Irene Benito
Por Irene Benito 15 Marzo 2011
La foto de la derrota no ha develado cómo es el semblante del candidato Eduardo Brizuela del Moral por fin vencido en una contienda electoral. Tampoco ha corroborado si verdaderamente Julio Cobos vino a Catamarca para acompañarlo en el éxito o la zozobra, como había anunciado en "Twitter". En el apuro de capitalizar resultados favorables, el vicepresidente terminó alcanzado por una paliza ajena que lo expulsó de la provincia sin que pudiese exhibir públicamente su capacidad para consolar al mandatario humillado en el trámite de conseguir la re-reelección. La oposición quería contemplar a Brizuela despojado de un invicto de 25 años de duración iniciado en 1986, cuando fue elegido primer rector de la Universidad Nacional de Catamarca. Pero en el último flashazo que recibió, el gobernador aparece votando entre besos, abrazos y ruidosos aplausos. Es decir, adulado y triunfal. La foto de la derrota es la sede de la Unión Cívica Radical cerrada antes de que termine el 13 de marzo de 2011. Un radicalismo apagado tras los reproches, insultos y trompadas que se prodigaron los dirigentes atrapados en el laberinto de la desgracia. Brizuela no contuvo a su partido en la hora de la adversidad. Tampoco al día siguiente.

En la Casa de Gobierno ahora dicen que es soberbio y no sabe perder. Y que su decadencia comenzó cuando impidió la maduración política de líderes que pudiesen relevarlo para hacer de su tercer mandato la única alternativa -ganadora- del oficialismo. Los críticos enfatizan su egoísmo alimentado en un entorno adicto que lo aisló de la sociedad.

Ya sea por sobredimensionar la propia fuerza o subestimar a la oposición tutelada por el kirchnerismo nacional, Brizuela se ha ganado el título de principal responsable del knock-out del Frente Cívico y Social (FCyS).

Los radicales más furiosos no le perdonan, por ejemplo, el desacierto de declarar en plena campaña que, le gustase o no al kirchnerismo, iba a quedarse (en el gobierno) por 20 años más. Cuando Brizuela precisó que no se refería a él sino al FCyS, la oposición ya había explotado hasta el cansancio su perfil de político con intenciones de perpetuarse en el poder.

Nunca creyó los sondeos que primero pronosticaban un empate y, después, la victoria de Corpacci.

En ese contexto de popularidad en declive, el ex gobernador Oscar Castillo advirtió que los comicios no serían fáciles de ganar. El vaticinio espabiló a la alianza surgida en 1990, pero la suerte ya estaba echada. Con el brizuelismo en terapia intensiva, la salida inmediata de la UCR en el presente pasa por un mayor protagonismo de Castillo y su línea celeste. Pero tal vez el senador nacional prefiera tomar las riendas tras las elecciones de octubre, después de asegurarse que no será él el que tenga que poner la cara en la foto de una segunda derrota.

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