Por Silvina Cena
27 Julio 2011
"4" | Beyoncé
Como sucede con su intérprete, lo mejor del disco de Beyoncé está en la cola. A "4", la última apuesta de la cantante estadounidense, no lo redime el caudal atronador de su voz ni la sensualidad que se intuye a partir de las letras y que empapa el video del primer single, "Run the world (Girls)". La primera mitad del álbum coquetea con el peligro de quedar uniformada bajo un mismo tono, lo que desluce a las canciones que ameritan el aplauso. En "1+1", el tema de apertura, se advierte el anunciado retorno al R&B ochentoso, pero desde entonces se impone un edulcorado letargo. No hay siquiera una bocanada en "Party", cuyo título y la colaboración de André 3000 la hacen creer prometedora. Hay que llegar a "Love on top" (la séptima de 12 canciones) para reconocer a la diosa salvaje que en el disco anterior enmascaraba su seducción sanguinaria bajo el alter ego de Sasha Fierce. La ferocidad se le ha perdido en el medio.
Como sucede con su intérprete, lo mejor del disco de Beyoncé está en la cola. A "4", la última apuesta de la cantante estadounidense, no lo redime el caudal atronador de su voz ni la sensualidad que se intuye a partir de las letras y que empapa el video del primer single, "Run the world (Girls)". La primera mitad del álbum coquetea con el peligro de quedar uniformada bajo un mismo tono, lo que desluce a las canciones que ameritan el aplauso. En "1+1", el tema de apertura, se advierte el anunciado retorno al R&B ochentoso, pero desde entonces se impone un edulcorado letargo. No hay siquiera una bocanada en "Party", cuyo título y la colaboración de André 3000 la hacen creer prometedora. Hay que llegar a "Love on top" (la séptima de 12 canciones) para reconocer a la diosa salvaje que en el disco anterior enmascaraba su seducción sanguinaria bajo el alter ego de Sasha Fierce. La ferocidad se le ha perdido en el medio.
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