Una historia sin fin
08 Agosto 2010
Por Roberto Espinosa
Para LA GACETA - Tucumán

La miró con los ojos del corazón. "La vida palpita en el despertar de un beso", le dijo. Ella sintió el rubor caminar por su rostro. Le escanció vino. El rey tomó la mano de la bella doncella y la acarició con los labios. Una muchacha ingresó al recinto: "Perdonadme la interrupción, oh rey. El califa Daniel desea veros urgentemente". "Decidle que pase, por favor". Ingresó un hombre joven, de gestos apurados. "Disculpad que os moleste, hermano Shahriyar, pero necesito consultaros algunas inquietudes. Hace ya bastante tiempo, los mercaderes de mi comarca inventaron el Día del Niño. Me parece bien que les regalen el alquerque pero también deseo que se interesen por leer. Tú que eres un hombre tan afecto a las historias, ¿podríais decirme cómo se puede introducir a los chicos en el mundo de la lectura? ¿Con qué tono, estilos o géneros hay que llegar a ellos?", dijo.
El rey le ofreció una copa de vino y lo invitó a sentarse. "Calmad esa ansiedad... Debes entregarte a la historia que cuentas con naturalidad y el pequeño hará lo mismo", respondió mirando a Scheherezade. Ella mojó sus labios en el néctar y comenzó: "Había una vez un Jardín de gran belleza y fertilidad donde los frutos buenos y malos se multiplicaban y magnificaban. Si en otros emiratos, había aves de rapiña, allí las había tres o diez veces más. Los embustes eran pájaros gigantes  que arrojaban huevos desde el aire; estos parecían apetecibles, pero cuando tocaban el piso se disolvían rápidamente. El pequeño Hassan había perdido el deseo de crecer. Pensó que en esa tierra lo hallaría. Las primeras imágenes lo trastornaron. Le costó llegar a la plaza principal porque no había una buena señalización. Los camellos circulaban por cualquier parte. Se subían a la vereda; andaban en contramano y a veces rozaban a los peatones haciéndolos trastabillar. Algunos dromedarios llevaban leyendas en cada costado: ?Viva la ciudad? y ?Al Rachid Group Concesionaria?. Llegó a la plaza principal y observó a cientos de ancianos que gritaban. Sus quejas eran piedras que empujaban hasta la cima del cerro San Javier y cuando lograban el objetivo, estas volvían a caer y la acción se repetía crónicamente. Por otro rincón de la plaza, desembocó una turba de guardapolvos blancos vociferando contra el gobernante. En otro lado, cerca del palacio gubernamental, un grupo numeroso, de rodillas, se inclinaba con las manos extendidas y decía: ?Sí, amo, hágase tu voluntad?.
Hassan se acercó a un viejo que le faltaba la pierna izquierda, sentado a la sombra de un añejo san Antonio de frondosa copa.
- ¿Podríais explicarme, señor, qué está sucediendo en este lugar? Soy forastero y no entiendo lo que veo, empezando por esos dromedarios que llevan leyendas fosforescentes.
- Vamos por partes, hijo. Esos gibosos provienen del negocio particular de nuestro jeque. Su picardía consiste en hacerlos comprar por su propio gobierno con los dineros del pueblo, por supuesto... Los de blanco son médicos y enfermeros autoconvocados que tienen un sueldo miserable comparado con el de los funcionarios del monarca Al Rachid. Piden mejores condiciones de trabajo, pero este no los escucha. Los representantes de Alá se han ofrecido a mediar para encontrar una solución, pero él los ha despreciado a ambos, escondiéndose en la indiferencia. Esos que ves allá, hincados ante esa enorme imagen del jeque, son los que deben hacer las leyes y administrar justicia. No son servidores del pueblo sino del soberano... El sabe calentarles el bolsillo con los dineros de todos nosotros.
- Me parece también terrible lo que les sucede a esos abuelos.
