En los días previos, París era una fiesta. Toda la ciudad se preparaba para vivir el primer mundial en tierras francesas y soñaba con levantar la copa. Pero aquel deseo aún insatisfecho iba a convertirse en una pesadilla, de la que Francia aún no puede despertar. Hace cuatro años, Los Pumas les robaron el partido inaugural, ante casi 80 mil personas, en el mismísimo Stade de France.
El equipo argentino, conducido por Marcelo Loffreda, entró a la cancha enardecido. Durante la entonación de los himnos los jugadores se mostraron excitados y al borde de las lágrimas. Esa escena quedará para siempre ligada a la ya mítica construcción de la imagen Puma.
Con la patada inicial se liberaron las primeras tensiones y ya al cierre del primer tiempo, una corrida de Ignacio Corleto provocaba el primer gran silencio. Los aciertos de Felipe Contepomi y la dura defensa durante los 80 minutos hicieron que la hazaña fuera posible. Francia perdió por primera vez en la etapa de grupos. Lo hizo en casa, ante su gente y en el que proyectaban se convierta en su mundial. Pero nada de eso sucedió. El 7 de setiembre de 2007 quedará para siempre en la memoria. Ese día, Los Pumas cambiaron la historia y comenzaron a escribir la suya. LA GACETA ©