La tolerancia cero de Rousseff

La tolerancia cero de Rousseff

20 Septiembre 2011
Por Gonzalo J. Alderete
Politólogo - Docente de Teoría de las Relac. Internac. en la Univ. San Pablo-T

A pocos días de cumplir los primeros diez meses de su mandato la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, le pidió la renuncia al Ministro de Turismo, Pedro Novais, y sumó así la quinta baja ministerial en solo tres meses. La importancia de esa cartera es fundamental debido a los preparativos para el Mundial de Fútbol en 2014 y las Olimpíadas en 2016.

Lo emblemático de estos acontecimientos es que, salvo una, todas las dimisiones se debieron a denuncias por manejos fraudulentos de fondos estatales, lo que demuestra una nueva impronta en las relaciones entre la titular del Poder Ejecutivo brasileño y su gabinete: el grado de tolerancia es cero, sobre todo si se trata de personas que no fueron elegidas directamente por la mandataria, sino heredadas de la anterior administración o que pertenecen a partidos aliados que obtuvieron sus cargos a cambio del apoyo a los proyectos de Ley impulsados por el oficialismo en el Parlamento.

Los rumores de crisis de gobernabilidad no desvelan a Rousseff, quien, a través de sus movimientos, busca recrear una imagen de independencia respecto al ex presidente, Lula da Silva, y reafirmar así su liderazgo y su autoridad como cabeza de Gobierno. En el tránsito hacia estas decisiones ha encontrado también el apoyo del pueblo, manifestado en movilizaciones callejeras pidiendo transparencia en todos sus sectores. Otra de las cuestiones a destacar es el rol que cumplieron los medios de comunicación, por las denuncias periodísticas y su impacto en la opinión pública, que provocaron la salida de los ministros objetados.

Rousseff gobierna la principal potencia sudamericana; Brasil es un actor con peso específico propio en la comunidad internacional, y son muchas sus responsabilidades internas y externas, a las que debe responder con firmeza y celeridad. Hasta el momento, ha demostrado tener las agallas suficientes para resolver los vaivenes, dando cuenta de un liderazgo prominente que deberá afianzar para profundizar los cambios políticos y económicos planteados por su antecesor.

El combate contra la corrupción va mucho más allá del cambio de nombres en los despachos. Agilizar la pesada burocracia brasileña permitirá un mejor desempeño de los organismos de control y le dejará poco margen de maniobra a los corruptos.

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