Demolición y arrepentimiento

Demolición y arrepentimiento

La Casa Histórica fue destruida casi por completo. Sólo se salvó el templete de la jura. La reconstruyeron en 1943.

VALOSISIMA FOTO. Ya estaba muy derruida cuando Angel Paganelli obtuvo esta imagen de la fachada, en 1869. ARCHIVO LA GACETA VALOSISIMA FOTO. Ya estaba muy derruida cuando Angel Paganelli obtuvo esta imagen de la fachada, en 1869. ARCHIVO LA GACETA
26 Septiembre 2010
Desde fines del siglo XVIII se alzaba, en la actual calle Congreso segunda cuadra, el caserón de la familia Laguna, donde -como es sabido- se declaró la Independencia el 9 de julio de 1816. Mostraba una fachada cuya puerta principal guarnecían dos columnas retorcidas, y ventanas con rejas voladas a ambos lados. Para habilitar el salón de sesiones de 1816, se derribó la pared que unía la sala principal con otra habitación. Esto dejó un ámbito de suficiente capacidad, con ventanas abiertas hacia la galería y el primer patio.

Tras la histórica declaración, la casa, ya bastante deteriorada, fue adquirida en 1874 por el Estado nacional a la familia Zavalía, heredera de los Laguna. En 1875 se remodeló la fachada: fueron sustituidas las columnas salomónicas por un diseño de corte neoclásico. Allí funcionaron el Juzgado Federal y el Correo, hasta que la vejez del inmueble determinó su clausura. La casa quedó cerrada, y solamente se la abría un rato los 9 de julio, para hacer un homenaje a los congresales, organizado generalmente por la Sociedad Sarmiento.

Todo abajo
Un día de 1903, el Gobierno nacional resolvió que era necesario dar mucho mayor realce al ámbito donde sesionó el histórico Congreso. En los gustos de la Argentina opulenta que se preparaba a celebrar el Centenario, parecía deslucido presentar, como sede de la Independencia, una casa tan antigua y desvencijada. Nadie estimaba por entonces la arquitectura colonial, por histórica que fuese.

En consecuencia, se procedió a la demolición total del inmueble, con la única excepción del Salón de la Jura, que quedó en pie con un techo de teja a dos aguas, conservado dentro de un gran templete de estilo académico francés, con amplios ventanales. Quienes ingresaban al lugar se encontraban, así, con una "casita" al centro de esa lujosa cáscara. Esto llevó al público forastero a hablar de "la casita de Tucumán", denominación que -detestada por los tucumanos- hasta hoy es de uso común entre los turistas.

Las cosas siguieron así hasta que una ley nacional, de 1941, dispuso la reconstrucción de todo el edificio en torno al Salón de la Jura. La obra fue magistralmente realizada por el arquitecto Mario Buschiazzo. Utilizando los planos que por suerte se levantaron cuando la remodelación de 1875, y las fotografías tomadas en 1869 por Ángel Paganelli, reedificó fielmente la casa, que quedó habilitada con su aspecto actual en 1943.

De esa manera, puede decirse que la Casa Histórica de la Independencia constituye una demolición reparada por el arrepentimiento posterior.

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