Comercios y esclavitudes en la venta del cuerpo

Comercios y esclavitudes en la venta del cuerpo

La semana pasada, Moria Casán confesó que cuando era joven había tenido sexo por dinero. Unos días antes, el juez Eugenio Zaffaroni había recordado que en la Argentina la prostitución no está prohibida. Ahora se discute si el Estado debe "proteger" a las meretrices; o si debe desestimular el "oficio más viejo del mundo". Paradojas jurídicas.

Sobre la Marco Avellaneda, los gigantescos contenedores de la exportadora Hamburg Sud que duermen sobre las vías del General Belgrano incitan a soñar con paraísos ajenos, cruzando el mar o el continente.

A "la Naty", ese regalo de la imaginación no parece moverle ni una de las cejas que se va arrancando con la pinza, mientras espera algún cliente, sentada en el piso del hall del "bar de chicas", en la siesta tórrida.

"Acá vienen en 4 x 4 y en bicicleta. Y vienen porque les gusta la diversión. Cada vez que estoy con uno, me dan asco... aguantar gente que viene enferma... algunos te pagan para hablar. O te miran y te dicen: "me hacés acordar a mi hermana, a mi mamá", cuenta la chica, ante el asentimiento del "Pollo", que se ha presentado como un "todoterreno" (pintor, electricista y consejero de las chicas) en uno de los 12 piringundines tucumanos en cada uno de los cuales trabajan entre 12 y 13 mujeres, y a los que una solitaria mesa de billar iluminada por neón multicolor no les logra enmascarar la función de prostíbulo.

Esa siesta de un día de semana cualquiera, el Pollo (en el rubro desde hace 30 años) está sentado en la puerta como un vecino más; y es él quien la anima a la chica a que cuente su historia. "Contale a la señora; en una de esas eso te puede ayudar a salir de esta basura", la aguijonea el hombre.

El "Pollo" asegura que el negocio ya no es el mismo que hace tres décadas. Y la misma Naty dice que antes cobraba $ 3.000 por mes (al bolsillo, una vez que el dueño del boliche se llevó la mitad); y que ahora apenas araña los $ 1.500, con un piso tarifario de $ 70. Sabe que en territorios más selectos de la ciudad hay chicas "de clase media" -estudiantes universitarias, cuenta la leyenda- que cotizan $ 400 por noche. Pero no las envidia: sabe que al destino no se lo tuerce. "Me gustaría estudiar Derecho. Mire si cuando voy a clase me encuentro con algún cliente", se ríe de sí misma. Cuenta que nació en Metán. Que a los 15 años, apenas llegada a Tucumán, se metió en la prostitución callejera; y que la madre se enteró de su oficio cuando tuvo que sacarla de la comisaría, después de una redada. "No sabía, pero vivía del dinero que yo le daba", remarca la mujer, que apunta que el trabajo en el prostíbulo- donde la protege la figura del dueño del local, es más seguro que la calle.

Si se mira con la ley en la mano, eso es una paradoja: para la Justicia argentina, la prostitución es merecedora de una contravención (por escándalo en la calle), pero no está prohibida; pero sí lo están los prostíbulos, que desde la sanción de la ley de Trata se han hecho más visibles. Sin embargo, Naty reconoce que no es la mejor salida laboral. "Jamás he invitado a una chica a que trabaje en esto. Yo sé que me estoy hundiendo. Yo sé que esto no es esclavitud, pero la misma vida te hace que te esclavicés", afirma la mujer, mientras mira, indiferente, al patrullero policial que pasa por la estrecha calle Marco Avellaneda, casi rozando el local.

Una no puede menos que recordar una cita de la socióloga Silvia Chejter, la autora de Lugar común, la prostitución. "El mundo prostibulario no está del otro lado de alguna frontera. Es parte de nuestro mundo... Y pregunto si estamos dispuestos a aceptar la generalización de la forma prostitucional de las relaciones humanas. Es decir, si queremos un mundo donde todo pueda comprarse y venderse, incluidos los cuerpos de las personas", ha dicho la intelectual hace menos de un mes, en el encuentro de Mujeres Juezas de la Argentina que se desarrolló en Catamarca.

Apunten al comprador

Si el caso Marita Verón ha logrado profundizar en el mundo la discusión sobre la trata de personas, lo que se discute ahora es la posibilidad de penalizar al cliente que paga por sexo (en Suecia, ya es ley). Tema controvertido si los hay, en una sociedad que lo ha naturalizado como "el oficio más antiguo del mundo" y que hoy consume prostitución en formato delivery. Como le cuenta a esta periodista un tucumano treintañero: "de diez despedidas de soltero, sólo en tres no han contratado prostitutas para amenizar la fiesta". Un mes atrás, el propio juez Eugenio Zaffaroni recordó que la prostitución no está prohibida, siempre que se haga por cuenta propia y en la intimidad. Llovido sobre mojado, Moria Casán acaba de ganarse esta semana unos cuantos titulares con su confesión de que alguna vez cobró por sexo. Y que le gustó.

Sin embargo, Naty afirma que la mayoría de las chicas del rubro detestan vender el cuerpo para vivir. Confiesa que no busca otro trabajo; y dice que para tramitar la Asignación Universal por Hijo se requiere perder "un día entero". El Pollo interviene y asegura que muchas de las mujeres que llegaron a la prostitución fueron empleadas domésticas que dejaron ese trabajo porque sus empleadores las manoseaban.

A esta altura, el Pollo y la chica embisten contra la Fundación María de los Angeles, que lidera Susana Trimarco. "Esa señora está mal asesorada", espeta la Naty. Es que, si no hay norma que prohíba la prostitución, la ley de Trata, que reprime la captación, traslado y acogida de personas bajo engaño con fines de explotación, es la herramienta por la cual en los últimos años ha sido posible allanar numerosos prostíbulos en todo el país.

Tucumán no ha sido la excepción. Pero la Justicia llega y se va. Funcionarios de la División contra la Trata aseguran que el año pasado la municipalidad capitalina clausuró casi todos los locales de esa zona roja "por falta de higiene". Y que un par de prostíbulos ya cerraron sus puertas. En los otros casos, en los que los propietarios pagaron sus multas, la Dipsa (la repartición municipal a cargo de ese control) determinó que los "bares" ya están lo suficientemente limpios como para garantizarle protección al cliente.

Mientras tanto, la Naty sigue alquilando el cuerpo a $ 70 el turno, indiferente a la discusión que se ha instalado en el mundo sobre la necesidad de penalizar al cliente que pague por sexo. Del lado de quienes se oponen, el Sindicato de Meretrices, que responde a la CTA, rechaza esa iniciativa, que está en discusión en la Cámara de Diputados de la Nación.

Libres versus esclavas
Las prostitutas sindicalizadas, al igual que Moria, afirman que venden sus cuerpos por libre elección.

Del lado del feminismo y de un creciente sector de la Justicia, se argumenta que vender el cuerpo es reducirlo a objeto. Y que aún aquellas mujeres que aducen haber elegido libremente, son víctimas de una cultura patriarcal que reduce el cuerpo femenino a mercancía.

Para algunos constitucionalistas (muchos de ellos defensores de una perspectiva de Género) la penalización al cliente que pague por sexo podría ser sin embargo violatoria del artículo 19 de la Constitución Nacional (derecho a la intimidad).

Mientras tanto, la Naty, que ni siquiera sabe que en la Argentina hay un Sindicato del gremio, sigue depilándose las cejas con indolencia, en el hall del "bar de chicas", a la espera de algún cliente. Otro patrullero pasa despacito por la puerta. La Naty no se inmuta. Tiene quien la cuide.

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