Tanta imagen
Certeza 1: El mundo del rock y el pop se construyó sobre imágenes.
Basta pensar no sólo en la imagen urbana y cool del querido Cerati sino en la utopía campestre y nudista de los hippies o en el agresivo pastiche que fue la fauna punk. Ellas, las imágenes, acompañaron de entrada a las canciones. Las primeras que se nos vienen a los ojos son las del espectáculo en vivo, el show, donde el vestuario, el despliegue lumínico y las proyecciones de imágenes se llevan las palmas. Pero hubo otras por las cuales no fue necesario viajar a Woodstock para escuchar y ver de qué se trataba; ya no había que desvelarse en un pub ni abarrotarse en un estadio. Con el disco, sea vinilo, cassette o CD, por el mismo o menos precio que un recital teníamos en nuestra casa, las canciones para escucharlas cuando deseáramos, diría alguien del negocio. Y no sólo eso, en casi todos los casos, junto a las canciones venían una serie de imágenes que representaban al artista y condensaban la esencia de su música. Para los fans concentraban los cambios que se producían a lo largo de la carrera de su artista favorito.

Certeza 2: El diseño y la publicidad se transformaron en un valor per se, casi independientes del objeto de referencia.
Hoy podemos decir que el diseño es tan autoral como la música. Esto, aunque ocurre desde el vinilo, se disparó hasta límites muy sofisticados con el trabajo de diseño y packaging del formato CD y lo transformó en un nuevo objeto de consumo. Cuántas veces dudamos de copiar y piratear un álbum porque lo que especulamos ahorrando dinero nos deja insatisfechos a la hora de ver un sobre blanco en vez de tener ese hermoso objeto en el que se transformó un álbum. No podemos dejar de trazar una historia común entre aquel viejo disco "Artaud" de Spinetta y las maravillas que nos hace ver Alejandro Ros desde hace algunas décadas.
Una gran pieza de diseño
Ocurre precisamente esto con el primer álbum de Ciro. Nunca fui adepto a Los Piojos ni al rock chabón, pero el libro (y en este caso es textual) con el que presenta sus canciones (junto a Los Persas, o diría Los Mersas si me permiten) es una gran pieza de diseño, un libro exquisito, de esos que uno encuentra en las góndolas de libros infantiles o quiere tener en un estante de casa. Con ilustraciones y sorpresas tridimensionales el trabajo de diseño de Vladimir Merchensky brilla sobre las creaciones de Andrés Ciro Martínez.

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