglar sus despachos y no en ordenar un mecanismo que empieza a chocar. Está previsto que no pueda haber más de cuatro autos por licencia; sin embargo, los propios concejales saben, confiesan, cuentan y hasta conocen amigos que llegan a tener flotas de 20, 30 y de 50 vehículos. Hecha la ley, hecha la trampa. Los propietarios de esas licencias contratan choferes sin importarles aportes, identificación ni nada; lo importante es hacer unos pesos más; y es lo mismo si el que maneja el auto es un preso con permiso, un delincuente sin autorización o una buena persona. Para otorgar una licencia, el municipio le exige un certificado de buena conducta al dueño, no a los que se ponen detrás del volante para dar un servicio a los ciudadanos. El solo blanqueo del chofer de taxi puede aportar seguridad. Los ediles no pueden ignorar esta realidad.
El Concejo Deliberante de la capital tiene cuestiones pendientes que por lo general demuestran la impotencia e incapacidad de los ediles para cumplir con sus funciones. Lo mismo que ocurre con el Sutrappa pasa con los vendedores ambulantes. La decisión siempre es del Poder Ejecutivo. Ni a la Justicia le llevan el apunte, y convierten las calles principales de la ciudad en un gran escaparate de la ilegalidad.
El cinturón de Avignone
La impotencia suele no amedrentarlo al repitente edil José Luis Avignone. El radical está decidido a conseguir que se rompa el cinturón ferroviario para que se abra el paso a las calles Córdoba y Mendoza, un sueño que ningún gobernante consiguió. Insistente y cansador ya fue hasta el ombudsman de la Nación, pero no le llevaron el apunte. Esta semana intentará convencer al mismísimo Alperovich, que ya señaló la posibilidad de trasladar el servicio de cargas del ferrocarril a otro lugar. Este es otro de los problemas que necesita de la voluntad política y de la acción conjunta de oficialismo, opositores y de los ciudadanos, porque puede beneficiar a todos. Sin embargo, el negocio inmobiliario y la mezquina necesidad de figurar convierte en vano los intentos.
José y Betty, mayores de edad
Esta semana fueron días de gloria para Betty y José. Beatriz de Alperovich será -nada menos- la presidenta provisional del Senado. De cumplirse el anuncio será un mensaje muy duro para el actual jefe de Gabinete, ya que Aníbal Fernández era un número puesto para ese rol. Pero también es la mayoría de edad de la senadora que avanza en una carrera política liberada del cordón umbilical alperovichista. José, en tanto, podría ser el vicepresidente segundo del Senado. Es el lugar que habrían elegido los radicales para el senador Cano, que sigue inmerso en el marasmo del radicalismo tucumano, pero crece a nivel nacional. Si no se da, tendría asegurada la presidencia del bloque de la UCR. El neo compañero de Cano en el Congreso, el diputado Luis Sacca, ya tiene reemplazante en la Universidad. En su lugar irá Mauro Feldman, un contador que tendrá que poner mano dura para administrar el déficit que afronta el cerisolismo.
El amor o el dinero
Alperovich, en tanto, otea el horizonte. Ha conseguido colonizar las estructuras políticas, pero aún le faltan lazos con la sociedad, que explican los problemas de seguridad. No obstante, pareciera que este tercer mandato le servirá para descubrir si el alperovichismo es un producto de él o de la caja. Cuando tenga la respuesta, definirán su destino.
No muchas horas antes de esta conversación los tucumanos fueron espectadores de violentos episodios, donde la muerte de un joven de 19 años quedó envuelta en desencuentros, incomprensiones, acusaciones, movilizaciones, preocupaciones, silencios, gritos. El asesinato de Iván -ocurrido hace 10 días cuando pretendían robarle una mochila con la complicidad de un taxista y de ex convictos- abrió otra vez el debate sobre el manejo de la política de seguridad. Dejó en claro -otra vez- que más autos, más camionetas, más helicópteros, más cámaras, más policías no alcanzan. El ministro del área, Mario López Herrera se entusiasma con su equipamiento; mira la paja en el ojo ajeno y ni le molesta la viga en el propio. Por eso -aunque varios días después del episodio que conmocionó la provincia- dio la cara y puso el dedo en la llaga de la Justicia, a la que responsabilizó porque los presos tienen puerta vaivén en la cárcel.
Sin entrar a analizar si tiene razón o no, su reacción no sirvió; sólo fue un bumerán porque apenas 14 horas después, el presidente de la Corte, Antonio Estofán, salió al cruce utilizando cierta ironía para responderle. Estofán le recordó que el ministro era abogado, y que no podía desconocer la aplicación de las leyes. El mandoble fue más incómodo porque también produjo la reacción del gobernador. José Alperovich, en público, se limitó a decir que él, de la Justicia, no habla. Lo cual es cierto, porque el que llama, pide y ordena suele ser su ministro de Gobierno, Edmundo Jiménez. De todos modos, Alperovich, en privado, le descerrajó una invectiva que no olvidará el responsable de la seguridad ciudadana.
