El tugurio de revoques rosados parece un club clandestino de antropófagos exacerbados. El reloj marca las 23. Los ventiladores de techo susurran ralentizados y la brisa disipa las volutas de humo que exhalan los invitados. Afuera, la noche y la luminaria de los autos atraviesan la avenida Avellaneda al 386. Adentro, apoyado sobre un cajón sodero, reposa encendido un televisor Philco del 92?. La estática que ilumina la pantalla no interrumpe el ritual que revitaliza, día a día, la mística del bar: los parroquianos muerden el "chegusán" de milanesa que acaban de comprar y el pseudo canibalismo se adormece mientras sus pies descansan en los taburetes que anteceden a la barra.
En un rincón de la taberna, Eduardo "Lalo" Antonio Brizuela, de 62 años, bebe un chop de cerveza helada. Tiene anteojos y viste una camisa negra que contrasta con la blancura de su pelo engominado. Él es el magnate del emporio sanguchero "Brizuela" que, según reza el slogan, combina la tradición con el buen gusto. El mercado milanesero más antiguo de la provincia cumple hoy 60 años de existencia.
"Nací con un sandwich de milanesa bajo el brazo. El que yo vendo es el más chico de Tucumán pero igual lo compran". Eduardo -fanático de Atlético y de Boca Juniors- escribe la sentencia en una servilleta. Para este tucumano no existe la competencia desleal entre comerciantes afines e insiste en que toda milanesa merece ser probada. "Hay que desmitificar de una vez por todas esa duda sobre si la carne es molida o de gato. Acá todos los sangucheros se preocupan realmente por la salud del consumidor y quieren su regreso", promete convencido.
Los conductores que circulan por la avenida Avellaneda suelen persignarse dos veces. Una cuando cruzan por el frente de la parroquia de San Roque, y otra cuando llegan a "Brizuela". El bar es un auténtico santuario y sus orígenes se remontan al 31 de enero de 1951. "En aquel entonces era un nene de dos años. Mi viejo, Ramón Eduardo Brizuela, instaló un kiosco-parrillada prefabricado con maderas y chapa en la calle Cuba al 10, al lado de un taller de tranvías. Empezamos vendiendo milanesa con y sin picante, sin verduras ni mayonesa. Ese siempre fue y será el ?Clásico Brizuela?. Los empleados ferroviarios fueron nuestros primeros clientes", recuerda el legendario, y añade que durante esos veranos de antaño vendía 400 sandwichs por día.
Cuatro generaciones
Al parecer, más de medio siglo de trayectoria se construyen a base de pan, carne y ají. El menú no respeta un orden alfabético; el primer producto en venta empieza con la letra M. "Mi papá compraba la carne, mi mamá la cortaba en lonjas, y mis hermanas y yo las rebozábamos sobre los tablones de madera con pan rallado, huevo, ajo y perejil fresco. Después las dejábamos macerar dos días. Desde entonces la receta nunca sufrió modificaciones", revela. Luego se levanta de la mesa, desaparece durante unos segundos y regresa de la cocina con un pan en la mano. "Sentí su textura. Soy el único que utiliza pan cocinado a leña. Es muy sabroso y crocante. Mirá, todavía tiene pedazos de carbón incrustados en la masa". El dedo índice de Brizuela señala un puntito negro en la pequeña hogaza.
Los feligreses lo saludan y él les devuelve el cumplido con una reverencia que refleja un tácito y recíproco vasallaje de cuatro generaciones. "No terminé el secundario y me dediqué al negocio de los sandwichs. A los 21 me compré mi primer auto, un Dodge Polara. Siempre digo que soy un negro con plata (ríe). Dentro de mis limitaciones conocí gente que me enseñó mucho. Me pasé la vida con dinero en el bolsillo, autos y mujeres pero no perdí la cabeza. Puedo morir feliz". Eduardo habla con picardía pero sin sobrepasar la modestia y la sencillez que lo caracterizan. Está casado, tiene dos hijos y dos nietos; le agradece a Dios, a su familia y a la vida.
Alimentar un ejército
¿Alguna anécdota que quieras compartir? "En el 66?, el gobierno local de turno, me pidió que preparara en un día 2.000 sandwichs de milanesa para alimentar a los soldados bonaerenses que llegaban a la provincia. Acepté la solicitud y cumplí. Todo un regimiento contento, ¿te imaginás?", relata.
"¿Probaste el ?Clásico Brizuela??", pregunta. El periodista de LA GACETA que lo entrevista niega con la cabeza y agradece la invitación. Eduardo asevera minutos después que está en su salsa y que el bar es su única terapia. "El proyecto para que el 18 de marzo sea reconocido en Tucumán como ?Día del Sandwich de Milanesa? merece impulso, es una deuda pendiente", aclara. En la mesa sólo quedan las migas, un par de porrones escarchados y el susurro de una anécdota "completa y con picante".