La democracia argentina mostró su capacidad para procesar los conflictos

La democracia argentina mostró su capacidad para procesar los conflictos

HUIDA. De la Rúa escapó de la Casa Rosada en helicóptero. En la Plaza de Mayo pedían que se vayan todos. NA HUIDA. De la Rúa escapó de la Casa Rosada en helicóptero. En la Plaza de Mayo pedían "que se vayan todos". NA
El país osciló entre la anarquía y la estabilización de sus instituciones. La primera década del siglo mostró que el sistema tuvo la elasticidad necesaria para amortiguar los remezones de la política, pero se ha revelado impotente para castigar la corrupción y achicar las desigualdades regionales, como también las brechas que separan a los más ricos de los más pobres.

La Alianza había desplazado al peronismo del Gobierno nacional con promesas de honradez administrativa y de mantenimiento de la convertibilidad. Sin embargo, no escapó a la ausencia de una cultura política asociativa. La puja por espacios de poder entre los radicales y el heterogéneo Frepaso generó inestabilidad en el interior de la coalición. Hacia afuera enfrentaba al peronismo, que se había fortificado con la liga de gobernadores y con la mayoría en el Senado, además de retener las estratégicas provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

Dos incapacidades


Los aliancistas no alcanzaron a tener quórum propio en Diputados. María Matilde Ollier, en "Las coaliciones políticas en la Argentina", escribió hacia junio de 2001, que la Alianza, además de capacidad electoral, debía tener capacidad de gobierno. El curso de los hechos demostró que no tuvo ni una ni otra. La renuncia de Carlos "Chacho" Alvarez a la vicepresidencia de la Nación hirió gravemente la salud de la Alianza y el agotamiento de la Convertibilidad acabó por precipitar el desenlace. Durante ese lapso, el Gobierno debió negociar con el PJ. La derrota en las elecciones legislativas nacionales de octubre de 2001 fue la antesala del funesto diciembre. El ingreso de Domingo Cavallo al gabinete no disipó la tormenta. En medio de la enardecida revuelta ciudadana, Fernando de la Rúa renunció el 20 de diciembre. "La presidencia mostraba decisiones desarraigadas de la realidad, convertidas en factor de incertidumbre. La autoridad estuvo, desde el principio de la gestión, en crisis, y con ella la gobernabilidad", plantearon Carlos Floria y César García Belsunce, a modo de epitafio de la Rúa, en "Historia de los argentinos".

La ley de acefalía

La capacidad del sistema para procesar la crisis se evidenció en la última semana de diciembre, cuando la Asamblea Legislativa, mediante la aplicación de la ley de acefalía, eligió presidente a Eduardo Duhalde, con mandato hasta el 30 de octubre de 2003. Nadie pensó entonces que la salida debía consistir en el regreso de los militares al poder: el pretorianismo había entrado en el ocaso. La política enfrentó otro desafío: restablecer la autoridad frente al grito: "que se vayan todos", que atronaba las calles de las grandes urbes.

La declaración de default precedió la llegada de Duhalde a la Casa Rosada. El país ardía y el nuevo presidente devaluó un 40% el peso, agudizando la desocupación y la pobreza. Se enterró la Convertibilidad, pero también la seguridad jurídica con la pesificación de los depósitos en moneda extranjera. El presidente se respaldó en la liga de gobernadores, consiguió el apoyo en el Congreso y nombró ministro de Economía a Roberto Lavagna. Los juicios en los tribunales federales proliferaron por doquier. Duhalde llamó a elecciones anticipadas para mayo de 2003, mientras la economía empezaba su recuperación. La solución se dio otra vez en el marco institucional, desactivando la reforma política que el propio Duhalde impulsó.

Néstor Kirchner, el gobernador que se mantuvo lejos de Duhalde, terminó siendo elegido por este como mal menor frente a Carlos Menem y a Adolfo Rodríguez Saá. La UCR prácticamente desapareció del mapa y con Kirchner ganador, se abrió otro ciclo.

La reconstrucción

Kirchner se dedicó a reconstruir la autoridad presidencial, a revisar el legado institucional del menemismo y a consolidar la recuperación de la economía. Renovó de raíz la desprestigiada Corte Suprema de Justicia, propulsó la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y apeló a la legislación de emergencia. y el manejo de fondos para disciplinar a los gobernadores. Kirchner arrasó en la elección legislativa de 2005 y catapultó al Senado a Cristina Fernández. En 2006, la flamante senadora acomodó la legislación referida a los DNU y modificó la composición del Consejo de la Magistratura para darle mayoría al oficialismo. El alejamiento de Lavagna por discrepancias con la cuestión inflacionaria y la intervención del Indec le dieron a Kirchner el rango de ministro de Economía en las sombras. Nadie le discutió que ungiera a Cristina Fernández como su sucesora, ni que tampoco escogiera al radical Julio Cobos para segundo de la fórmula. "El ciclo electoral de 2007 ha dado lugar a una coalición atrapa todo, que busca votos en un amplio terreno político-ideológico, en el que supuestamente podrían convivir fragmentos de viejas identidades que en el pasado fueron opositoras", apuntó el politólogo Hugo Quiroga en "La república desolada".

El verticalismo

Con Cristina Fernández se acentuó el verticalismo político y la domesticación del Congreso, pero la crisis del campo insinuó el desmoronamiento de la coalición ganadora en 2007. El kirchnerismo perdió las elecciones legislativas de 2009, pero la diversidad ideológica de las familias opositoras y los vedettismos de sus jefes le posibilitaron a la Casa Rosada preservar el arsenal legislativo que le asegura el ejercicio discrecional del poder. La década concluye con partidos en vías de reconstrucción y con desprendimientos del peronismo de significación incierta. El escenario político se enriqueció además con la presencia de las organizaciones sociales, cuyas demandas se superponen o compiten con los partidos, y a las que el sistema debe contener institucionalmente. Al filo de la década, la democracia de base electoral no se ensambló con la democracia republicana. Como bien advierte Marcos Novaro (Historia de la Argentina 1955-2010), la democracia demostró su capacidad para procesar los conflictos.

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