Lo que quedó clarísimo es que en el juego de los antónimos la inseguridad es sinónimo de desencuentro en el Gobierno tucumano. No hay soluciones a la vista. De la desgracia sólo hubo comunión entre los dolientes parientes -y algunos pícaros opositores- que armaron una emotiva movilización. Pero duró poco. Perspicaz, el Gobierno ofreció todo tipo de atención y prometió investigar a fondo; pero, a cambio, pidió desmovilizar para evitar problemas.
El antónimo de la idea de Jorge Melguizo fue, justamente, lo que pasó en Tucson. Ni el pseudo jefe de gabinete, que reúne a todos los secretarios el lunes, organizó un encuentro para analizar qué hacer -de una vez por todas- con la inseguridad. Es que pareciera que el problema es sólo de López Herrera, y no de todos. Así como no hubo acciones especiales por parte del titular del flamante Ministerio de Coordinación, Jorge Gassenbauer, tampoco surgió desde la oposición la oferta de un plan, de un proyecto, de un análisis especial, de un documento para aportar. La imaginación, que vence al tiempo, no lo iluminó tampoco al gobernador para organizar una salida conjunta, para convocar a esa oposición a que deje de criticar y, en forma conjunta, saquen una solución para la inseguridad y para la inserción de la droga. En los problemas no aparece la reclamada convivencia, por el contrario, los opositores parecen disfrutar, aunque está claro que el Gobierno jamás compartiría un éxito con ella. Así estamos. "No importa el problema /no importa la solución/ me quedo con lo poco que queda / entero en el corazón. / Me gustan los problemas, / no existe otra explicación; / esta sí es una dulce condena!, les sugirió hace mucho tiempo Andrés Calamaro desde Los Rodríguez.
Su trampa
La inseguridad no puede ser problema sólo de un ministro. Los concejales y el intendente de capital ni siquiera se dieron por aludidos. Y pensar que uno de los participantes del asesinato de Iván estaba al volante de un taxi apodado Sutrappa. El sistema que inventó la gestión alperovichista necesita una revisión, pero los ediles todavía andan preocupados en arreglar sus despachos y no en ordenar un mecanismo que empieza a chocar. Está previsto que no pueda haber más de cuatro autos por licencia; sin embargo, los propios concejales saben, confiesan, cuentan y hasta conocen amigos que llegan a tener flotas de 20, 30 y de 50 vehículos. Hecha la ley, hecha la trampa. Los propietarios de esas licencias contratan choferes sin importarles aportes, identificación ni nada; lo importante es hacer unos pesos más; y es lo mismo si el que maneja el auto es un preso con permiso, un delincuente sin autorización o una buena persona. Para otorgar una licencia, el municipio le exige un certificado de buena conducta al dueño, no a los que se ponen detrás del volante para dar un servicio a los ciudadanos. El solo blanqueo del chofer de taxi puede aportar seguridad. Los ediles no pueden ignorar esta realidad.
El Concejo Deliberante de la capital tiene cuestiones pendientes que por lo general demuestran la impotencia e incapacidad de los ediles para cumplir con sus funciones. Lo mismo que ocurre con el Sutrappa pasa con los vendedores ambulantes. La decisión siempre es del Poder Ejecutivo. Ni a la Justicia le llevan el apunte, y convierten las calles principales de la ciudad en un gran escaparate de la ilegalidad.
El cinturón de Avignone
La impotencia suele no amedrentarlo al repitente edil José Luis Avignone. El radical está decidido a conseguir que se rompa el cinturón ferroviario para que se abra el paso a las calles Córdoba y Mendoza, un sueño que ningún gobernante consiguió. Insistente y cansador ya fue hasta el ombudsman de la Nación, pero no le llevaron el apunte. Esta semana intentará convencer al mismísimo Alperovich, que ya señaló la posibilidad de trasladar el servicio de cargas del ferrocarril a otro lugar. Este es otro de los problemas que necesita de la voluntad política y de la acción conjunta de oficialismo, opositores y de los ciudadanos, porque puede beneficiar a todos. Sin embargo, el negocio inmobiliario y la mezquina necesidad de figurar convierte en vano los intentos.
José y Betty, mayores de edad
Esta semana fueron días de gloria para Betty y José. Beatriz de Alperovich será -nada menos- la presidenta provisional del Senado. De cumplirse el anuncio será un mensaje muy duro para el actual jefe de Gabinete, ya que Aníbal Fernández era un número puesto para ese rol. Pero también es la mayoría de edad de la senadora que avanza en una carrera política liberada del cordón umbilical alperovichista. José, en tanto, podría ser el vicepresidente segundo del Senado. Es el lugar que habrían elegido los radicales para el senador Cano, que sigue inmerso en el marasmo del radicalismo tucumano, pero crece a nivel nacional. Si no se da, tendría asegurada la presidencia del bloque de la UCR. El neo compañero de Cano en el Congreso, el diputado Luis Sacca, ya tiene reemplazante en la Universidad. En su lugar irá Mauro Feldman, un contador que tendrá que poner mano dura para administrar el déficit que afronta el cerisolismo.
El amor o el dinero
Alperovich, en tanto, otea el horizonte. Ha conseguido colonizar las estructuras políticas, pero aún le faltan lazos con la sociedad, que explican los problemas de seguridad. No obstante, pareciera que este tercer mandato le servirá para descubrir si el alperovichismo es un producto de él o de la caja. Cuando tenga la respuesta, definirán su destino.








