El único obrero que derrotó al demonio

El único obrero que derrotó al demonio

EL PARQUE. La tradición indica que allí también ataca el Familiar. LA GACETA / FOTO DE TERESA PASQUERO EL PARQUE. La tradición indica que allí también ataca el Familiar. LA GACETA / FOTO DE TERESA PASQUERO
30 Septiembre 2011
Obreros oriundos de otras provincias solían trabajar en la zafra del Santa Ana. Los santiagueños solían formar una colonia numerosa. Incluso cuentan que fue un obrero del pago del mistol quien derrotó al Familiar y provocó el derrumbe del otrora ingenio más grandes de Sudamérica.

"Mi abuelo solía contarme que los que trabajaban en el ingenio sabían de la desaparición de un obrero por año. Este era entregado como ofrenda al Familiar a cambio de las riquezas del año. La ofrenda la hacia el dueño del emporio: Clodomiro Hileret", describió María Eleuteria Gómez, de 65 años.

"Había un obrero santiagueño que era medio protestón y de buen porte, que decían la había enamorado a María Luisa Hileret (hija del patrón). Eso me comentó mi padre, pero sin darle mucho crédito", apuntó Lucía Vázquez.

El santiagueño, según vecinos del lugar, presentía que ese año iba a ser el elegido. Por eso preparó un puñal con un mango en forma de cruz. Dicen que el dueño del ingenio lo llamó para realizar trabajos en los sótanos. Cuando él bajó, sintió que Hileret le cerró la puerta. Alrededor de la medianoche percibió un fuerte olor a azufre. Al darse vuelta se encontró con un perro grande, negro, de ojos color sangre, que lanzaba fuego por las fauces. Se desesperó, gritó e intentó trepar las paredes, pero estaban resbalosas. Entonces se encomendó a Dios y comenzó a pelear. Se cansó de ver como el filo de su daga no le hacía nada al perro y decidió mostrarle el mango del puñal en forma de cruz. Ya había amanecido, porque cantó el gallo, y el Familiar se retiró vencido y furioso del lugar. El santiagueño escuchó el ruido de las máquinas del ingenio y luego de gritarles durante horas a sus compañeros, ellos le arrojaron una soga y lo rescataron del sótano. Después se fue de Santa Ana y nadie supo más de él. A partir de allí se motorizó el principio del fin del ingenio. Al poco tiempo murió su dueño. Hasta 1932 fue sociedad anónima. Luego pasó al banco y 34 años después se cerró para siempre.

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