"Osama is dead", el hit del verano

Por Sebastián Fest - Agencia DPA

11 Septiembre 2011
Es la madrugada del jueves en Nueva York, y en el primer piso del Turtle Bay, un bar de la Segunda Avenida, decenas de adolescentes y veinteañeros bailan febrilmente mientras la cerveza a U$S 1 inunda sus gargantas. Casi todos celebran eufóricos cuando oyen la voz del presidente, Barack Obama, que no pasa por su mejor momento. El hit del verano se abre con Obama anunciando la muerte de Osama bin Laden, y con el estribillo, los jóvenes estallan. Osama is dead! (Osama murió), cantan los muchachos que, cuando se inició la historia que llevó a la frase, tenían diez años o menos.

Con la ciudad lista para honrar mañana a sus muertos, el remix de un tema de Ducksauce en su disco Barbra Streisand suena y suena (http://dpaq.de/rH7c8), y no sorprende que se llame Celebration Song. Muchos estadounidenses discutieron y discuten que la muerte de Bin Laden, que reivindicó en su momento los atentados de 2001 en Nueva York y Washington, haya sido el camino adecuado por parte de un gobierno democrático. Pero la música sigue sonando.

Diez kilómetros al sur del Turtle Bay, el panorama es otro, aunque las consecuencias de los atentados hayan tenido también, paradójicamente, el efecto de impulsar la euforia y los negocios. Según publicó la semana pasada el diario USA Today, la población en el área sur de la isla de Manhattan, que incluye a la Zona Cero de las derrumbadas Torres Gemelas, creció un 98% entre 2000 y 2010 (pasó de 20.088 a 39.699 habitantes).

En los tres primeros meses de 2011, la Downtown Alliance registró 875.000 turistas en la zona, un 45% de incremento respecto del mismo período de 2010. Desde los atentados, se instalaron además 12 nuevo hoteles que impulsan el negocio de los 447 restaurantes y tiendas de diversas especialidades en la zona. "Aquí el turismo es un negocio floreciente. Crece cada año, y esperamos que lo siga haciendo", destacó Liz Berger, presidenta de Downtown Alliance. Con sólo pisar la esquina de Liberty y Greenwich, se sabe que no exagera.

El área es un avispero de turistas, la demostración de que la humanidad vive el momento más fotografiado de su historia gracias al ejército de smartphones que se despliega hacia el cielo. Allí está la Freedom Tower, que avanza a buen ritmo y encandila con sus paredes espejadas que se elevarán hasta los 541 metros. Y a menos de cien metros, aunque protegidas por una valla, las dos ausencias que son las Torres Gemelas.

Frank tiene 30 años, pero no da su apellido. Trabaja desde 2007 en la zona organizando a los visitantes y apoyando a los obreros que hacen crecer el edificio; lo que ve, le gusta a medias. "Es un poco extraño tener toda esta gente a toda hora. Este sitio se transformó en un show", se queja. Moverse por allí implica atravesar una madeja compuesta por turistas, obreros, policías, puestos de souvenirs y, en estos días, periodistas. Dos jóvenes negros entretienen a los paseantes con música y acrobacias, pero dejan claro su objetivo: "Obama quiere el cambio, ¡nosotros queremos dólares!".

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