- Estás en lo cierto, muchacho. La mayoría de los viejos como yo, cobramos menos que el salario mínimo, pese a haber entregado toda la vida para construir este reino. Pero nuestras quejas son como esas piedras, todo vuelve a un punto muerto. Al Rachid se mofa de nosotros. Ja, dicen que quiere sentarse en el trono por tercera vez consecutiva porque, consciente del drama que vivimos, tiene miedo de jubilarse y tener que vivir con los miserables dinares que percibimos... ¡Nada menos que él! Antes, cuando era del pueblo y militaba en las filas de otro emir, peleaba por nuestro bienestar, pero ahora que está en el poder, nos mata con la indiferencia".
Daniel no pudo con su ansiedad e interrumpió a la bella doncella.
- Veo que hay que buscar historias fantásticas, con personajes de total ficción, que obliguen a los chicos a recrear la imaginación. Aparte del cuento, ¿a cuál otro género se puede recurrir?
Scheherezade bebió un sorbo de vino y prosiguió. "Era por cierto, una comarca extraña. Por ejemplo, los palos borrachos se habían vuelto abstemios. Los cañaverales eran incendiados por sus dueños y las cenizas se metían en los ojos y los dientes de los moradores; nadie les hacía nada, no sólo a ellos, sino a los que violaban las leyes, especialmente a aquellos que vivían bajo la copa del poder. En otra cara de la plaza, el pequeño Hassan vio a un viejo con sombrero y pañuelo rojo al cuello que no paraba de hablar en rima. ?No me tires con mentiras que me vas a lastimar, tírame con verdades y me vas a embelesar?. ?Cuando Alá creó el mundo, hizo a los hombres de barro, pero para hacer a Al Rachid tuvo que raspar el tarro?. ?En la punta de aquel cerro gritaba un tirano y entre gritos decía: ¡Besadme los piojos porque soy el amo!? Hassan lo interrumpió: "¿Cuál es vuestro oficio, señor?" "Soy el vendedor de coplas. Las hay de amor, de pena, de alegría, de protesta... Si necesitáis una para protestar, yo te la vendo... Al que da y quita le sale una jorobita; al que da y cobra le sale una joroba. Adivina, adivinador, ¿cuál es el ave que a un puntero le pone mejor? Los precios varían; si me decís la palabra y con qué queréis que rime el verso final, cuesta un poco más". El muchacho le dijo: "que la rima final termine en án". Adivina, adivinadora, decidme si este cruel monarca es también un truhán", replicó el viejo sin que la sonrisa le abandonara el rostro..."
El califa se acercó y le besó la mano a Scheherezade, y dirigiéndose a Shahriyar dijo:
- Es decir que la poesía bien sirve para entretener a los niños. Pensé que era un género para grandes.
- (El rey bebe vino) Todo depende de tu actitud, mi buen Daniel. El punto de partida debe ser el juego. Imaginaos, por ejemplo, un árbol de cien metros de altura, cuyos frutos sean del tamaño de una sandía que lucen riquísimas, pero que el viento las parte y dejan caer sólo polvo y promesas incumplidas.
- Podría ser el árbol de la mentira...
- O personas con varias lenguas y manos que caminan sigilosamente...
- ¿Los que llegan al poder?
- Lo importante es crear la magia, de modo que los chicos entren por sus puertas y ventanas, y más adelante puedan luego inventar sus propias historias. Si ello sucede, la intención se ha logrado.
- ¿Los pequeños de hoy son muy distintos a los de tu infancia?
- La sensibilidad, la curiosidad por lo mágico, la sed de historias son propias del hombre... por eso la literatura es como el amor, no tiene edad sólo prejuicios. Las épocas pueden cambiar pero siempre habrá niños ávidos de que alguien les relate un cuento o los haga jugar con coplas o rimas. En la punta de aquel cerro, cantaba un ranquel y en el suspiro decía: ¿te respondí bien, Daniel?
- (riéndose y dirigiéndose a Scheherezade) ¿Y cómo terminó la historia del pequeño Hassan?
- ¿Quién dijo que terminó? (se sonríe) Esta es una historia sin fin, tendrás que inventarle tu propio final.

© LA GACETA

Roberto Espinosa - Escritor, periodista de LA GACETA. Su último libro para niños es "El caracol de los sueños" (UNT, 2010)

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