"Era bonita, humilde, fina y de carácter fuerte"

"Era bonita, humilde, fina y de carácter fuerte"

QUIRÓFANO. Equipo de anestesiología que usaron para Evita. QUIRÓFANO. Equipo de anestesiología que usaron para Evita.
15 Julio 2011
"Eva era una mujer dulce, bonita, delgada, elegante, fina, muy humilde, generosa, pero de carácter fuerte. Tenía un cutis lozano, parecía un ángel... Anotaba en su agenda todo lo que quería hacer y no paraba hasta concretarlo. Parecía no cansarse jamás. Estaba al frente de todas las actividades". Así describe y recuerda Aurora Suárez a Eva Perón.

"Empecé a conocerla cuando trabajé con ella. Construyó en Ezeiza la Escuela de Enfermería con internado para que las jóvenes del interior estudien gratis. Después, la Escuela Hogar de Tránsito para madres con hijos, el Hogar de Ancianos, la Ciudad Evita, escuelas, hospitales y hoteles lujosos en todo el país para que la gente pobre pase sus vacaciones. ¡Hizo tantas cosas, la vi ayudar a tantísima gente...! Siempre nos decía: ?no abandonen nunca a mis descamisados. Compartan con ellos lo poco o mucho que tengan y háganlo con amor?", destacó.

"A Evita la operaron dos veces. La primera vez lo hizo Ricardo Finochietto, y la segunda vez unos médicos extranjeros. El doctor Finochietto hizo un sorteo entre las enfermeras instrumentadoras para elegir a la que lo acompañaría en la cirugía. Yo le dije: no voy a participar. La quiero demasiado a la señora, me afectará mucho. Presentíamos que algo feo iba a descubrir. Así fue: tenía cáncer... Sufrí y lloré tanto..." Se calla, baja la cabeza y saca un pequeño pañuelo que lleva a su ojos. Se retiró un momento. Volvió repuesta.

"Un mes antes de la segunda operación en el Hospital Perón, ferroviarios hicieron unos rieles para que la camilla se deslizara suavemente cuando la señora fuera llevada al quirófano. Ese día la acompañé hasta la puerta y fuimos con el General Perón a rezar en la capilla. Después de la cirugía las cinco enfermeras nos turnábamos mañana, tarde y noche para cuidarla, primero en el hospital y luego en la residencia. Ella sabía que se iba a morir". Aurora no aguantó. Lagrimeó, entrelazó sus manos y depositó su mirada en la ventana.

"Eva jamás se quejó de su enfermedad ni de sus dolores -reveló-. Junto a ella pasé los días más felices de mi vida. Integré la guardia de honor en su velatorio, en la CGT. Después de su muerte volví a Tucumán. Me jubilé como instrumentadora en el Policlínico Ferroviario".

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios